"En esta crisis del coronavirus nos guían los sanitarios, nos guía el Gobierno, y sobre todo nos guía el Señor" Juan José Omella: "Tenemos que ser responsables. Esto no es una lucha contra la fe, ni una persecución a la Iglesia, es la persecución de un virus que puede llevar a la gente a morir"
"Cada día mueren un montón de niños desnutridos (...) Una vez superada la pandemia tendremos que seguir con esta atención a los más necesitados de nuestra sociedad"
"Esta situación nos hace descubrir un poco más que todos somos iguales, porque todos podemos contagiarnos. Da igual que uno sea sacerdote, ministro o conductor de autobús"
"Los días posteriores a la Plenaria hubo una o dos personas que dieron positivo. Y parece ser que entre los obispos alguno al regresar a casa sintió fiebre, pero no ha ido a más. No tengo más noticias"
"No compliquemos el asunto, confiemos en las autoridades sanitarias. No favorezcamos el posible contagio, que, según nos dicen, es muy grande. Si hay una epidemia que se prolonga en el tiempo, sería una irresponsabilidad"
"No dejemos de rezar en casa, no olvidemos que la familia es la Iglesia doméstica"
"El Ministerio viendo que hemos tomado esa iniciativa, han aceptado que las iglesias estén abiertas unas horas sin que haya aglomeración"
"Ante esta crisis es necesario que todos sigamos las indicaciones del Gobierno para bien de todos, para evitar que la pandemia crezca"
"Los días posteriores a la Plenaria hubo una o dos personas que dieron positivo. Y parece ser que entre los obispos alguno al regresar a casa sintió fiebre, pero no ha ido a más. No tengo más noticias"
"No compliquemos el asunto, confiemos en las autoridades sanitarias. No favorezcamos el posible contagio, que, según nos dicen, es muy grande. Si hay una epidemia que se prolonga en el tiempo, sería una irresponsabilidad"
"No dejemos de rezar en casa, no olvidemos que la familia es la Iglesia doméstica"
"El Ministerio viendo que hemos tomado esa iniciativa, han aceptado que las iglesias estén abiertas unas horas sin que haya aglomeración"
"Ante esta crisis es necesario que todos sigamos las indicaciones del Gobierno para bien de todos, para evitar que la pandemia crezca"
"No dejemos de rezar en casa, no olvidemos que la familia es la Iglesia doméstica"
"El Ministerio viendo que hemos tomado esa iniciativa, han aceptado que las iglesias estén abiertas unas horas sin que haya aglomeración"
"Ante esta crisis es necesario que todos sigamos las indicaciones del Gobierno para bien de todos, para evitar que la pandemia crezca"
"Ante esta crisis es necesario que todos sigamos las indicaciones del Gobierno para bien de todos, para evitar que la pandemia crezca"
"En las familias no se programan las enfermedades, o la muerte de un ser querido. Hay que tomar la vida como viene". El cardenal de Barcelona, Juan José Omella, vive sus primeros momentos como presidente de la Conferencia Episcopal con la mirada puesta en el drama del coronavirus, una situación que "nos hace descubrir un poco más que todos somos iguales, porque todos podemos contagiarnos. Da igual que uno sea sacerdote, ministro o conductor de autobús".
En esta entrevista exclusiva con RD, el purpurado sostiene que, en la actual situación "es necesario que todos sigamos las indicaciones del Gobierno para bien de todos, para evitar que la pandemia crezca". "Tenemos que ser responsables. Esto no es una lucha contra la fe, ni una persecución a la Iglesia, es la persecución de un virus que puede llevar a la gente a morir", recalca Omella, quien confía que de esta 'Cuaresma' "salgamos resucitados, con más deseo de Dios, con más humanidad, con más fraternidad y dejando de pensar que somos el centro del mundo". Y sin olvidarnos de los pobres.
Vaya un momento para ser elegido presidente… ¿Cómo toma las riendas de esta crisis recién llegado a la CEE?
En la vida toca de todo, y cada momento tiene su afán, y cada dificultad hay que afrontarla con normalidad. En las familias no se programan las enfermedades, o la muerte de un ser querido. Lo hemos hecho con sentido común, actitud de esperanza y en comunión. He intentado que los comunicados de la CEE se hagan conjuntamente, que salgan de la Comisión Ejecutiva, en un ejercicio de sinodalidad. Es una forma de ir actuando, hay que tomar la vida como viene, siempre con esperanza y con ilusión.
¿Cómo está siendo la colaboración con las autoridades sanitarias y políticas?
Somos una institución que tiene mucha presencia en España, y ese diálogo con el Ministerio de Sanidad es necesario, y lo he tenido, a Dios gracias. Tenemos una actitud de colaboración por el bien común y de la sociedad. Ante esta crisis es necesario que todos sigamos las indicaciones del Gobierno para bien de todos, para evitar que la pandemia crezca.
¿Cómo se gestiona el miedo?
