Aún así, Omella asegura: "Las víctimas son nuestra prioridad absoluta" El presidente de la CEE evita señalar si los obispos colaborarán con el Defensor del Pueblo o abrirán sus archivos
"La Iglesia manifiesta su profundo dolor y vuelve nuevamente a pedir perdón por los delitos cometidos por hermanos nuestros"
"La tentación de los poderes públicos respecto a la Iglesia” que “se ha movido entre dos extremos: verla como un enemigo, o tratar de apoderarse y servirse de ella
Omella defendió la objeción de conciencia como “un derecho necesario” frente a “la dificultad creciente para encontrar certezas comunes sobre las que asentar la vida civil en temas cruciales como el inicio y final de la vida humana, la configuración del matrimonio y de la familia, el papel del Estado en la educación, o la dimensión pública de la libertad religiosa”
"Vemos intentos de limitar el derecho a la objeción de conciencia, de desterrar de la vida pública fiestas y símbolos religiosos, especialmente el crucifijo —a pesar de ser un símbolo portador de valores universales—, así como la tentación de crear un monopolio estatal educativo bajo apariencia de neutralidad”
“Una sociedad que no protege la vida de sus integrantes es una sociedad abocada al fracaso y a la barbarie”
Omella defendió la objeción de conciencia como “un derecho necesario” frente a “la dificultad creciente para encontrar certezas comunes sobre las que asentar la vida civil en temas cruciales como el inicio y final de la vida humana, la configuración del matrimonio y de la familia, el papel del Estado en la educación, o la dimensión pública de la libertad religiosa”
"Vemos intentos de limitar el derecho a la objeción de conciencia, de desterrar de la vida pública fiestas y símbolos religiosos, especialmente el crucifijo —a pesar de ser un símbolo portador de valores universales—, así como la tentación de crear un monopolio estatal educativo bajo apariencia de neutralidad”
“Una sociedad que no protege la vida de sus integrantes es una sociedad abocada al fracaso y a la barbarie”
“Una sociedad que no protege la vida de sus integrantes es una sociedad abocada al fracaso y a la barbarie”
Primera Plenaria tras la retirada de las mascarillas. No todos se atrevieron a aparecer sin ellas. De hecho, la gran mayoría portaba el cubrebocas. Los obispos españoles se reunieron en su asamblea de primavera con un tema estrella (aunque, curiosamente, fuera del programa 'oficial'), el de los abusos, que ha generado una dura controversia en los últimos años, y diversos bandazos en la línea de actuación episcopal.
Aunque sigue habiendo quienes quieren tapar el sol con un dedo, son muchas las asperezas que la Casa de la Iglesia debe limar para que se pueda hablar de auténtica comunión en este punto. Lo dejó claro del cardenal Omella desde un comienzo, en un discurso inaugural en el que no faltaron referencias a la pederastia clerical. Antes, en el registro de Añastro, grupos cristianos entregaban una carta abierta, a la que desde el principio se sumó RD, exigiendo transparencia y rendición de cuentas en este escándalo, pensando especialmente en las víctimas y no en salvar el cargo (y la reputación) de los responsables episcopales.
Abusos: "una epidemia global silenciada"
"Las víctimas son nuestra prioridad absoluta", recalcó el presidente del Episcopado en un discurso inusitadamente largo (/32 páginas, frente a las 18-19 tradicionales en Omella). Buena parte del mismo se dedicó al "drama de los abusos sexuales", que calificó como "una epidemia global silenciada” y admitió que “la Iglesia manifiesta su profundo dolor y vuelve nuevamente a pedir perdón por los delitos cometidos por hermanos nuestros”.
En este sentido, “para abordar el drama de los abusos y mejorar los procedimientos que las diferentes entidades eclesiales han puesto en marcha, la CEE ha encargado al prestigioso despacho de abogados Cremades & Calvo-Sotelo una auditoría independiente sobre la gestión de los casos de abusos sexuales ocurridos en el seno de la Iglesia católica en España”.
Una auditoría que, informó, “se realizará sobre todos los casos documentados hasta la fecha y los que pudieren presentarse tanto en dicho despacho como en las oficinas diocesanas mientras se realiza el estudio”. Al término del mismo, que durará un año, “un grupo de trabajo formado por juristas de esta firma y por prestigiosos juristas y expertos externos al referido despacho, presentará a la CEE los resultados de la misma, así como un conjunto de procedimientos y buenas prácticas”.
La auditoría, instrumento de colaboración con las autoridades
“Esperamos -insistió Omella- que esta auditoría y sus conclusiones puedan servir como instrumento de colaboración con las autoridades civiles para esclarecer la verdadera dimensión de los hechos y establecer una prevención más eficaz en todos los campos”, apuntó Omella, que en todo momento evitó apuntar si los obispos participarán o no en la comisión del Defensor el Pueblo, pero tampoco si abrirán, o no, sus archivos a la auditoría de Cremades.
