¿Ayunar en tiempo de cuaresma?
El ayuno es una de las prácticas cristianas que acompañan el tiempo de cuaresma aunque muchos cristianos han dejado de realizarlo porque no le encuentran el sentido en estos tiempos actuales. En realidad, esta, como todas las prácticas de fe, necesitan actualizarse y ser significativas para la sensibilidad de cada momento. Ya en tiempos de Jesús, se desató una controversia frente al ayuno porque él y sus discípulos no ayunaban, como sí lo hacían los discípulos de Juan (Mt 9, 14-17). La respuesta que da Jesús es que no se puede ayunar cuando se está en tiempo de fiesta, es decir, si ellos reconocen en él al Dios de la vida, no pueden menos que vivir la alegría del encuentro y no pretender quedarse con lo antiguo –sea el paño viejo o los odres viejos –según dice el relato-: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos porque estos se romperían”. En otras palabras, el ayuno es para la persona no la persona para el ayuno. De esta manera podemos preguntarnos a cada momento: ¿cuál es el ayuno que Dios quiere de mí en este momento concreto, según las necesidades de las personas que me rodean? Y no faltarán miles de motivos para encontrar ayunos que signifiquen y llenen de sentido la vida: ayuno de envidias, de pesimismo, de falta de caridad, de falta de solidaridad o compromiso. Sin duda, el símbolo adoptado por la iglesia de privarnos de los alimentos se recrea totalmente cuando esa privación se traduce en un compartir efectivo con aquellos que padecen hambre real. Y esta situación nos toca muy de cerca. Todavía mueren niños y adultos por desnutrición, hecho inaudito en una sociedad donde el lujo y el exceso claman al cielo pidiendo que a nadie le falte lo necesario para vivir. Busquemos, por tanto, ese ayuno que Dios nos pide en este tiempo cuaresmal y vivámoslo con la conciencia y sentido que una práctica así, merece.