"El cambio vendrá de Latinoamérica, pero ¿qué cambio?" (I) Cristo-Latinoamérica y el resurgir de Abya Yala
"América Latina resplandece teológica y políticamente por ser un pueblo que grita justicia. Existen actualmente dos líneas cristianas bien definidas y diferenciadas que hoy se disputan fundamentalmente la hegemonía religiosa en esta zona del mundo"
"A la primera de estas traducciones públicas del cristianismo latinoamericano podríamos calificarla de «política teológica» y a la segunda de 'teología política'"
"El representante más popular del primer modelo es Jair Bolsonaro. Curiosamente, el otro modelo, netamente latinoamericano, nos llega desde Roma con aire fresco y renovador: Francisco"
"Tanto Bolsonaro como Francisco traspasan sus propios círculos de influencia y están claramente incidiendo no sólo a nivel religioso sino también ecológico, económico y político–social en el resto del mundo"
"La pregunta clave es esta: ¿cuál de estas dos líneas cristianas puede dar una respuesta coherente a las necesidades de hoy y ofrece mayores garantías de apoyarse ética y teológicamente en las palabras y hechos de Jesús de Nazaret?"
"El representante más popular del primer modelo es Jair Bolsonaro. Curiosamente, el otro modelo, netamente latinoamericano, nos llega desde Roma con aire fresco y renovador: Francisco"
"Tanto Bolsonaro como Francisco traspasan sus propios círculos de influencia y están claramente incidiendo no sólo a nivel religioso sino también ecológico, económico y político–social en el resto del mundo"
"La pregunta clave es esta: ¿cuál de estas dos líneas cristianas puede dar una respuesta coherente a las necesidades de hoy y ofrece mayores garantías de apoyarse ética y teológicamente en las palabras y hechos de Jesús de Nazaret?"
"La pregunta clave es esta: ¿cuál de estas dos líneas cristianas puede dar una respuesta coherente a las necesidades de hoy y ofrece mayores garantías de apoyarse ética y teológicamente en las palabras y hechos de Jesús de Nazaret?"
No será la primera vez que escuchamos la idea de que en Latinoamérica se gesta un cambio. Incluso algunos se atreven a anunciar que este cambio ya ha llegado. Y lo hacen en un sentido teológico con el más puro carácter profético, como si de una revelación político–social se tratase.
Es cierto que hay quien piensa que América Latina es sólo el fruto, el producto de lo que se permite y se cuece en Norte América, aquella parte del continente que se autoproclama de forma exclusiva «América» y de la que sólo “la otra América” puede recoger sus migajas. Pero a pesar de colgarle esta condena que podríamos calificar de “histórica”, la de no poder sentirse completamente libre como para poder decidir su propio futuro, no es difícil reconocer que, desde México hasta Argentina y Chile, pasando por el resto de países de Centroamérica y el Caribe, este ancho territorio espiritual —a pesar de su gran diversidad cultural e histórica— posee un motor, una entraña común capaz de dar a luz algo de rango diferente respecto a sus más próximos vecinos del norte.
Latinoamérica no es, pues, exclusivamente la herencia del antiguo imperio español y portugués, ni tampoco sólo el efecto y consecuencia de lo que se produce en las políticas económicas intervencionistas de las superpotencias. Esto, por supuesto, le influye enormemente pero, sea como sea, América Latina resplandece teológica y políticamente sobre el resto de continentes, debido en parte a su historia (cocida con sufrimiento y esperanza) y a su gente (llena de pasión, respeto y religiosidad popular) pero, sobre todo, por ser un pueblo que grita justicia, y cuando Abya Yala grita, lo hace unido a todos sus ancestros aborígenes de la época precolombina, pues siguen vivos en la sangre que corre mezclada por las venas de muchos y en la memoria colectiva de sus pueblos, así como en cada uno de los seres vivientes (animales y plantas) que pueblan sus tierras.
La espiritualidad es la base del pensamiento y la resistencia indígena contra–imperialista, pues el gran misterio está adentro y afuera de todas las cosas. Y Como la Palestina en tiempos de Jesús, Latinoamérica es un territorio sagrado en busca de libertad y justicia, una región deseosa de promesas cumplidas. Pero sólo será efectiva si logra incorporar la espiritualidad, conocimientos y pensamientos de los pueblos indígenas en su evolución histórico–cultural. Es por ello que la figura de Jesús de Nazaret cala profundo en este ancho y extenso pueblo, y su mensaje revolucionario comporta unas consecuencias únicas que no se dan en otros espacios físicos y espirituales del planeta. De hecho, si podemos hablar de un nuevo resurgir del cristianismo en el mundo, hay cierto consenso en admitir que este parece venir de esta zona del continente americano.
"Latinoamérica es un territorio sagrado en busca de libertad y justicia, una región deseosa de promesas cumplidas. Pero sólo será efectiva si logra incorporar la espiritualidad, conocimientos y pensamientos de los pueblos indígenas en su evolución histórico–cultural"
Sin menoscabo de aceptar abiertamente que muchos lugares, especialmente pobres e ignorantes de Latinoamérica, son caldo de cultivo de peligrosas sectas enmascaradas o incluso, bajo cierto barniz de lo sagrado, una avanzadilla de las irrespetuosas políticas económicas norteamericanas estratégicamente diseñadas, podemos afirmar, sin temor alguno a equivocarnos, que existen actualmente dos líneas cristianas bien definidas y diferenciadas que hoy se disputan fundamentalmente la hegemonía religiosa en esta zona del mundo, y ello aparte de los múltiples fragmentos de creencias que se suman al amplio escaparate religioso centro y sudamericano.
