Gracián revisado (y Claves de la vida 63)

Releer a Baltasar Gracián resulta gracianesco: por una parte tiene su gracia, por otra su desgracia. La gracia está en la agudeza y el ingenio, la desgracia está en la oscuridad y el disimulo. La gracia remite al bien, la verdad y la belleza; la desgracia trasmite el mal, la mentira y la fealdad. Nuestro autor se mueve entre el renacimiento y el barroco, la razón y la irrazón, el cielo y el infierno. Pues eso es el mundo según Gracián, una mezcla de luz y tinieblas, positividad y negatividad, felicidad e infelicidad, amistad y enemistad. Especial atención nos merece aquí su obra “Oráculo manual y arte de la prudencia”, que nos servirá de guía o guión para este comentario.

El “Oráculo” es un libro moralizante y desmoralizador, plagado de avisos y advertencias que a menudo se contradicen y, por lo tanto, se contrarrestan o moderan unas a otras. El relaciocinio de los contrarios preside esta obra, escrita bajo los auspicios de una prudencia equilibradora de los contrastes, que no pudo evitar las cornadas del toro de la Inquisición, la cual recriminó al clérigo Gracián ser un buscador profano del triunfo o éxito mundano y, en definitiva, de cierta felicidad terrestre en un mundo enmarañado.

1 (Oráculo manual y arte de prudencia)
La obra de Gracián, como su vida y nuestra vida, es una contradicción andante que tratamos de moderar cuasi musicalmente. Pero en el caso de nuestro autor la cosa se empecina, ya que vende consejos y consejas que no cuadran para sí mismo ni acaban de servir. Predica prudencia pero practica también cierta imprudencia, ya que como jesuita escribe de asuntos tan seculares y tan libre o liberalmente que será censurado, fustigado y finalmente castigado por su propia orden. En realidad, el autor y su obra tratan de conjugar ortodoxia y heterodoxia, tradición y modernidad, de ahí la búsqueda de un medio o mediación entre el ideal sublime y la realidad desublimada, entre la religión y el mundo, lo sustancial o esencial y lo accidental o circunstancial.
El modo gracianesco de mediar entre la virtud y la vividuría se denomina “antiperístasis”, que significa encuentro/encontronazo entre caracteres opuestos, que sin embargo logran configurar una unidad de sentido relacional. El “buen sentido” es la máxima de esta moral, fundada en la fundición de los contrastes. Este buen sentido se basa en el “despejo” o despejamiento, que ha de interpretarse como apertura y no cerrazón, como ajuste de contrarios y reajuste de opuestos: como un “saber vivir” que posibilite la sobrevivencia. Esta sobrevivencia no es realmente una supervivencia o vivencia-super, sino un modus vivendi, ya que el discreto gracianesco no vive como quiere, sino como puede.
Vivir como se puede, y no como se quiere, expresa la encrucijada de B.Gracián, situada entre la Inquisición oficial y las inquisiciones oficiosas, entre la ortodoxia establecida y su heterodoxia personal. La figura de Gracián se mueve entre desgracianes o desgracianos, en un mundo (des)calificado por nuestro autor como inmundo, cohabitado por la milicia, la malicia y la molicie. Es un mundo de apariencias terrenales y apariciones sobrenaturales, que hay que descifrar crípticamente, apostando por el ser interior pero teniendo en cuenta social el parecer exterior. La prudencia que nuestro autor predica y practica a su modo, remite por una parte a la ortodoxia clásica y tradicional, pero por otra connota providencia o previdencia, así pues previsión crítica.

