"Hay que ponerse al lado de la justicia" Llega el Niño del pesebre y ¿qué dice a nuestra convulsionada América latina?
Falta mucho para que la voz de muchos cristianos y jerarcas sea verdaderamente profética frente a la realidad que se vive
Llega nuevamente el Niño del pesebre, el mismo que nos trae la paz por su fidelidad al anuncio del reino, aún a costa de su propia vida. ¿Sabremos reconocerlo en nuestra realidad actual?
Navidad es tiempo de alegría y reconciliación. Pero ¿qué tipo de reconciliación? El texto del profeta Isaías puede iluminarnos para dar una respuesta. Es un texto donde la paz y la convivencia llegan a ser posibles en situaciones extremas: “serán vecinos el lobo y el cordero y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos y un niño pequeño los conducirá” (11,6). El texto continúa hablando de la vaca y la osa, el león y los bueyes, el niño y la víbora, etc. “Nadie hará daño, nadie hará mal, en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento de Yahvé” (11, 9). Ahora bien, ¿cómo se logra esa convivencia de opuestos? Isaías lo ha anunciado al inicio: “Saldrá un vástago del tronco de Jesé sobre quien reposará el espíritu de Yahveh, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh (…) No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón sus flancos” (11, 1-5).
Iluminando este tiempo de navidad con este texto podemos aplicarlo al Niño Jesús que nace. Nadie como él puede encarnar ese espíritu de sabiduría e inteligencia, fortaleza y ciencia y, sobre todo, justicia para los débiles y rectitud para con los pobres de la tierra. La comunión entre diferentes o la superación de los conflictos que supone las visiones contrarias será posible porque llega “Alguien” capaz de transformar las situaciones. Es decir, la reconciliación no es fruto del olvido del conflicto que se vive sino del discernimiento y del cambio de las causas que lo provocan.
Esto ha sido evidente en nuestra América Latina. El teólogo español, González Faus, hablando también del contexto europeo, ha dicho que el 2019 “pasará a la historia como el año del desencanto y la indignación”. Y, efectivamente, hemos visto como, en muchos países, se ha levantado el pueblo, no convocado por una bandera partidista, sino por una realidad social y política: la urgencia de la justicia social, la inaplazable transformación de los sistemas económicos injustos que “matan”, como lo ha expresado claramente el Papa Francisco (Evangelii Gaudium 53). Por su parte, el presidente del Celam, Mons. Cabrejos, afirmó que “algunos países son gobernados por líderes que no saben comprender las demandas de la población” y repasa las situaciones latinoamericanas de los últimos meses, cuestionando a los organismos del Estado por el excesivo uso de la fuerza que han utilizado para controlar la protesta, llegando a cometer auténticas violaciones a los Derechos Humanos.
Pero, aún falta mucho para que la voz de muchos cristianos y jerarcas sea verdaderamente profética frente a la realidad que se vive. No hay un reclamo fuerte y claro a que se escuchen las demandas del pueblo. Su voz se queda, muchas veces, en invocar que cese la violencia. Por supuesto que no se puede querer la violencia y hay que invocar que cese, pero hay que ponerse del lado de la justicia, de la denuncia, de la rectitud, de los derechos humanos, de la conciencia crítica, de la comprensión más global y completa de lo que pasa en la realidad.
Navidad es tiempo de invocar la paz pero, como tantas veces se ha dicho, de una paz que “surge de la justicia” (Is 32,17). Por eso, me atrevo a afirmar, que no habrá paz en Venezuela si no se promueve el diálogo con el gobierno actual; no habrá paz en Bolivia si no se promueve el valor del pueblo indígena y las conquistas que han alcanzado; no habrá paz en Argentina y en Chile si no se condena el neoliberalismo exacerbado que ha incrementado de manera tan exagerada la pobreza; no habrá paz en Colombia si no hay voluntad política para cumplir con los Acuerdos de Paz y no se hace una reforma tributaria a favor de los pobres; y, así en cada país, con la complejidad que conlleva cada realidad particular, realidad que excede las afirmaciones que hice antes pero que las incluyen.
Llega nuevamente el Niño del pesebre, el mismo que nos trae la paz por su fidelidad al anuncio del reino, aún a costa de su propia vida. ¿Sabremos reconocerlo en nuestra realidad actual? ¿Nos sabremos situar del lado del pueblo y escuchar sus demandas? Porque los gobernantes no quieren escucharlas, pero los cristianos ¿sabremos escucharlas? Ojalá que el Niño nos ayude a hacerlo y se note en una voz profética que haga justicia a la radicalidad del evangelio.
Foto tomada de: https://www.elheraldo.hn/mundo/1253717-466/la-convulsionada-realidad-de-la-juventud-en-america-latina