"Contribución cristiana en términos de paz y reconciliación" El aporte de los cristianos ante la realidad que vivimos en América Latina
¿Es posible ser neutral en la realidad humana que vivimos? Verdaderamente eso es imposible. Es necesario definirse por algo, de lo contrario se deja el vacío para que lo contrario acontezca
No es fácil acertar en el cómo nuestra fe debería notarse, enriquecer, proyectar, transformar y cuidar de la realidad, haciendo posible un mundo que sea cada vez mejor, más fraterno y sororal, una casa común donde se garantice la vida para todos y todas
Es responsabilidad del ser cristiano no caer en relatos ingenuos o simplistas sino en indagar muy a fondo cuáles son las fuerzas que están en juego en cada realidad para comprenderla y poder hacer juicios más sensatos
Los cristianos estamos llamados no a decir “reconciliémonos” sino a entender las causas de lo que pasa para iluminarlas desde la fe, discernirlas y comprometernos con acciones concretas que, en verdad, hagan posible la reconciliación
Es responsabilidad del ser cristiano no caer en relatos ingenuos o simplistas sino en indagar muy a fondo cuáles son las fuerzas que están en juego en cada realidad para comprenderla y poder hacer juicios más sensatos
Los cristianos estamos llamados no a decir “reconciliémonos” sino a entender las causas de lo que pasa para iluminarlas desde la fe, discernirlas y comprometernos con acciones concretas que, en verdad, hagan posible la reconciliación
La situación tan convulsionada de muchos países de América Latina hace que se levanten voces invocando la contribución cristiana en términos de paz y reconciliación. Pero esto ¿qué significa exactamente?
Para algunos, es no irse a ningún extremo y mantenerse en una postura “neutral”. ¿Es posible ser neutral en la realidad humana que vivimos? Verdaderamente eso es imposible. Es necesario definirse por algo, de lo contrario se deja el vacío para que lo contrario acontezca. Por eso hay que pensar muy bien, cuál es la opción que se asume y en qué razones se sustenta.
Para otros, es defender los “valores cristianos” pero estos casi siempre consisten en oponerse a las leyes que buscan legalizar el aborto, la eutanasia o los derechos de la población LGTBIQ pero no parecen incluir la exigencia de una vida digna para todos y todas, especialmente los más pobres. Salir a la calle para exigir esos derechos fundamentales no es muy común entre muchos cristianos, pero hacerlo por las causas antes aducidas si es bastante cotidiano.
No parece que haya mucha coherencia con la praxis de Jesús del que bien conocemos su preocupación por las situaciones que aquejaban a sus contemporáneos -enfermedades, exclusiones, pobreza- y a las que respondió buscando transformarlas. Leer el pasaje programático de la misión de Jesús de Lucas 4, 18-19, debería ser una acción cotidiana para no olvidar que se sigue al Jesús que ofrece la liberación de los males que aquejan al ser humano, cuestionando a los que los producen, sabiendo que eso incomoda, trae persecución e incluso la muerte (como le sucedió a Jesús).
Otros buscan formar “lideres cristianos” para que influyan en las estructuras sociales. Esta ha sido la tarea de las instituciones educativas católicas, pero no parece que se puedan recoger demasiados frutos. No se ve que su influencia se note en políticas incluyentes y que, en realidad, respondan a los cambios estructurales que los países necesitan. ¿Qué tipo de liderazgo aprenderán que solo parecen repetir “más de lo mismo” sin lograr algún cambio significativo?
Definitivamente no es fácil acertar en el cómo nuestra fe debería notarse, enriquecer, proyectar, transformar y cuidar de la realidad, haciendo posible un mundo que sea cada vez mejor, más fraterno y sororal, una casa común donde se garantice la vida para todos y todas. Sin embargo, algunas reflexiones pueden plantearse y quizás, tal vez ayuden, para responder a la situación actual de manera comprometida.
Situándonos en América Latina hace poco escuché a alguien que describía la situación como un momento de populismos de izquierda y de derecha y que la tarea del cristiano era no caer en ningún extremo e ir contra toda violencia. Esto último me parece sensato pero esa presentación general de todo el continente me hizo pensar que, no podemos tomar a América Latina en bloque ni creer que sus procesos políticos son meros extremismos. Cada país tiene una historia muy distinta y unos desarrollos propios, en el que se entremezclan características particulares que no pueden compararse.
Una cosa es Colombia con una historia de conflicto interno y una porción de pueblo que se opone a los Acuerdos de paz (incluidos sectores creyentes) y otra muy distinta es, por ejemplo, la realidad boliviana donde la impronta de la cultura indígena, por nombrar alguna particularidad, presenta un horizonte diferente. Y así de cada país se podría decir algo que hace única su situación. Creo, entonces, que es responsabilidad del ser cristiano no caer en relatos ingenuos o simplistas sino en indagar muy a fondo cuáles son las fuerzas que están en juego en cada realidad para comprenderla y poder hacer juicios más sensatos.
No siempre sucede eso y vemos a algunos creyentes e incluso jerarquías eclesiásticas repitiendo discursos más ideológicos (ideas sin fundamento) que reales, negando datos importantes para comprender la realidad y sin la sensatez suficiente para discernir que no todo son extremismos sino exigencias sociales, que no todo es comunismo sino búsqueda de propuestas políticas distintas, que no todo está en contra de la iglesia, sino que hay reformas que pueden afectarle, pero tal vez debe ser así para dejar sus privilegios.
También me parece importante comprender que el no estar de acuerdo con la violencia no significa evadir los temas y no dialogar sobre ellos. Precisamente frente a la realidad que vivimos necesitamos más que nunca un diálogo sincero y abierto que esté dispuesto a escuchar al otro y darle alguna credibilidad, que ofrezca argumentos sustentados y discierna las consecuencias reales de una determinada postura. La solución de no hablar de política para no pelearse con la familia o los amigos, no es la más adecuada, porque nuestra responsabilidad nos pide buscar soluciones, buscar la paz y la reconciliación, pero esto no se logra evadiendo los problemas sino afrontándolos hasta que encontremos alguna salida.
Por último, es válido y hasta necesario que haya pluralidad y que todos no pensemos lo mismo. Pero tampoco podemos pensar de manera opuesta. Si esto pasa, no estamos mirando desde el mismo lado y los cristianos tenemos un lado para mirar: el evangelio, la praxis de Jesús, el proyecto de Dios sobre la humanidad. Son tiempos convulsionados, realmente, pero los cristianos estamos llamados no a decir “reconciliémonos” sino a entender las causas de lo que pasa para iluminarlas desde la fe, discernirlas y comprometernos con acciones concretas que, en verdad, hagan posible la reconciliación.
(Foto tomada de: httphttps://www.eluniverso.com/noticias/internacional/colombia-lleva-tres-semanas-con-protestas-en-contra-del-presidente-ivan-duque-nota/)
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