El arzobispo de Oviedo asegura que en la Iglesia "andamos muy revueltos" Nueva embestida de Sanz contra 'Fiducia supplicans': "Innecesaria y dañina perturbación" para los fieles
"Andamos muy revueltos, sí. A guisa de algo tan bello y necesario como unas bendiciones, nos hemos enredado de una forma insospechada cuando no hacía falta para nada", señala Jesús Sanz en su última carta pastoral, titulada "Un puente sobre aguas turbulentas"
"Pero ese bien-decir que pedimos a Dios no puede tener la secreta o patente intencionalidad de legitimar lo que Dios mismo no bendice"
"Otra cosa es que hagamos de la bendición un derecho que Dios no nos otorga para intentar justificar lo que Él no aprueba forzándolo tramposamente. Por eso la Santa Sede, hace tan sólo dos años y con la anuencia del mismo papa, llegó a la conclusión serena y respetuosa de que no son objeto de bendición las parejas homosexuales o los divorciados vueltos a casar
"Otra cosa es que hagamos de la bendición un derecho que Dios no nos otorga para intentar justificar lo que Él no aprueba forzándolo tramposamente. Por eso la Santa Sede, hace tan sólo dos años y con la anuencia del mismo papa, llegó a la conclusión serena y respetuosa de que no son objeto de bendición las parejas homosexuales o los divorciados vueltos a casar
"Andamos muy revueltos, sí. A guisa de algo tan bello y necesario como unas bendiciones, nos hemos enredado de una forma insospechada cuando no hacía falta para nada. Porque hemos nacido para una bendición, para ser bendecidos y bendecir, sin maldición ninguna (Romanos 12,14)", señala el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, sin citarla, a propósito de la declaración Fiducia supplicans, publicada por el Discasterio para la Doctrina de la Fe el pasado 18 de diciembre y ratificada explícitamente por el papa Francisco en varias casaciones, la última, el pasado viernes, 26 de enero, en la asamblea plenaria de ese Dicasterio, que preside el cardenal Víctor Manuel Fernández.
"Pero ese bien-decir que pedimos a Dios no puede tener la secreta o patente intencionalidad de legitimar lo que Dios mismo no bendice. El propio papa Francisco lo ha subrayado en plena polémica: el Señor bendice a las personas, nunca los pecados. Por eso bendecimos solamente a las personas, no sus uniones, sus relaciones, sus derroteros, sus aventuras", afirma en su última carta pastoral, titulada "Un puente sobre aguas turbulentas", aludiendo a la nueva aclaración que Francisco hizo en ese encuentro con los miembros del Dicasterio, donde también, hay que recordarlo, el Papa subrayó que "estas bendiciones, fuera de cualquier contexto y forma litúrgica, no exigen la perfección moral para ser recibidas".
Sostiene Sanz -quien ya se había mostrado muy crítico con la declaración en anteriores pastorales y tachado de "documento mastuerzo" al elaborado por el prefecto Víctor Manuel Fernández- que "la bendición nos regala la cercanía de Dios que ofrece su luz para ver las cosas como las contemplan sus ojos, nos acerca su gracia para convertir lo que se nos tuerce o pervierte. De esa bendición divina, todos somos mendigos".
"Otra cosa -añade- es que hagamos de la bendición un derecho que Dios no nos otorga para intentar justificar lo que Él no aprueba forzándolo tramposamente. Por eso la Santa Sede, hace tan sólo dos años y con la anuencia del mismo papa, llegó a la conclusión serena y respetuosa de que no son objeto de bendición las parejas homosexuales o los divorciados vueltos a casar. Sí cada una de sus personas, no la resulta de sus uniones", en alusión a la nota elaborado por el entonces prefecto de Doctrina de la Fe, cardenal Luis F. Ladaria.
"Final de ciclo"
"Decir ahora lo contrario ha introducido mucha confusión, y una innecesaria y dañina perturbación en la comunidad cristiana", subraya el arzobispo franciscano. "Quiera Dios y el testimonio de los santos pastores de la gran tradición cristiana, ser para nosotros ese puente sólido que nos permite vivir en paz en medio de las aguas turbulentas que desafían nuestra confianza", concluye su escrito, cuyas elucubraciones le han surgido "cuando veo tantas revueltas agitadas en el mundo y en la misma Iglesia".
"Es como si estuviésemos ante un final de ciclo, en un cambio de escenario, en una inevitable mutación de derivas tras haber tocado techo en no pocas pretensiones altaneras o haber llegado al fondo de nuestros abismos estériles".
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