2 (Persona y personaje)
La previsión crítica se ejerce ante la Inquisición y la ortodoxia, la envidia y la ruindad, ya que la coexistencia humana resulta polémica y peligrosa. Por eso hay que evitar enfrentarse en competitividad, afrontando más bien la realidad hostil con precaución y adaptación, ladinamente, pero sin dejar de ser persona, que es la quintaesencia de nuestro ser. Saber vivir es saber convivir, mostrando lo mostrable y celando lo íntimo.
En este contexto de vigilancia inquisitorial, el disimulo es inevitable para poder sobrevivir. Gracián propone hablar con los más, pero sentir con los menos (aforismo 43).
Hay pues en la vida y en la obra gracianesca un punto de hipocresía social, que parece exigido por la falsilla de este mundo vergonzante. Es verdad que para nuestro autor la persona ocupa el trono central de la existencia moral, caracterizada por la virtud del héroe que milita contra la malicia. Pero la persona interior se desenvuelve como personaje exterior, y este requiere cuidados y cautelas que amparen su dignidad. Aquí Gracián desgrana un discurso típicamente barroco, en favor de la persona-personaje público o social, cuyo señorío y reputación, prestigio y fama hay que apuntalar frente a sus detractores o contrincantes.
Nos las habemos con el héroe cortesano y político, cuya grandeza debe ser interior pero también exterior. Ser y parecer. El concepto mediterráneo de la honra se adueña así del auténtico dueño, el cual asume el honor frente al deshonor, la nobleza frente a la vileza y la compostura frente a la impostura. Un tal héroe o señor se viste de león o de zorro, según pueda hacer valer la fuerza o la maña. Pero el dominio que exige a los demás en su condominio ha de practicarlo consigo mismo como autodominio.

3 (Inquisición y picaresca: ortodoxia y picardía)
Lo más problemático de Gracián es un incierto fariseísmo que parece conlleva su moral, que a menudo justifica los malos medios por el buen fin o final. Los jansenistas de Port-Royal, con Pascal a la cabeza, acusaron ya a la moral jesuítica de laxitud por su casuística, la cual hacía de ella una especie de moral situacional. Sin embargo, lo más problemático es también lo más emblemático y celebrado, ya que el fariseísmo se ejerce en un contexto de Inquisición y ortodoxia que solo se puede eludir heterodoxamente. El propio literato es el mejor ejemplo de la necesidad del disimulo personal frente a las autoridades civiles y religiosas, cuya rimbombancia y dogmatismo fustiga ladinamente, o sea, judaicamente, de acuerdo precisamente a sus probables orígenes judaicos.
La heterodoxia de Gracián no es solo crítica de la apariencia cortesana y religiosa, sino también de la apariencia del pueblo llano enajenado o alienado. La paradoja estriba en que nuestro autor tiene que hacerse fariseo para no descubrir su crítica antifarisaica a derecha e izquierda, por arriba y por abajo. No extraña que los incultos no le entiendan y los cultos le malentiendan, pero la autoridad eclesiástica sí que lo entiende y lo acaba condenando al ostracismo.
La propia filosofía de Gracián no ha de verse entonces como una filosofía heroica de la verdad, que acaba considerando imposible o mentirosa, ni tampoco como una moral de la sinceridad y la franqueza, que acaba considerando barriobajera e impracticable. De acuerdo con su teoría y práctica del medio frente a los extremos (in medio virtus), nuestro autor acaba afirmando la verdad aunque encarnada humanamente como “buen sentido”. En este contexto relacional se afirma la persona pero en su circunstancia, se afirma la sustancia pero en medio de los accidentes, se afirma la esencia pero en su contexto existencial. Por eso trata de “dorar” la verdad, humanizar la persona y contextualizar la esencia o sustancia, porque el ser debe mostrase en el aparecer, el vivir en el dejar vivir y la cultura en el cultivo interhumano.
La cultura nos hace personas, dice el aforismo 87, y toda persona tiene el derecho gracianesco a “vivir bien”. No hay que pecar contra nuestra propia felicidad, afirma nuestro escritor, y añade que debemos cultivar el éxito hasta en la propia muerte, sin duda porque la muerte se define como “éxitus” final. Nuestro autor preconiza pues la propia conveniencia, una conveniencia que incluye andar con cuidado en el contexto inconveniente de este mundo: por eso aconseja al no casto que al menos sea cauto, así como a todo el mundo evitar creer o querer fácilmente. Una visión escéptica del mundo, y una revisión cínica de la humanidad.

