La HOAC de Madrid celebra su fiesta en la parroquia de Santa Beatriz La cultura del encuentro para un trabajo digno y una sociedad decente... con el método del corazón
Los militantes de la Hermandad Obrera de Accion Catolica no se resignan y siguen remando, inasequibles al desaliento, por una sociedad que coloque a la persona en el centro y erija un altar a su dignidad
"Superar la mentalidad individualista y la lógica del poder y del dinero por la lógica del compartir y la dinámica de la levadura que, siendo pequeña, hace fermentar a la masa”
"Te bendecimos por el desgaste de todas las personas de buena voluntad que buscan un mundo mejor para todo"
"Te bendecimos por el desgaste de todas las personas de buena voluntad que buscan un mundo mejor para todo"
“Te damos gracias por todos los testigos que se han hecho buen pan para los más débiles”. En el canon de la misa recitado a coro por los presentes, la plegaria brotaba del corazón de los más de 80 militantes de la Hoac de Madrid, que echaban el broche de oro a su fiesta de fin de curso con una eucaristía. De esas en las que se comparte el pan de la vida, unas veces regado con las lágrimas del mundo obrero y otras, con el perfume de sus alegrías, que también las tiene.
La eucaristía, comida-cena y culmen de una mañana de reflexión sobre un trabajo digno y una vida decente. Un objetivo por el que luchar. Una esperanza que, a veces, parece irrealizable. Pero ellos, los militantes de la Hermandad Obrera de Accion Catolica no se resignan y siguen remando, inasequibles al desaliento, por una sociedad que coloque a la persona en el centro y erija un altar a su dignidad.
Tres curas presiden la eucaristía en uno de los salones de la parroquia de Santa Beatriz del barrio Lucero. Tres curas de larga vida entregada a los pobres y que huelen a oveja y a tajo desde mucho antes de Francisco. Juan Fernández de la Cueva, misionero en Chile, cura en Moratalaz y director de la comisión episcopal de pastoral obrera. Pedro Requeno, párroco de San Pablo de Vallecas y consiliario de la Hoac madrileña.
A su lado, un nuevo fichaje, un misionero de ida y vuelta. El padre Julián estuvo 8 años en Argentina. Primero en el mundo rural y, después, en el enorme conurbano de la metrópolis de Buenos Aires. “Allí, compartiendo con los últimos, pero cuando te vas haciendo mayor, no eres ni de España ni de Argentina y me aconsejaron que volviese. Me costó adaptarme, pero ya estoy a gusto”.
Así de sencillo se lo plantean estos misioneros que dan lo mejor de sus vidas en los países de misión y, cuando se hacen mayores, regresan para no ser gravosos a sus pobres comunidades. Un cura del pobrerío que retoma sus vínculos con el movimiento, con el que, hace años, hizo “todas las etapas y etapillas exigidas en la Hoac de Getafe”.
En la homilía, el actual Consiliario del movimiento en Madrid, Pedro Requeno, resumió el trabajo de la mañana,en el que los militantes reflexionaron sobre la forma de “promover la cultura del encuentro, centrada en el amor, para hacer frente a la actual cultura del descarte que tanto condena el Papa”. Una cultura nueva en la que “la persona sea el centro y no un medio o un instrumento”.
¿Cómo hacerlo? Como es natural el padre Requena acudió al Evangelio, para explicar cómo Jesús cambió la mentalidad de los discípulos, para que superasen su mentalidad individualista y la lógica del poder y del dinero por “la lógica del compartir y la dinámica de la levadura que, siendo pequeña, hace fermentar a la masa”.
Porque Jesús, ayer y hoy, “lanza a la acción, no busca el milagrito fácil, porque quiere nuestra implicación: dadle vosotros de comer”
Es la dinámica de la lucha por los demás que forma parte del adn de la Hoac y que los militantes simbolizaron en el ofertorio con unos cuantos símbolos. Como el casco de los peones de la construcción, para pedir para ellos, los últimos en la escala laboral, un trabajo digno y seguro. O la bata blanca de los cuidadores de las residencias de ancianos que “trabajan en precario y cuidan de nuestros mayores con ternura y con una sonrisa”.
También presentaron ante el altar una hogaza de pan, símbolo “del sustento básico y de la dignidad mínima que muchas veces no hay”. Y un mono azul de los “currantes sin reconocimiento ni diplomas, como las mujeres de la limpieza o las mujeres de la limpieza”.
En la eucaristía, aunque llegó un poco tarde, se hizo presente monseñor Algora, el obispo de la pastoral obrera, así como los orionistas que rigen la parroquia o el cura del Prado, Ángel Arbeteta, que se congratuló por el florecimiento de la semilla de los movimientos especializados que plantaron en el barrio tanto él como Pedro Requena hace 45 años.
Curas y militantes que piden a diario a Dios, en su oración de cabecera, “amarte con todo el corazón y servirte con todas nuestras fuerzas”. Quizás por eso, pueden rezar en el canon: “Te bendecimos por el desgaste de todas las personas de buena voluntad que buscan un mundo mejor para todos y por los que desde los talleres, las oficinas, universidades, fábricas y demás lugares de trabajo orientan sus esfuerzos hacia la dignificación del ser humano”.
Por eso proclaman que Jesús, “el obrero de Nazaret, acusado por los poderosos, libre de todo odio, proclamó el amor y sigue viniendo al mundo en cada pobre, en su palabra y en la eucaristía”.Y aseguran a coro que “hospedar a Jesús en la casa y en el corazón es el comienzo de la salvación”.
Y al Salvador pidieron “paz y justicia para todos los pueblos del mundo, especialmente para los que sufren explotación y hambre, y para los emigrantes y refugiados obligados a dejar tierra y familia”.
Y tras pedir por el mundo obrero y por Francisco, el Papa de los pobres, terminaron suplicando que los que “murieron en el campo de honor del trabajo y de la lucha descansen en paz”. Y de la mesa eucarística a la de la tortilla y la empanada compartida. Con mucho corazón y “hasta mañana en el altar”.
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