De norte a sur de la Iglesia gallega: Mondoñedo-Ferrol, Santiago de Compostela y Tui-Vigo El arzobispo Prieto y el 'eje episcopal de la AP-9' que entierra la herencia del rouquismo en Galicia
El sábado 20 de julio, Antonio Valín era ordenado obispo de Tui-Vigo en una ceremonia que, si no resultó muy numerosa en cuanto al número de mitras que acompañaron a quien fuera vicario general de Mondoñedo-Ferrol, sí lo fue simbólicamente en cuanto a que certificaba el nacimiento de lo que algunos han dado en llamar el “eje episcopal gallego de la AP-9”, en alusión a la autopista que une el norte de Galicia con la frontera portuguesa
Suponía también la plasmación de lo que finalmente sí pudo ser, frente a lo que algunos hubieran querido. Y lo que finalmente pudo ser fue la clara ‘reorientación’ de la Iglesia en Galicia hacia el pontificado del papa Francisco tras la implicación personal del pontífice argentino que dio al traste con la jugada que pretendía colocar en la sede compostelana al obispo de Lugo, Alfonso Carrasco Rouco, sobrino del cardenal Rouco
El sábado 20 de julio, Antonio Valín era ordenado obispo de Tui-Vigo en una ceremonia que, si no resultó muy numerosa en cuanto al número de mitras que acompañaron a quien fuera vicario general de Mondoñedo-Ferrol, sí lo fue simbólicamente en cuanto a que certificaba el nacimiento de lo que algunos han dado en llamar el “eje episcopal gallego de la AP-9”, en alusión a la autopista que une el norte de Galicia con la frontera portuguesa.
Suponía también la plasmación de lo que finalmente sí pudo ser, frente a lo que algunos hubieran querido. Y lo que finalmente pudo ser fue la clara ‘reorientación’ de la Iglesia en Galicia hacia el pontificado del papa Francisco tras la implicación personal del pontífice argentino que dio al traste con la jugada que pretendía colocar en la sede compostelana al obispo de Lugo, Alfonso Carrasco Rouco, sobrino del cardenal Rouco.
Si Francisco señaló al cardenal Cobo para Madrid, no cabe duda de que la apuesta para Santiago era también la de Francisco Prieto, el actual arzobispo, de 55 años, que, tras dos años de auxiliar, dio el salto a la emblemática sede episcopal gallega.
Re-hacer Europa desde Compostela
No es descartable un día el capelo cardenalicio, pero no tanto porque Santiago haya sido tradicionalmente sede de purpurados, cosa que a Francisco no le impresiona, cuanto por la trascendencia del lugar como creciente meta espiritual (y de los que buscan aunque no sepan muy bien qué) y de hondo calado europeísta, cuestión esta que parece muy importante para Prieto a tenor de muchas de sus intervenciones, quien no cesa de referirse a la plaza del Obradoiro como ágora de Europa.
Y Prieto fue el obispo celebrante en la ordenación de Antonio Valín -reinjertado del norte al sur de Galicia, con alma de párroco y en el dial de Francisco-, a quien acompañó el actual obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos, muy consciente de que había dejado partir para la diócesis hermana a uno de sus curas más valiosos.
Muy cerca de ese nuevo eje Mondoñedo-Ferrol, Santiago de Compostela y Tui-Vigo estaba, en todos los sentidos, Luis Ángel de las Heras, obispo de León, que actuó como co-consagrante en la ceremonia, y de quien el nuevo obispo tudense también fue vicario general en los tiempos del religioso claretiano en Galicia, de donde fue ‘desalojado’ inesperadamente para facilitar la pretendida ‘operación sobrinísimo’.
Y hoy, festividad del apóstol Santiago, el arzobispo Prieto preside por segunda vez la Misa solemne y Ofrenda Nacional en la catedral compostelana, poco más de un año y medio después de haber tomado posesión en ella, un tiempo no demasiado largo, es verdad, pero donde se aprecian ya aspectos significativos de lo que algunos sacerdotes en Galicia denominan “teoloxía dos gestos”.
La "teología de los gestos"
Y en esa “teología de los gestos”, uno de los más impactantes, sin duda, fue el de la ‘rehabilitación’ del teólogo Andrés Torres Queiruga, con quien compartió mesa en las XXII Jornadas de Teología organizadas por el Instituto Teológico Compostelano tres meses después de haber tomado posesión.
Y lo hizo con aplomo y seguridad, sabiendo que el reputado teólogo gallego había sido una pieza preciada en el punto de mira de varios miembros de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe con los que entonces ya compartía hemiciclo en el salón de la Plenaria de la Conferencia Episcopal Española.
Quienes se admiran de este gesto, lo hacen también de la buena cohabitación con el arzobispo emérito Julián Barrio, en las antípodas en tantas cosas, así como en la cercanía y accesibilidad que mantiene con el clero compostelano, buena parte de los cuales (nunca se puede contentar a todos) agradecen su capacidad para analizar las problemáticas (muchas) que tiene la diócesis, así como su determinación a la hora de tomar decisiones.
Muchos son también los que agradecen el impulso que está dando al uso de la lengua gallega en la liturgia, su apuesta por la corresponsabilidad de los laicos o la promoción de la mujer en la Iglesia compostelana (ha nombrado a una laica como secretaria personal), en clara sintonía con el papa Francisco y desde el convencimiento de que su apuesta para revisar y ahondar en la sinodalidad es la más adecuada para este momento eclesial y en sintonía con el signo de los tiempos.
En esa misma línea con el Papa está su apuesta personal por la pastoral con los migrantes, la atención al mundo de la salud, la reivindicación plena de la Doctrina Social de la Iglesia como herramienta más que adecuada para interrelacionar con ‘el mundo’ y la atención a la ecología integral. Tanto sigue en todo esto la línea de Bergoglio que ha creado una delegación episcopal en la que ha calcado los objetivos del Dicasterio para el Desarrollo Humana Integral.
Fuera del ámbito eclesial, y en un ambiente socio-político que en Compostela ha jugado a orillar, cuando no a dar directamente la espalda al Arzobispado, hoy a Prieto se le reconoce el talante conciliador, la capacidad de diálogo, y la preocupación por el bien común. Que no es poco.