3 (Ambigüedad y ambivalencia)
La vida y obra de B.Gracián trata de encontrar el justo medio entre los extremos, coligando así la razón y el corazón, la naturaleza y el arte, hechos y dichos. Es cierto que en Gracián los hechos son varoniles y las palabras femeniles, pero su coyunda o conjunción hace al hombre “sabio en dichos y cuerdo en hechos”, o sea, un hombre cabal.
El problema de Gracián es que el medio que busca entre los contrarios a menudo resulta estático, en lugar de buscar un medio dinámico y remediador. Frente al mero medio (in medio virtus) se trataría de posibilitar la mediación dinámica de los opuestos (in mediatione virtus). La ambigüedad estática de Gracián debe revertir en una ambivalencia que implica la doble valencia, lo que nosotros denominamos la dialéctica como dualéctica de los contrarios.
Esta dualéctica de los contrarios se requiere precisamente frente al dualismo tradicional, típicamente barroco y español, entre la ortodoxia oficial y la heterodoxia ladina, entre la Inquisición y la picaresca o la picardía, entre la verdad ideal y la realidad real. En medio queda dinámicamente distendida la razón encarnada, o sea, el sentido humano de lo real, el cual trata de remediar la ortodoxia de la derechona y la herética de la izquierdona a través de una democracia integradora frente a todo integrismo.
La corrupción que nos corrompe y las corruptelas que sacuden nuestra actualidad son factores condicionados por el desencuentro y el extremismo entre la tradicional ortodoxia moral y la picardía (in)moral, entre el ser y el mero aparecer, entre el arriba y el abajo, la vertical y la horizontal, la nobleza y el vulgo.
El propio Gracián parte de una ortodoxia greco-cristiana representada al principio por el héroe clásico y su virtud tradicional, hasta recaer en una heterodoxia personal que acaba confrontándose no solo con la Inquisición sino con la ortodoxia oficial u oficiosa. Su héroe originario acaba desengañado de este mundo y, apoyado por la prudencia, se distancia tanto de la ortodoxia irreal como de la realidad mundana o pagana.

4 (Disidencia)
La prudencia gracianesca acaba siendo doble, ya que se ejercita frente a la prepotencia de arriba y a la impotencia de abajo. La picardía y la disidencia traducen la vieja picaresca prudentemente a un lenguaje aforístico claramente heterodoxo, y que definen a su autor como diferente: dis-idente.
Quizás la actualidad de Gracián esté precisamente en encarnar un tipo cultural de clase media que trata de (re)mediar el hiatus entre la nobleza y el vulgo, entre la razón y la pasión, cuya síntesis es su famoso buen sentido. En su obra fundamental “El criticón”, nuestro autor presenta la mediación entre el culto o racional Critilo y el irracional o natural Andrenio. Al final el héroe gracianesco de sus primeras obras se convierte en un héroe antiheroico, que ya no busca la supervivencia sobrehumana sino la sobrevivencia humana.
Ya no nos gusta el Gracián heroico ni tampoco el consejero áulico, pero interesa hoy el Gracián farisaico porque sabemos que tuvo que disimular con la nobleza, el clero y el vulgo, o sea, con todos los que conformaban una sociedad de la simulación, el engaño y la corrupción, lo cual resulta muy actual. A este respecto la moral católica tradicional no parece aceptarse ni practicarse buenamente, acaso porque resulta inaccesible e impracticable, ya que la facienda no tiene enmienda.
Sin embargo, hay cierto medio o mediación democrática al caso, una especie de remedio cultural que consiste en la virtud pública o política de la prudencia, ya no contemplada estática sino dinámicamente, o sea, como providencia o previdencia: previsión y provisión.

5 (Contradicciones)
En su obra “Oráculo manual y Arte de la prudencia”, Baltasar Gracián oscila entre la ortodoxia y la heterodoxia, el héroe y el antihéroe, la Inquisición y la picardía moral, el lenguaje recto y el lenguaje retorcido, la razón prudente y la desazón aforística. Tanto su vida como en su obra exponen la contradicción entre renacimiento y barroco, la virtud y su adaptación, la claridad y la oscuridad, la norma literaria y la picaresca literaria.
La picaresca literaria es la aforística: un prestigio que se basa en la prestidigitación barroca del lenguaje y sus juegos de palabras. Por cierto, un tal lenguaje retorcido parece derrumbar las populares virtudes aragonesas de la franqueza y la testa ruda (la terquedad del testarudo), aunque apuntalan el sustancialismo aragonés siquiera matizado y circunstanciado.
Por lo demás, Gracián es proteico e independiente, abierto y suyo, racional y apasionado, paradójico aunque no le guste lo estrambótico. Y es que, como dice en otra ocasión, no se vive de un solo criterio, pues sabe que todo tiene sus pros y sus contras. Por eso es un optimista desiderativo y un pesimista espectativo. Pero es un tipo fino y aun exquisito, ya que aprecia más el aprecio que el propio afecto, y no oculta que (lo) disimula como todos los demás.

