"Tenemos que comprometernos con la mejor política, la que está al servicio del bien común, del pueblo, de la fraternidad" Francisco Prieto, en el Día de Santiago: "No se puede ser cristiano sin aceptar que la justicia social está en nuestro ADN"
"Cabe la posibilidad de edificar sociedades auténticamente laicas, sin contraposiciones ideológicas, en las que encuentran igualmente su lugar el cercano y el lejano, el creyente y el no creyente"
"Tenemos un patrimonio moral y espiritual que merece ser propuesto una vez más con pasión y renovada vitalidad, y que es el mejor antídoto contra la falta de valores de nuestro tiempo, terreno fértil para toda forma de extremismo"
"No existe verdadera paz cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria. No hay paz allí donde falta el trabajo o la expectativa de un salario digno”
"No existe verdadera paz cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria. No hay paz allí donde falta el trabajo o la expectativa de un salario digno”
“No se puede ser cristiano sin aceptar la justicia social”. El arzobispo de Santiago de Compostela, Francisco Prieto, presidió la festividad de Santiago, patrón de España. Acompañado del cardenal Rouco, y los obispos gallegos, y bajo la imagen del Apóstol, el prelado trazó una mirada de futuro hacia una sociedad acogedora para todos, creyentes y no creyentes, migrantes y lugareños, caminantes todos, en la cuna del Camino más universal de la Tierra. En primera fila, el presidente de Galicia, Alfonso Rueda; y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.
“En el origen de la civilización europea, esta Europa del Camino de Santiago, se encuentra el cristianismo, sin el cual los valores occidentales de la dignidad, libertad, justicia y fraternidad resultan incomprensibles”, trazó el prelado compostelano, quien incidió en que “en nuestro mundo multicultural tales valores seguirán teniendo pleno valor si saben mantener su nexo vital con la raíz que los engendró”. Así, añadió, “cabe la posibilidad de edificar sociedades auténticamente laicas, sin contraposiciones ideológicas, en las que encuentran igualmente su lugar el cercano y el lejano, el creyente y el no creyente”.
Desafíos y oportunidades
En una época que definió “dominada por las crisis” económica, de la familia, de las instituciones o “la dura crisis de los migrantes”, Francisco Prieto invitó a “valorar y construir desde lo esencial; es, por lo tanto, un tiempo de desafíos y de oportunidades”.
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— 𝐃𝐢𝐯𝐢𝐧𝐚 𝐌𝐢𝐬𝐞𝐫𝐢𝐜ò𝐫𝐝𝐢𝐚 ✝ (@CordeSant) July 25, 2024
En su homilía, pronunciada en gallego y castellano, el arzobispo de Santiago invito a construir “unidad en las diferencias”, sin pensar que “la unidad se preserva con la uniformidad”. “Esa unidad es más bien la armonía de lo diverso, de las diversas personas y pueblos”, lo que lleva a una solidaridad que “no es sólo un buen propósito: está compuesta de hechos y gestos concretos que acercan al prójimo, sea cual sea la condición en la que se encuentre”.
La solidaridad no es sólo un buen propósito: está compuesta de hechos y gestos concretos que acercan al prójimo, sea cual sea la condición en la que se encuentre
Así, el prelado clamó por “evitar que se asiente el egoísmo, que nos encierra en un círculo estrecho y asfixiante y no nos permite superar la estrechez de los propios pensamientos ni «mirar más allá»”. “Tenemos un patrimonio moral y espiritual que merece ser propuesto una vez más con pasión y renovada vitalidad, y que es el mejor antídoto contra la falta de valores de nuestro tiempo, terreno fértil para toda forma de extremismo”, clamó.
¿Cómo abonar esta esperanza? “Invirtiendo en un desarrollo que abarque a todo el ser humano: la dignidad de su trabajo, condiciones de vida adecuadas, la posibilidad de acceder a la enseñanza y a los necesarios cuidados médicos”, sugirió Prieto, denunciando que “no existe verdadera paz cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria. No hay paz allí donde falta el trabajo o la expectativa de un salario digno”.
Defender todas las vidas
Al tiempo, reclamó abrir el futuro a los jóvenes, cuidando a la familia y cuando “se respeta la conciencia y los ideales de los ciudadanos”. También, “cuando se defienden toda vida y todas las vidas, con toda su sacralidad: tanto la del que inicia o acaba su vida, como la del quiere renacer a una vida digna y justa”.
Con Francisco, el arzobispo de Compostela recordó que “nuestra existencia es una peregrinación, un camino”, pues “nuestra alma es un alma migrante”. En esto, el Camino de Santiago nos hace preguntarnos “sobre los valores esenciales para la convivencia” y la “discusión constructiva para procurar el bien común”.
Un gran espacio abierto para todos
Y es que, clamó, “la justicia social, un imperativo universal que está en el ADN del cristianismo”. “No se pode ser cristiano sin aceptar este postulado”. Por ello, Compostela, y el Camino, se presentan como “un gran espacio abierto y un horizonte de los que caminan y no caminan, de los que buscan y de los que no, de los inquietos y los indiferente, de los creyentes y no creyentes”.
Un Dios que en Jesucristo nos convoca a construir una fraternidad social que nos conduzca a ser, como Iglesia, como sociedad, testimonio de un mensaje de esperanza
“El camino es ocasión para buscar a Dios y dejarse encontrar por Él, que nos aguarda, al final, en la meta”, subrayó el arzobispo, “Un Dios que en Jesucristo nos convoca a construir una fraternidad social que nos conduzca a ser, como Iglesia, como sociedad, testimonio de un mensaje de esperanza”, en mitad de un mundo donde “las guerras acumulan víctimas y destrucción inútil, cuando la inteligencia artificial genera una gran incerteza”. Precisamente en este momento, añadió Prieto, “tenemos que comprometernos con la mejor política, la que está al servicio del bien común, del pueblo, de la fraternidad”.
“Es una llamada a nuestra conciencia, a nuestra responsabilidad frente a las víctimas de toda violencia e injusticia, de todas, demasiadas, guerras”. El prelado concluyó mostrando su “consternación y tristeza” por las víctimas del hundimiento del Argos Georgia en las Malvinas, en una celebración que, como todo los años, aunó emoción, la de los peregrinos, la de los gallegos, y tradición, con la Ofrenda al Apóstol y el 'baile' del Botafumeiro en la nave principal de la catedral compostelana.