Con este paso, añadió, “se añade transparencia, rigor técnico y consistencia jurídica a la hora de abordar un drama que para la Iglesia es lacerante, y por ello reitero nuestra humilde petición de perdón por cada caso, y quiero subrayar una vez más que las víctimas son nuestra prioridad absoluta”.
"Sectarismos ideológicos"
Junto a ello, el purpurado insistió en que “el drama de los abusos sexuales es una auténtica lacra social que requiere un análisis completo y un buen diagnóstico, libre de demagogias y sectarismos ideológicos” que coloca a la Iglesia como único lugar donde se producen estos abusos.
“La Iglesia tiene la oportunidad de trabajar para que dichos abusos no se repitan y para destapar esta nueva forma de esclavitud mundial que no se quiere abordar (…). Es una nueva esclavitud que afecta a toda la sociedad, de la que estamos tomando conciencia y en la que lamentablemente algunos miembros de la Iglesia también han participado”.
El discurso de Omella arrancó con una referencia a la invasión de Ucrania y la respuesta “contundente” del Papa Francisco. “El papa no ha ahorrado palabras para describir ‘una masacre insensata en la que todos los días se repiten estragos y atrocidades’, una crueldad que no ha dudado en calificar de ‘sacrílega’”, apuntó el cardenal de Barcelona, quien ha recalcado que el drama de la guerra ha supuesto “el despertar de los europeos”, que “nos hemos empezado a hacer preguntas que antes no nos hacíamos”.
Ucrania y "un cambio cultural y moral"
“En esta hora difícil, es necesario reivindicar la democracia y el orden internacional basado en el Derecho. Eso requiere liderazgo político y un cambio cultural y moral para recuperar los pilares sobre los que ha nacido el proyecto europeo, un camino de comunión que respete la diferencia”, incidió Omella, quien defendió la vigencia de “las innegables raíces cristianas” del Viejo Continente como arma para construir la paz.
Junto a ello, “el reto de la acogida a los refugiados”, que “es inmenso”. “De momento, la acogida está siendo ejemplar. Estamos viendo un derroche de energía social para dar techo, alimento y asistencia, sobre todo, a mujeres, niños y personas mayores.”, subrayó el purpurado, quien advirtió de que “va a ser necesario un esfuerzo sostenido en el tiempo”.
Recordando el 75 aniversario de Cáritas Española, Omella incidió en que “nuestros tiempos exigen en todos una mayor solidaridad, así como mayor cohesión social y política que nos aleje de frentismos y de polarizaciones ideológicas o políticas”.
“Es tiempo de unidad en la búsqueda del bien común. Estamos en el advenimiento de un cambio de época mundial, social y político que nos afecta a todos”, insistió.
Pobreza y descarte
Respecto a la situación social en España, Omella reivindicó el informe Foessa, que “muestra los efectos demoledores de la crisis derivada tras dos años de pandemia, una crisis que acentúa significativamente la que tuvo lugar entre 2009 y 2013”. Hoy, apuntó, “once millones de personas en España padecen pobreza y seis millones de ellas, pobreza severa”. Entre ellos, muchos ancianos, muchos de los cuales “viven en soledad, paradoja amarga en un mundo de múltiples relaciones”. Citando de nuevo al Papa, Omella advirtió que “despreciar la aportación de los mayores es empobrecer brutalmente la experiencia de un pueblo, cortar su vínculo con la sabiduría que viene del pasado”.
En otro orden de cosas, el cardenal de Barcelona destacó los datos del Eurobarómetro, que inciden en que “un 90 % de los españoles desconfían de los partidos políticos, y un 70 % del Gobierno y del Congreso, que es tanto como desconfiar de la democracia”, y que “recorre como un fantasma todo el mundo occidental”.
Desconexión con la clase política
“Lo que es evidente es que la bronca entre los políticos hace mucho daño”, lamentó Omella, quien denunció el “hartazgo social” y la “desconexión” entre la clase política y la gente. “Existe el riesgo de que la convicción, hasta ahora profundamente arraigada, de que la democracia es el mejor sistema político posible, se diluya”, alertó el presidente de los obispos españoles.
Al tiempo, Omella insistió en fenómenos como el de la “cultura de la cancelación” que “establece un clima asfixiante para quien se atreva a discrepar de los nuevos ‘dogmas’”. Frente a ello, aclaró, “la Iglesia promueve el respeto a la diferencia, y defiende el principio de subsidiariedad del Estado en su acción, el cual ha de proteger la libertad de los ciudadanos permitiéndoles defender respuestas y soluciones diversas a las ‘políticamente correctas’”.