(Conclusión)
Este disimulo programático de B.Gracián llegaría hasta el punto de no tomar tan en serio como nosotros sus consejos y advertencias morales, ya que en su existencia vive de modo tan libre o liberal que sus superiores lo llaman a capítulo y orden. Esta independencia personal de nuestro autor refleja sin duda un radical “personalismo” (cristiano), operante tanto en la vida como en la obra de este aragonés universal.
La persona graciana se caracteriza por su sensibilidad y comprensión, por su sustancialidad y magnanimidad( aforismos 129, 175, 266). La clave está en su interioridad, o sea, en su sentido interior (aforismo 48), el cual no debe encerrarse o ensimismarse sino abrirse al sentido común: críticamente. De esta guisa, el personalismo graciano se convierte en interpersonalismo gracianesco: con todas las cautelas ya advertidas.

(Bibliografía mínima):
-Baltasar Gracián, Oráculo manual y arte de prudencia: ediciones varias.
-A.Ortiz-Osés, La figura del trickster: el bufón salvador (sobre Gracián y el Saputo), en: La herida romántica (Anthropos); así como Aforística y arte de ingenio, en: Del sentido de vivir y otros sinsentidos (Anthropos).


CLAVES DE LA VIDA 63


---Dime qué Dios proyectas y te diré qué introyectas.
---El padre como poyo o apoyo: papa o papá, abbá o apa, aúpa.
---A veces lo sagrado nos ha consagrado vivos.
---Llegamos a nuestros límites: pero al llegar al límite vemos cosas que no veíamos en un horizonte ilimitado.
---Ortega era el espectador: yo soy el espectante.
---Apenas si leo novela: es mi limitación salvadora.
---La novela es el río: el poema es el mar.
---La poesía es el significado sentido: el sentido significante y sonante, cantábile o cantable.
---La poesía como sentido cantable: la filosofía como sentido contable (relación-relato conceptual).
---La fenomenología del significado resulta abstracta sin la hermenéutica del sentido.
---En la vejez hay que aprender a descartarse: de cartas, de cargos, de cargas y de uno mismo.
---La vida es orden y desorden, armonía y disarmonía, formalidad e informalidad.
---Alguien pondera mi espontaneidad real: yo la llamaría libertad posible.
---Primero vivir y simultáneamente filosofar: pues para vivir hay que filosofar.
---La pereza de mi ordenador me desespera.
---El solitario no evita la soledad: la invita.
---Agobiado por la propaganda de mi Libro de símbolos en la red, abro su recuadro y estupefacto leo: temporalmente no disponible.
---El hombre es como un pavo real: al principio se pavonea, pero al final resulta pavoroso y acaba despavorido.
---La infra-actuación del Rey Juan Carlos: y la sobre-actuación del Rey Felipe.
---Alguien tan independiente como yo, no pide la independencia: no es independentista.
---Los catalanes como culés y caganés: Freud consideraba la obsesión anal como ahorrativa.
---La vieja definición de la nada: un hombre desnudo con las manos en los bolsillos.
---El joven patito de cuello verdeazul con el que he hablado junto al Ebro, quizás me identifica como un patoso: vuelvo a verlo solitario y nos miramos largamente, yo le digo cuá-cuá y el responde a veces, nos camelamos mutuamente.
---En Zaragoza la gente viene con toda la familia a ver el río cuando se desborda: pero a mí me gusta abordarlo en solitario cuando no se desborda.
---Canturreando al anochecer por la orilla del Ebro crecido: crecido él y crecido yo, chapoteando imaginalmente sobre las aguas dinámicas.
---El tiempo descubre lo latente y recubre lo patente.
---Después de todo, todo ha sido nada, después de tanto todo para nada (J.Hierro): después de todo, todo ha sido algo, algo quedó de lo que fuera todo (AOO).
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