"No es un parlamente democrático, sino una participación eclesial, siempre con Pedro y bajo Pedro" Sinodalidad no es democracia
Es un Sínodo de Obispos; por ello son mayoría; pero hay que escuchar a los demás integrantes del Pueblo de Dios, pues los Obispos estamos para ellos, no para encerrarnos en nosotros mismos
Se han escuchado voces que desconfían de este Sínodo. Se imaginan que, por mayoría de votos, la Iglesia podría aprobar cosas contrarias a la Divina Revelación. Temen que, por ejemplo, la mayoría diga que el adulterio no es pecado, que la práctica homosexual es correcta, que la constitución jerárquica de la Iglesia se cambie. Desde luego que hay voces que así lo piensan y lo exigen. Pero sinodalidad, que es participación de todo el Pueblo de Dios, no es equivalente a democracia
MIRAR
Se está iniciando en Roma la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que fue instituido por el Papa San Pablo VI. Participan 365 personas de todo el mundo con derecho a voz y voto, el 80% obispos, y el 20% sacerdotes, religiosas y laicos, de los cuales 54 son mujeres, con una buena representación de jóvenes. El título que guía las reflexiones se titula: Por una Iglesia sinodal: comunión, misión, participación. Su objetivo es escuchar cómo está el mundo y cómo está la Iglesia, y proponer algunos caminos para que el Evangelio salvífico llegue más eficazmente a la sociedad. Es un Sínodo de Obispos; por ello son mayoría; pero hay que escuchar a los demás integrantes del Pueblo de Dios, pues los Obispos estamos para ellos, no para encerrarnos en nosotros mismos. En cambio, en la Asamblea Eclesial de América Latina, promovida por el CELAM, y en el Encuentro Eclesial de México, promovido por nuestra Conferencia Episcopal, que no son Sínodos, la gran mayoría eran laicos y sus propuestas son indicativas. Son eventos diferentes, pues este Sínodo elabora propuestas, que se presentan al Papa, para que él decida lo más pertinente, siempre en fidelidad a la Palabra de Dios, siempre en seguimiento de Jesús. Los participantes en el Sínodo hacen propuestas, con votaciones, pero esas propuestas son analizadas y, en su caso, aprobadas por el Papa. Por tanto, el Sínodo no es un parlamente democrático, sino una participación eclesial, siempre con Pedro y bajo Pedro.
Se han escuchado voces que desconfían de este Sínodo. Se imaginan que, por mayoría de votos, la Iglesia podría aprobar cosas contrarias a la Divina Revelación. Temen que, por ejemplo, la mayoría diga que el adulterio no es pecado, que la práctica homosexual es correcta, que la constitución jerárquica de la Iglesia se cambie. Desde luego que hay voces que así lo piensan y lo exigen. Pero sinodalidad, que es participación de todo el Pueblo de Dios, no es equivalente a democracia. Se escuchan opiniones, se discute, se estudia, y sobre todo se hace oración, para que el Espíritu Santo les ilumine y se proponga lo más conforme al Evangelio, pues la comunidad eclesial, incluido el Papa, no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio. El objetivo es que seamos más fielmente a Jesús.
DISCERNIR
En el Documento Preparatorio para este Sínodo, claramente se dice en el No. 14: “Los Pastores, como auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia, no teman disponerse a la escucha de la grey a ellos confiada: la consulta al Pueblo de Dios no implica que se asuman dentro de la Iglesia los dinamismos de la democracia radicados en el principio de la mayoría, porque en la base de la participación en cada proceso sinodal está la pasión compartida por la común misión de evangelización y no la representación de intereses en conflicto.
En otras palabras, se trata de un proceso eclesial que no puede realizase sino en el seno de una comunidad jerárquicamente estructurada.
Es en el vínculo profundo entre el sensus fidei del Pueblo de Dios y la función del magisterio de los pastores donde se realiza el consenso unánime de toda la Iglesia en la misma fe.
Cada proceso sinodal, en el que los obispos son llamados a discernir lo que el Espíritu dice a la Iglesia no solos, sino escuchando al Pueblo de Dios, que «participa también de la función profética de Cristo» (LG, n. 12), es una forma evidente de ese «caminar juntos» que hace crecer a la Iglesia.
Los obispos tengan la preocupación de alcanzar a todos, para que en el desarrollo ordenado del camino sinodal se realice lo que el apóstol Pablo recomienda a la comunidad: «No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno» (1Ts 5,19-21).
Y en el Instrumentum laboris (Cuaderno de trabajo)para esta Asamblea Sinodal, se dice en el No. 10: “La Asamblea sinodal tendrá la tarea de discernir e identificar algunos pasos concretos para seguir creciendo como Iglesia sinodal, pasos que luego someterá al Santo Padre. Sólo entonces se completará esa particular dinámica de escucha en la que «cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el “Espíritu de verdad” (Jn 14, 17), para saber lo que Él “dice a las Iglesias” (Ap 2,7)».
Citando al Concilio Vaticano II, el No. 12 recuerda: “Cada una de las partes colabora con sus dones propios con las restantes partes y con toda la Iglesia, de tal modo que el todo y cada una de las partes aumentan a causa de todos los que mutuamente se comunican y tienden a la plenitud en la unidad, [...] permaneciendo inmutable el primado de la cátedra de Pedro, que preside la asamblea universal de la caridad, protege las diferencias legítimas y simultáneamente vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla”(LG 13).
ACTUAR
¿Qué nos toca hacer por esta Asamblea Sinodal? En su preparación, pudimos y debimos aportar nuestra voz. Ahora, orar mucho al Espíritu Santo, para que ilumine a los participantes y al Papa, nos ayuden a corregir lo que está mal en nuestra Iglesia y ser más fieles a Jesús, pues Él es nuestra luz divina, nuestra verdad que no cambia, nuestro camino de vida eterna, nuestra vida plena.
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