Desayuna conmigo (1.3.20) Adán-Cristo

Invierno-primavera

Mes de marzo

Comienza marzo, fin del invierno y principio de la primavera, un mes que parece evolucionar dando tumbos. La sabiduría popular lo califica de “ventarrón, un día malo y otro peor” o de “engañador, un día malo y otro peor”. Sin embargo, que sea el mes en que nace la primavera apunta hacia algo bello, reconfortante, vitalista.

Mapa del tiempo

Es curioso que fuera un día como hoy, pero del año 1893, cuando el Instituto Nacional de Meteorología elaborara el primer “mapa del tiempo” y los correspondientes boletines diarios.  Mucho han cambiado las predicciones meteorológicas de entonces a ahora. Hace solo unos años uno no podía fiarse en absoluto de los partes meteorológicos y hasta se hacía mofa de ellos por la cantidad de veces que decían que iba a hacer sol y llovía o viceversa, pero hoy las predicciones del tiempo no solo aciertan, sino que sirven de guía para encuadrar los eventos sociales y hasta para encauzar los movimientos económicos.

El Paraíso

De buscar algún consuelo en la liturgia de este primer día, también primer domingo de cuaresma, nos topamos de frente nada menos que con el pecado original, la píldora del cristianismo que más cuesta tragar, cuya causa y cuyas consecuencias expone el Génesis con riqueza de detalles. Tenemos un hermoso paraíso, lugar en el que se concentran todas las delicias, y el matrimonio de nuestros primeros padres. Eva, la madre de todos los vivientes, tomándole la delantera a Adán, tontona ella, se fía de las confidencias de un reptil parlanchín que, para alcanzar sabiduría, le propone que coma el fruto del árbol “del bien y del mal”, supuestamente un manzano.  ¿Alguien puede imaginarse a los primates humanos tan evolucionados socialmente para contar con la institución del matrimonio o para plantearse problemas tan alambicados y complejos como el discernimiento del bien y del mal? Y, de vivir en Asturias, ¿no protestaría por eso de que el manzano, de fruto tan sabroso y de bebida tan refrigerante, sea nada menos que el árbol del bien y del mal?

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Por mucha fábula o metáfora que sea el relato, la cosa es que le vino muy bien a san Pablo para cimentar y desplegar su poderosa teología rocosa sobre el origen de todos los males debido a un solo hombre, Adán, en contraste con la gracia que nos trae otro hombre, el Cristo de nuestra fe con su muerte y resurrección, contraponiendo la robustez de esta a la endeblez de aquel. Adán es el viejo hombre-pecado y Cristo, el nuevo hombre-gracia. Adán viene a ser el padre de todos los pecadores y Cristo, el de todos los redimidos. Adán deteriora la creación y Cristo la restaura.

Si de las musas de la imaginación teológico-literaria pasamos al teatro como campo de operaciones, la realidad del hombre es que se trata de un ser en desarrollo desde su concepción en el seno materno hasta su reposo definitivo en la tumba. Desarrollo que requiere continuo esfuerzo, pues sigue un camino plagado de obstáculos, frecuentado por “serpientes”. Cada día de nuestra vida no trascurre en vano, pues a lo largo de sus horas o mejoramos o nos deterioramos, es decir, obramos o bien o mal. Vivimos en una constante pugna entre valores y contravalores. Cuanto hacemos, o favorece o perjudica nuestra vida en toda su integridad desde el alcance específico de cada acción. Hoy podríamos decir, incluso con más fundamento del utilizado por Jesús contra el diablo, que el hombre no solo vive de pan, porque hay muchos seres humanos que, siendo esclavos de la riqueza, solo viven para el dinero. Y, aun siendo importantísimo el pan, lo económico, hay otras siete dimensiones de la vida humana hambrientas. En este contexto, el pecado original viene a ser como el hambre.

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Sé que a todos nos gustaría vivir en imperturbable reposo, de claridad absoluta y verdades fijas e intocables, perfectamente “definidas”. Hasta lo expresamos al hablar de “estado” de gracia o de pecado o de pertenecer al “grupo” de los bienaventurados o de los réprobos. Pero la vida no es así y cada día tenemos que ganarnos el pan que comemos. Cada día es una batalla que es preciso ganar. El casado debe ganar cada día la batalla de su matrimonio, igual que el consagrado la de su obediencia, castidad y pobreza. Para una cosa y la otra no basta firmar en un libro y ya está. Cada día hay que avivar la vida de pareja o cumplir los votos. En todo momento nos acosa la tentación de romper las reglas del juego y tirar por otro camino. La tentación de Jesús de apartar su cáliz le persigue hasta la cruz, pero incluso en ese trance tan doloroso y dramático su voluntad es firme, no flaquea y bebe el amargo cáliz de su misión redentora.

UCD y Suárez

El día de hoy, tras el aldabonazo litúrgico de la pugna entre el pecado y la gracia, entre los valores y contravalores de toda nuestra vida, tiene resonancias políticas debido a que la Unión de Centro Democrático (UCD) ganó en 1979 las primeras elecciones legislativas, tras la promulgación de la Constitución española. Momento importante para nuestra democracia, pero tanto esa misma democracia como el partido político que se puso al frente y también el matrimonio y la consagración religiosa son realidades vivas que demandan atención y alimento. De hecho, la UCD se fue al traste por malas prácticas; la democracia española se tambaleó y se mantiene a duras penas a flote, nadando en un mar agitado; son muchos los matrimonios que terminan en divorcio y, hablando de la vida de los consagrados, de todos es conocido la cantidad de religiosos que viven al margen de las exigencias de los votos que han profesado, saltándose no solo los consejos evangélicos, sino también las líneas rojas del Código Penal.

Cáliz amargo

Lo dicho viene a demostrarnos que el viejo Adán sigue metiendo la nariz en nuestros asuntos y armándonos la marimorena. El correctivo cristiano, el gran cambio operado por Jesús de Nazaret, nos exige estar vigilantes, atentos a toda palabra que sale de la boca de Dios para vivir en profundidad, no como “muertos ambulantes”. Confiemos en que la meteorología cuaresmal presagie la llegada de un buen tiempo que sea propicio no solo para que la todavía inmadura democracia española alcance la mayoría de edad, sino también para que la vida de cada cual, sea cual sea nuestro oficio o dedicación, florezca como es debido y se alimente, no de las malditas manzanas bíblicas, sino de los hermosos valores que la hacen digna y humana.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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