Hazme Justicia
| Faustino Vilabrille
La justicia-la oración
En el texto evangélico de ayer, domingo, 16/10/2022, nos habla Jesús de una pobre viuda, (que eran las personas más pobres, más desgraciadas, más miserables, más despreciadas de aquel tiempo), que acude al juez para que le haga justicia.
Mas de 900 millones de trabajadores y trabajadoras en el mundo, que son muy pobres, gritan: “hazme justicia”.
Y otros muchos millones más carecen de trabajo, y gritan aun más fuerte: “hazme justicia”.
Unos y otros suman cerca de la mitad de la humanidad.
Con las decenas de países que sufren conflictos internos y ahora aun peor con la guerra Rusia-Ucrania van a aumentar mucho más los empobrecidos de este mundo.
Todos ellos son hoy el grito de la pobre viuda del evangelio: “hacednos justicia”
Y el juez somos todos los países desarrollados que los oímos gritar y no los escuchamos, pero peores todavía porque aquel juez al menos le hizo justicia a la pobre viuda, y nosotros seguimos gastando lo que no necesitamos mientras ellos se mueren de hambre, de impotencia, de desesperación, de tristeza, de violencia.
Incluso algunos acudimos a las iglesias los domingos a pedirle a Dios que haga El lo que nosotros debemos hacer y no lo hacemos, y luego a veces nos quejamos de que Dios no nos escucha.
Muchas veces los jueces y legisladores de este mundo tampoco legislan y juzgan con justicia a pesar de tener grandes parlamentos o salas de justica, como el de Westminster con más de 1000 habitaciones y 3,5 kilómetros de pasillos; o el Palacio de Justicia de Bruselas: uno de los edificios de piedra más grandes del planeta. Su superficie total es de 26 000m². O el Parlamento de Budapest con más de 31600 m2 . Y por citar uno más, el Capitolio de Washington cuya cúpula de hierro fundido pesa más de 4 millones de kilos. ¡Si así de justas y robustas fueran sus leyes!
Pero, ¿Quién escucha los gritos de los millones de personas que habitan los 25 países más empobrecidos del mundo, casi todos en AÁrica, cuya esperanza de vida está entre los 53 y 66 años de vida?
¿Qué hacemos tantos millones de católicos en el mundo ante tanta tragedia? ¿A qué vamos a misa los domingos?
¿Quién escucha los gritos y llantos de tantos millones de personas? ¿Quién les hace justicia?
Por qué no gritamos a una:
-Que se acaben los ricos para que se acaben los pobres.
-Que se acaben los poderosos para que se acaben los débiles.
-Que se acaben los opresores para que se acaben los oprimidos.
-Que se acaben los grandes para que se acaben los pequeños.
-Que se acaben los injustos para que se acaben las injusticias.
-Que se acaben los gastos militares y las guerras para que se acaben las víctimas.
-Que se acaben los soberbios para que se acaben los humillados.
Si viniera hoy Jesucristo, qué nos diría a los que vamos a misa los domingos: ¿no nos echaría a todos fuera a latigazos como hizo en el templo de Jerusalén?
¡Cuánto falta por hacer en este mundo para que sea poco más humano, y por tanto más cristiano, en coherencia con la dignidad de toda persona humana!
La oración no es para pedirle a Dios que arregle este mundo, sino para decirle a Dios qué estamos dispuestos a hacer para hacerlo más justo, fraternal y solidario, donde todo ser humano pueda vivir dignamente, como Jesús de Nazaret que dice: “yo he venido para que todos tengan vida y vida en abundancia”. Sí, porque hoy hay de sobra para todos, pero falta justicia. Escuchemos a Jesús de Nazaret: “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia”.
Que así sea. Amén.