Siempre tenemos miedo de lo que no conocemos. Pero una vez que llega, tenemos capacidad de reaccionar con más paz. Tenemos que vencer el miedo con una gran confianza en los médicos, en las personas que nos dirigen. Todos tenemos mil ideas. Yo digo: déjate guiar, alguien tiene que llevar la batuta. Deja que el capitán del barco marque el ritmo. Una gran confianza en quienes nos dirigen, y, sobre todo una gran confianza en el Señor, que nos ama a todos.
Estos días me acuerdo mucho de los apóstoles en el lago de Tiberíades. Cuando se estaban hundiendo, y la barca zarandeada por las olas, ellos asustados despiertan a Jesús y Él les “Hombres de poca fe, ¿por qué tenéis miedo?”. Esta confianza en el Señor es la que nos guía y nos llena paz. En esta crisis del coronavirus nos guían los sanitarios, nos guía el Gobierno, y sobre todo nos guía el Señor. También, debemos contar mucho con la gente que nos rodea, es necesaria la comunión con todos. Que la persona que esté sola llame a los amigos, y así cuando uno se siente acompañado, se vence el miedo. Estando cerca de los compañeros, de los familiares, de los amigos, todo se afronta mejor.
¿Cuál es la ayuda que pueden aportar las diócesis a las autoridades?
Cada obispo es responsable de su diócesis y sabe de con qué recursos y posibilidades cuenta. En circunstancias como estas, la actitud de la Iglesia siempre ha sido y es la de poner lo que tiene (tiempo, personas locales…) a disposición de la autoridad competente para la consecución del bien común.
¿Por qué el Gobierno cierra todo y no se atreve a cerrar las Iglesias, hubo alguna conversación?
Nosotros, de alguna manera, nos adelantamos al momento en que salió el decreto. Dijimos que suspendemos las celebraciones públicas para evitar el contagio. Otra cosa es si alguno quiere ir a rezar. Después, cada Obispado hizo su decreto. Prácticamente todas las diócesis lo han adoptado, y el Ministerio viendo que hemos tomado esa iniciativa, han aceptado que las iglesias estén abiertas unas horas sin que haya aglomeración. En cuanto a las misas, lo ideal es verlas por televisión, y seguir rezando desde casa. Cuántas veces, a lo largo de la historia, pensemos en Japón donde estuvieron 200 años sin sacerdotes, la fe se ha conservado dentro de las casas, dentro del corazón de cada persona. No dejemos de rezar en casa. No olvidemos que la familia es la iglesia doméstica.
Gracias a Dios, con los medios de comunicación, está llegando la celebración de la Eucaristía a todos los hogares, con un montón de audiencia, es muy bonito.
¿Qué diría de los curas que piden, e incluso fomentan, las misas con fieles?
Tenemos que ser responsables todos. No compliquemos el asunto, confiemos en las autoridades sanitarias. No favorezcamos el posible contagio, que, según nos dicen, es muy grande. Si hay una epidemia que se prolonga en el tiempo, sería una irresponsabilidad. Tenemos que ser responsables. Esto no es una lucha contra la fe, ni una persecución a la Iglesia, es la persecución de un virus que puede llevar a la gente a morir.
¿Cómo ha afectado en su diócesis el coronavirus? ¿Y en la CEE? ¿Hay algún obispo contagiado?
Los días posteriores a la Plenaria hubo una o dos personas que dieron positivo. Y parece ser que entre los obispos alguno al regresar a casa sintió fiebre, pero no ha ido a más. No tengo más noticias. En Barcelona, de momento un sacerdote está en la UCI. El virus no es selectivo, también coge a los sacerdotes. No conoce las vocaciones y profesiones de cada uno, ataca a cualquiera, por eso hemos de estar muy atentos.
¿Cómo lleva el confinamiento?
Me está ayudando para rezar, celebro la misa en la capilla de casa y los días señalados (domingos y fiestas como, por ejemplo, San José) desde la catedral por streaming. Voy llevando el trabajo de todos los días. Respondo a los whatsapp y llamadas de teléfono; hay muchas consultas, gente que da ideas, que preguntan, que buscan consuelo…. Aprovecho también para llamar a algunas personas que están más solas.
¿De qué nos puede servir la cuarentena?
Yo creo que es un momento para reflexionar. En nuestra sociedad donde nos creíamos inmunes a todo, que éramos capaces de llegar incluso a Marte... Ahora nos damos cuenta de que somos pequeñitos. Un virus nos está desestabilizando y nos crea tantos problemas: de futuro, económicos, familiares, de trabajo... Esto nos tiene que ayudar a replantear qué tipo de vida llevamos.
Tendríamos que ser más agradecidos, agradecer lo que tenemos, tener más cuidado de la creación. Y cuidar también del otro, no excluir a nadie. Esta situación nos hace descubrir un poco más que todos somos iguales, porque todos podemos contagiarnos. Da igual que uno sea sacerdote, ministro o conductor de autobús, por poner ejemplos. Es importante, pues, caer en la cuenta de todo ello. A la vez sentimos una llamada a trabajar más por la paz y la solidaridad entre todos. Esta situación creo que nos puede llevar a trabajar por crear un mundo más fraterno.