Con todo, el presidente de la CEE llamó a la colaboración entre sociedad civil, Iglesia y administraciones. “El mercado —la iniciativa libre de las empresas, que el papa elogia—, el Estado —que debe practicar la subsidiariedad y corregir las externalidades negativas del mercado— y la sociedad civil —que supervisa al Estado y promueve multitud de iniciativas marcadas por la dinámica de la gratuidad— se necesitan mutuamente”, glosó Omella.
Una pequeña minoría
En una curiosa autocrítica, el discurso de apertura de la Plenaria reconoció que “en la actualidad, la Iglesia católica es una gran desconocida para muchos conciudadanos nuestros”. “El afeo sistemático de esta gran familia por parte de algunos medios de comunicación y de diversos agentes sociales y políticos contribuye a que no se conozca el verdadero rostro y misión de la Iglesia”, denunció, aunque admitió que “algunos de los miembros de esta gran familia han cometido delitos y pecados gravísimos por los que pedimos una y otra vez perdón, pero también es cierto que son una muy pequeña minoría. Los delitos y pecados ocultan las virtudes de muchas personas maravillosas e iniciativas impresionantes que benefician profundamente a nuestra sociedad”.
En este sentido, Omella denunció “la tentación de los poderes públicos respecto a la Iglesia” que “se ha movido entre dos extremos: verla como un enemigo, o tratar de apoderarse y servirse de ella”. Frente a ello, aseguró, “la Iglesia católica quiere ofrecer su experiencia en la edificación de un mundo mejor. Quiere colaborar humilde y activamente con todos los agentes sociales para edificar ‘el mundo que viene’. Algunos quieren excluirnos de dicho diálogo, pero ello sería no solo una injusticia, sino especialmente un grave error y una grave pérdida, ya que se estaría obviando una comunidad que representa el 17,7 % de la población mundial”.
Objeción de conciencia frente al desafío a la democracia
En otro orden de cosas, Omella defendió la objeción de conciencia como “un derecho necesario” frente a “la dificultad creciente para encontrar certezas comunes sobre las que asentar la vida civil en temas cruciales como el inicio y final de la vida humana, la configuración del matrimonio y de la familia, el papel del Estado en la educación, o la dimensión pública de la libertad religiosa”. “Es un desafío a nuestras democracias”, recalcó.
“Reducir la protección jurídica de la objeción de conciencia degradaría nuestra convivencia y nos acercaría a los usos propios de los Estados totalitarios”
“Reducir la protección jurídica de la objeción de conciencia degradaría nuestra convivencia y nos acercaría a los usos propios de los Estados totalitarios”, denunció el presidente de la CEE, quien arremetió también contra el “laicismo occidental” que “tiende a considerar la religión como un factor sin importancia, extraño a la sociedad moderna o incluso desestabilizador, y se busca por diversos medios impedir su influencia en la vida social”. Entre ellos, denunció el prelado, “vemos intentos de limitar el derecho a la objeción de conciencia, de desterrar de la vida pública fiestas y símbolos religiosos, especialmente el crucifijo —a pesar de ser un símbolo portador de valores universales—, así como la tentación de crear un monopolio estatal educativo bajo apariencia de neutralidad”.
“La Iglesia católica no pide privilegios, pero tampoco quiere que se la discrimine. (…). La Iglesia no desea ni busca ningún tipo de privilegio ni de especial protección. Lo que reclama es sencillamente la libertad de proponer el anuncio de Cristo salvador, y de vivir a campo abierto las consecuencias éticas y culturales de dicho anuncio en diálogo con todos, así como contribuir, desde su propia identidad, al bien común de la sociedad”.
Frente a ello, “unas ideologías que se autodefinen como progresistas, pero que ya hemos vivido en otros momentos de nuestra historia antigua, como sucedió durante el ocaso del imperio romano o griego”, y que arremeten contra “la visión católica del ser humano, la moral sexual, la identidad y la misión de la mujer en la sociedad, y la defensa de la familia formada por el matrimonio entre un hombre y una mujer”.
Evangelizar con alegría
Finalmente, Omella defendió la posibilidad de “evangelizar con alegría” para alcanzar una Iglesia en salida que “no se logrará por decreto ley, sino por una sobreabundancia de la alegría”.
En clave interna, Omella reivindicó el valor del plan pastoral de la CEE, y volvió a defender la vigencia del matrimonio y la defensa de la vida y de la familia “Una sociedad que no protege la vida de sus integrantes es una sociedad abocada al fracaso y a la barbarie”, resaltó el purpurado.
Omella también reivindicó la inminente reforma de la Curia, que entrará en vigor el 5 de junio, así como el papel de los laicos en la evangelización, y la sinodalidad como “forma de gobierno corresponsable”. Porque “la Iglesia es de Dios y nosotros somos sus colaboradores”.
DISCURSO cardenal Juan José Omella by Jesús on Scribd
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