"La Archidiócesis Castrense tiene hoy ante sí un reto y una oportunidad" ¿Para cuándo los diáconos castrenses en España?

"En el amplio panorama de la Iglesia en España, aún existen diócesis que no han reinstaurado el diaconado permanente, una realidad sorprendente"
"Entre estas diócesis destaca una de carácter muy singular: la Archidiócesis Castrense. Esta ausencia no es solo una carencia administrativa o pastoral, sino que representa una oportunidad profundamente desaprovechada"
"Es seguro que existen muchos militares con inquietudes vocacionales diaconales, policías nacionales, guardia civiles, tropa y marinería, suboficiales y oficiales, que desarrollarían una demandada labor pastoral"
"En otros países como Francia, Brasil o República Dominicana, los diáconos castrenses ya realizan una labor pastoral, litúrgica y social de gran valor. ¿Por qué no puede darse esa realidad también en España?"
"Es seguro que existen muchos militares con inquietudes vocacionales diaconales, policías nacionales, guardia civiles, tropa y marinería, suboficiales y oficiales, que desarrollarían una demandada labor pastoral"
"En otros países como Francia, Brasil o República Dominicana, los diáconos castrenses ya realizan una labor pastoral, litúrgica y social de gran valor. ¿Por qué no puede darse esa realidad también en España?"
En el amplio panorama de la Iglesia en España, aún existen diócesis que no han reinstaurado el diaconado permanente, una realidad sorprendente si se considera el impulso dado por el Concilio Vaticano II y las décadas transcurridas desde entonces. Entre estas diócesis destaca una de carácter muy singular: la Archidiócesis Castrense. Esta jurisdicción eclesiástica, no territorial, tiene la misión de acompañar pastoralmente a los miembros de las Fuerzas Armadas, la Guardia Civil, la Policía Nacional y a sus familias. Resulta llamativo que esta diócesis, tan profundamente vinculada a la vida espiritual de quienes sirven en el ámbito de la seguridad y la defensa, aún no haya reinstaurado el ministerio del diaconado permanente.
Esta ausencia no es solo una carencia administrativa o pastoral, sino que representa una oportunidad profundamente desaprovechada. El mundo castrense, por su misma naturaleza, requiere una presencia cercana, constante y profundamente humana de quienes anuncian el Evangelio y acompañan espiritualmente. Y en ese sentido, el ministerio del diácono permanente no solo es oportuno, sino también necesario, y no solo en caso de conflicto armado.

Hablo desde una experiencia personal. Como militar en excedencia y dentro de unos meses de vuelta al servicio activo, he vivido de cerca la dimensión religiosa en el ámbito militar. Durante mi estancia en la Guardia Real inicié mis primeros pasos hacia el diaconado. Recuerdo con cariño cuando el páter Serafín Sedano, capellán de la unidad, me regaló mi primer diurnal. Aquel pequeño gesto marcó un gran inicio: empecé a rezar la Liturgia de las Horas cada mañana, muchas veces acompañado por el también entrañable páter Luis López. Melero. Ese ambiente de oración compartida, de acompañamiento espiritual cotidiano, me hizo ver la fuerza silenciosa que tiene una presencia creyente dentro de un entorno militar.
Sin embargo, no todas las unidades cuentan con un capellán, y muchas misiones, destacamentos, cuarteles, bases o incluso buques navegan durante largos periodos sin asistencia espiritual estable. Precisamente en estos lugares, el papel del diácono permanente podría ser clave. En otros países como Francia, Brasil o República Dominicana, los diáconos castrenses ya realizan una labor pastoral, litúrgica y social de gran valor. Son hombres que, además de cumplir con sus responsabilidades militares o civiles, han sido ordenados para el servicio de la Iglesia y de sus hermanos. Celebran la Palabra, asisten a los enfermos, distribuyen la Comunión, bendicen, organizan la caridad, animan la oración comunitaria, sostienen espiritualmente a sus compañeros.
"En otros países como Francia, Brasil o República Dominicana, los diáconos castrenses ya realizan una labor pastoral, litúrgica y social de gran valor. ¿Por qué no puede darse esa realidad también en España?"
¿Por qué no puede darse esa realidad también en España? Imaginemos a un brigada diácono que, a bordo de un buque, cada día reuniera a sus compañeros para Celebrar La Palabra, reflexionar juntos, organizar momentos de adoración e incluso ejercer una función de Cáritas Castrense, labor diaconal por excelencia. O pensemos en un sargento en un destacamento, donde no hay capellán, y que pudiera mantener viva la dimensión espiritual de su unidad. Lejos de ser una idea difícilmente aplicable, se trata de una posibilidad pastoral concreta, realista y urgente.

Es evidente que la formación de estos futuros diáconos permanentes tendría que tener ciertas adaptaciones, en especial por las características del arzobispado castrense, distribuido por todo el territorio nacional. El mundo militar impone ritmos y destinos diversos: bases de la Armada en las costas, destacamentos del Ejército del Aire en zonas de montaña, misiones internacionales o acuartelamientos de la Guardia Civil en zonas rurales o comisarías urbanas de la Policía Nacional. Para todo ello, hoy existe una solución posible: la formación híbrida, con apoyo de clases online, materiales digitales y acompañamiento a distancia.
El arzobispo castrense podría establecer vínculos con los obispos diocesanos para que los aspirantes puedan integrarse en sus programas de formación junto a los candidatos de otras diócesis, manteniendo un seguimiento específico por parte de los capellanes castrenses más cercanos. La tecnología, tan presente en todos los ámbitos de la vida militar moderna, podría ponerse así al servicio de la vocación eclesial.
Además, los propios capellanes castrenses tendrían un papel decisivo en este proceso: acompañar, discernir y formar a los aspirantes, evaluando con realismo sus posibilidades, su disponibilidad y su madurez espiritual. Ellos son quienes mejor conocen el terreno, los destinos, los horarios, las exigencias reales del día a día. Y nadie mejor que ellos para descubrir posibles vocaciones al diaconado que brotan desde dentro del corazón mismo de nuestras unidades militares.
La Archidiócesis Castrense tiene hoy ante sí un reto y una oportunidad. Reinstaurar el diaconado permanente no es simplemente actualizar estructuras eclesiales, sino responder con creatividad y audacia a una necesidad pastoral muy concreta. Los capellanes presbíteros, sin duda, realizan ya una labor profunda y generosa. Pero los diáconos permanentes, desde dentro de las propias unidades, podrían ser verdaderos puentes entre la vida militar y la vida eclesial, servidores humildes y entregados de la liturgia, la Palabra y la caridad.
Es seguro que existen muchos militares con inquietudes vocacionales diaconales, policías nacionales, guardia civiles, tropa y marinería, suboficiales y oficiales, que desarrollarían una demandada labor pastoral, como aquel joven que, en la Guardia Real, con su diurnal en la mano, comenzaba cada mañana con la oración, acompañado de sus páteres, y que hoy sigue escuchando en su interior la llamada a servir, no solo con el uniforme, sino también desde el altar y el servicio para llevar la alegría de Jesucristo a aquellos que velan por la paz.

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