Cuaresma: tiempo de conversión
La liturgia nos recuerda que para celebrar el misterio pascual –centro de nuestra fe- necesitamos disponernos a entrar en la dinámica de conversión que nos sensibiliza ante la realidad de Dios y nos compromete con su llamada. Esto corresponde al tiempo de cuaresma que estamos viviendo. Pero, ¿qué significa convertirnos? la conversión no es tanto mirarnos a nosotros mismos para arrepentirnos de los pecados cometidos. Aunque esto es importante y lo supone, la conversión nos invita más a mirar al Señor, escuchar su voz y disponernos a secundar sus iniciativas. Es dejar de responder a nuestros intereses y responder a los intereses de Dios. Es salir de nuestro pequeño mundo y mirar el mundo como Dios lo mira para darnos cuenta de sus necesidades y querer responder a ellas. Como tantas veces hemos recordado, la Palabra de Dios es muy clara al decirnos que el Señor quiere “misericordia y no sacrificios” (Mt 9, 13), expresión que Jesús les dice a sus contemporáneos cuando critican que se acerque a Mateo, recaudador de impuestos, oficio que no debía ejercerse si se quería ser un judío fiel. Pero Jesús, precisamente a causa de su situación, se acerca a él y más aún lo invita a seguirlo. Como tantos otros pasajes del Nuevo Testamento, Jesús nos desinstala y rompe las barreras de pureza que nos hacen creernos dignos ante Dios y juzgar a los demás como no dignos. Para Jesús, precisamente aquellos que las normas y ritos excluyen de la comunión divina, son los primeros destinatarios del reino. Con esta actitud, el tiempo de cuaresma ha de movernos a la misericordia, reconociendo todas las situaciones donde Dios quiere llegar y necesita de nosotros para hacerlo. Que nuestras actitudes alcancen a todos para que descubran al Señor de la vida que llama a todos a compartir la mesa del Reino donde la presencia del Resucitado se hace realidad.