Pensábamos que era una cosa solo de China, y nos ha llegado a nosotros, y hemos visto cómo los chinos se han hecho solidarios con nosotros. Esto es bien hermoso. También hay que ser solidarios con los que más van a padecer, con los ancianos, las pymes, los trabajadores, las familias. Buscar cauces de solidaridad entre todos.
Los religiosos de clausura nos pueden dar algunas lecciones de cómo cumplir con el confinamiento, aunque el suyo es voluntario y el nuestro no...
Sí, los religiosos, especialmente los de clausura, que llevan horas y años “encerrados” en un convento, nos enseñan a organizar bien la jornada: tiempo de oración, de trabajo, de descanso, de recreo y de conversación. Nos enseñan a seguir un horario porque si lo tienes todo revuelto, la vida es un poco caótica.... Es bueno que los niños aprendan también a tener un horario que marque el ritmo de su vida. Ya los sabios antiguos decían: “conserva el orden y el orden te conservará”.
Los religiosos tienen ese rato de oración, de silencio, para encontrarse consigo mismo y con Dios. Actualmente, el silencio es una de las cosas que más nos aterran.
Estos días podemos dedicar tiempo para admirar las cosas que nos rodean: la familia, fotos, la calle, la belleza del mundo. ¡Contemplar y admirar las cosas es tan hermoso!
Los monjes desde su celda, desde su monasterio, nos enseñan todo esto. Tienen tiempo de oración, para estar con Dios, para trabajar y para contactar con los demás. Y no olvidemos que, sobre todo, ellos rezan por todo el mundo. Nosotros podríamos aprovechar estos días para rezar por los otros: los misioneros, los sanitarios, los que no tienen trabajo, los enfermos, lo que están en la prisión. De esta manera abrimos el corazón de nuestra casa al mundo entero. Este es el testimonio de Santa Teresita del Niño Jesús, que no salió nunca del convento, y, sin embargo, es la patrona de las misiones.
¿Qué puede hacer la Iglesia para colaborar con el fin de la pandemia? ¿Y el día después?
Regalar una mirada trascendente. Ya sabemos que no somos inmortales. Pero la fe, nos recuerda que en esta Tierra estamos de paso, todo no acaba aquí. La fe nos recuerda que hay un más allá donde Dios nos espera y donde podremos encontrar a los seres queridos que nos han dejado. Allí no habrá ni llanto ni dolor. Creer esto nos de paz y de alegría.
Me pregunto, ¿de qué sirve aferrarnos tanto a los bienes materiales y riquezas de este mundo? Como dice el Papa, cuando el difunto va al cementerio, detrás de él no va el coche de mudanzas. Tenemos, pues, que aprender a despojarnos, a no acaparar. El dinero no nos salva de todo. Y al final, dejamos todo eso aquí en la Tierra.
La Iglesia también puede ayudar a tener una mirada hacia las personas que sufren más. Por ejemplo, pienso en tanta gente que en el mundo sufre la pandemia del hambre. Cada día mueren un montón de niños desnutridos. Pienso en los que no tienen casa, en los que acuden a los comedores de las parroquias o de organizaciones de caridad con tantos voluntarios que ayudan a servir y acoger a nuestros hermanos más necesitados. Una vez superada la pandemia tendremos que seguir con esta atención a los más necesitados de nuestra sociedad.
Finalmente, la Iglesia debe recordar una y otra vez que la ciencia y la tecnología no resuelven todo. Es verdad que las tecnologías nos ayudan a acercarnos virtualmente a las personas, pero es cierto que también, en muchas ocasiones, no lleva aislarnos de los demás. Tendremos que promover más aquello que nos humaniza.
¿Con el toque de campanas se está ofreciendo consuelo, pero también jugando la batalla de la relevancia social?
Es una propuesta bonita, que viene de muy antiguo, cuando el labrador se paraba al mediodía para rezar al Señor. Desde la CEE hemos querido con este signo, invitar a rezar por la obra que hacen todos por vencer la pandemia: enfermos, sanitarios, gobernantes... y acabar con esa oración tan bonita que el Papa nos ha mandado a todos. Es una manera de vivir la comunión entre todos, de recordar que todo depende de Dios y de que lo ponemos todo en manos de Dios. Todos debemos colaborar para salir de esta situación.
¿Cómo cree que saldremos, como sociedad, de esta crisis?
Saldremos fortalecidos, fortificados, con un cambio de corazón, estoy convencido de ello. Quizás los cristianos estábamos pensando en una Cuaresma de determinada manera, y Dios nos ha traído otra Cuaresma, para que salgamos resucitados, con más deseo de Dios, con más humanidad, con más fraternidad y dejando de pensar que somos el centro del mundo.