El alcalde de Madrid dice, ahora, que “hay que incluir al emigrante, no recluirlo” Carlos Osoro: “Los católicos tenemos que ser ciudadanos del cielo aquí en la tierra, sirviendo a los demás”
Aleksandra Dulkiewicz: “El Gobierno polaco y los grandes medios públicos de comunicación asumen el discurso del odio contra el emigrante y el diferente”
Obispo Michel Santier: “Cuando caen los prejuicios, desaparecen los miedos”
Milan Trivic: “El secreto de la convivencia entre religiones en la misma ciudad nace del conocimiento mutuo del otro”
Milan Trivic: “El secreto de la convivencia entre religiones en la misma ciudad nace del conocimiento mutuo del otro”
La mesa redonda del Encuentro internacional 'Paz sin fronteras', organizado por el arzobispado de Madrid y la Comunidad de San Egidio, tenía un título sugerente : “Vivir juntos en la ciudad”. Y unos ponentes que presagiaban titulares. Desde el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, al arzobispo de la capital, Carlos Osoro, pasando por la alcaldesa de Gdansk o el vicealcalde de Sarajevo.
En su intervención, el cardenal Osoro comenzó con un claro titular: “Dios vive en la ciudad. Y lo digo por experiencia propia”. Y añadió: “Los católicos tenemos que ser ciudadanos del cielo y de la tierra, miembros de una gran familia que se ama y servidores de los demás”
Para el arzobispo, esta familia de ciudadanos del cielo y de la tierra encuentra su modelo y su forma de ser y actuar en tres parábolas: La del buen samaritano, la del Padre misericordioso o del hijo prodigo, y la del ciego Bartimeo.
Tres parábolas y tres tareas concretas: apostar por un nuevo sistema de vida, por un nuevo sistema educativo y por la conversión ecológica. Es decir, “un nuevo estilo de vida cultural, espiritual y educativo, asi como un nuevo sistema educativo y una conversión ecológica, siguiendo la estela de la 'Laudato sii'”
O dicho de otra manera, “tenemos que evitar los desiertos interiores y exteriores en la ciudad y ser portadores de la obra de Dios y, para eso, es necesario hacer la experiencia de un cambio de corazón, para volver a sentir que somos una familia, para descubrir que nos necesitamos unos a otros”.
Por eso, Osoro apostó por el “amor social como clave de un auténtico desarrollo”, que nos lleve a “sentirnos en casa en la ciudad en la que vivimos” y “habitar una ciudad que integre a los diferentes y supere prejuicios”.
Por integrar a los emigrantes y a los diferentes también apostó el alcalde de Madrid, Martínez Almeida, en una exposición plana, llena de lugares comunes, pero sorprendente, porque nadie esperaba que el regidor de la capital española abogase por el personalismo. “Sobre las personas debe girar todo y nadie se puede quedar atrás, nadie puede estar descuidado”.
Más aún, el alcalde madrileño, que lleva 75 días en el cargo, aseguró que Madrid necesita promover “valores universales que nos incluyen a todos, sea cual sea nuestra forma de pensar o nuestra convicción religiosa”.
Y añadió: “Es necesario que al que viene de fuera le facilitemos la inclusión, tenemos que generar políticas sociales y culturales en las que se pueda ver reconocido, no podemos ceder a la tentación de verle diferente ni de que se sienta recluido”
Ya más en su ámbito ideológico, Almeida también reivindicó a la familia “como célula básica de la sociedad y correa de transmisión de valores” y concluyó su intervención con una cita de una homilía de Kike Figaredo, el obispo español de Battambang (Camboya), al que se le conoce como el 'obispo de la sillas de ruedas': “Habrá paz en el mundo, cuando seamos capaces de desminar nuestros corazones”.
A continuación, el vicealcalde de Sarajevo, Milan Trivic, habló de las manos abiertas como símbolo de su ciudad y aseguró que “el secreto de la convivencia entre religiones en la misma ciudad nace del conocimiento mutuo del otro”. Y reivindicó “la tradición de la convivencia” como el mayor valor social de Bosnia-Herzegovina, a pesar de reconocer que las guerras sufridas por el país surgieron “cuando nos olvidamos de nuestra tradición, levantamos muros y cambiamos el símbolo de la mano abierta por el de la mano cerrada”
Pero quizás el testimonio más conmovedor fue el de la alcaldesa de Gdansk, Aleksandra Dulkiewicz, que sumió el cargo el pasado mes de enero, cuando unos desalmados ultras asesinaron al anterior regidor, Pawel Adamowicz. Un asesinato del que culpó “al discurso del odio de nuestro país contra el emigrante y contra el colectivo LGTBI, un discurso asumido por el Gobierno polaco y por los grandes medios públicos de comunicación”
Ese discurso del odio sigue vigente en su ciudad. “Tras un mes de tregua -confesó la alcaldesa-, he vuelto a ser víctima de ese discurso, que está fomentando el partido del Gobierno”. A pesar de las presiones, la regidora confesó: “Mientras sea alcaldesa, no cambiaré mi proyecto de construir una ciudad que defienda la dignidad humana”. Y acusó al actual Gobierno polaco de derechas de querer ignorar a los emigrantes y a los diferentes.
Por ultimo intervino el obispo francés de Creteuil, Michel Santier, para explicar cómo vive en el día a día el diálogo abierto y sincero con judíos, protestantes y musulmanes. Y su compromiso está teniendo un gran éxito, su diócesis pasa por ser un ejemplo de diálogo interreligioso. Porque, como dijo el prelado, “cuando caen los prejuicios, desaparecen los miedos”