No cabe duda que dichas vías merecen examinarse para hacer de ellas una mínima consideración, reflexión y estudio del “mensaje Cristo–latinoamericano”. Bajo mi punto de vista, aquí la cuestión primordial está en analizar cómo siendo Jesús uno, puede ser comprendido por sus seguidores, a veces, de manera tan opuesta y contradictoria, cómo de una misma fuente pueden salir dos aguas con sabores y densidad tan diferentes, y cómo es posible interpretar de un mismo evangelio dos versiones, dos modos de proceder, dos visiones ético–políticas tan alejadas y, en ocasiones, enfrentadas, como para querer enterrar a Abya Yala en nombre de un Dios fuerte o resucitarla a partir de una ecoteología como intenta hacer Franciso, “el Papa verde”.
Que Dios me perdone, pero parece que es así; aun sintiéndome alentado profundamente por la lucha ecuménica, hay ciertas visiones y actualizaciones del cristianismo que no parecen de recibo como para poder validarse con las palabras y hechos de Jesús de Nazaret, pues son difícilmente canjeables en sus traducciones socio–políticas con la experiencia que tuvieron los discípulos y con la herencia de la tradición cristiana.
A la primera de estas traducciones públicas del cristianismo latinoamericano podríamos calificarla de «política teológica» y a la segunda de «teología política». Las dos llevan las mismas raíces en sus palabras, pero una toma como sustantivo y primer objetivo la política religiosa (como una especie de teocentrismo moderno que une poder y fe) y la otra, el cuidado y servicio que puede ofrecer la teología para intentar discernir los signos de los tiempos. Una ofrece la contundencia, la seguridad y fuerza tranquilizadora que un pretendido poder cristiano y bíblico aspira ejercer desde una posición de autoridad sobre el resto de ciudadanos; la otra más bien tiende a una transformación social y política de abajo arriba, desde una religiosidad integral: ecológica, solidaria y débil, promotora de una ciudadanía plural y laica, respetuosa ineludiblemente con la razón y el sentido común y, a la vez, partícipe del mundo espiritual, religioso y místico que abraza nuestro mundo afectivo e intelectual.
Así pues, podemos afirmar que estamos ante dos traducciones, dos hermenéuticas bíblicas que plantean unas éticas cristianas bien diferenciadas y una praxis del evangelio desigual. Una, busca asegurar y garantizar la consecución de sus objetivos a través de fuertes medidas políticas verticales, al modo en el que todo fundamentalismo ejerce su poder político sin restricciones, buscando a toda costa no crear grietas ni rendijas en sus respectivos gobiernos, además de presentar a sus líderes como la voz de Dios en la Tierra, o en una privilegiada zona que pide ampliarse al modo en que las antiguas cruzadas conquistaban territorios y almas. La otra, en cambio, quiere tener una separación entre gobierno y fe, y expresa una visión del mundo mucho más respetuosa y amable, a la vez que esperanzada con el nuevo orden que los seres humanos podemos lograr materializar, si partimos de un diálogo sincero y plural, preocupado por el cuidado incondicional del planeta, y de los hombres y mujeres que lo habitan.
El representante más popular del primer modelo en Latinoamérica, aunque por supuesto no es el único, es Jair Bolsonaro [ex presidente hasta hace poco de Brasil y expulsado del panorama político actual muy a su pesar]. Militar retirado y fuerte político–predicador evangélico, de sesgo fundamentalista que, con Biblia en mano y bajo la bandera de Cristo, ha convertido el gobierno brasileño en su púlpito, en el espacio donde sermonear —bajo mi punto de vista— las más radicales e injustas políticas totalitarias. Estamos ante lo que J. José Tamayo califica de «cristoneofascismo», término creado por la teóloga feminista alemana Dorothee Sölle en 1970 en su libro Más allá de la mera obediencia.
Curiosamente, el otro modelo, netamente latinoamericano, nos llega desde Roma con aire fresco y renovador: Francisco, el argentino más popular, con el debido permiso de Leonel Messi. Jorge María Bergoglio o “el Papa Paco” (como a muchos nos gusta llamarle con el más exquisito respeto) es el personaje público, el líder mundial más respaldado, querido y aceptado del panorama político actual. No podemos olvidar que indudablemente Francisco es el máximo exponente y representante de la Iglesia católica, de esa Iglesia que —no podemos negar— ha cometido serios abusos y sonados escándalos a lo largo de su historia, pero también de esta misma Iglesia que lucha incansablemente por devolverle la dignidad a los pobres y olvidados visibilizando a los alejados (refugiados, pobres, inmigrantes, indígenas…), todos aquellos que siempre andan al margen de los mercados y los intereses del sistema.
Pero las enseñanzas y gestos de Francisco superan los márgenes y límites del propio catolicismo abriendo un nuevo tiempo en el panorama interreligioso y político mundial, situando la palabra «religión» dentro del ámbito del sacrificio personal de generosidad que hay en toda vocación de servicio, y haciendo un giño a la Iglesia que emergía en el Concilio Vaticano II.
Tanto Bolsonaro como Francisco traspasan sus propios círculos de influencia y están claramente incidiendo no sólo a nivel religioso sino también ecológico, económico y político–social en el resto del mundo (no sólo latinoamericano). Si bien es mucha mayor la repercusión generada por Francisco, Jair Bolsonaro se suma a esos otros líderes que, paradójicamente, hacen del discurso local antielitista su carta de presentación mundial, en muchas ocasiones bajo sentimientos irracionales y basados en la dicotomía pueblo/no pueblo. Se trata de una muestra más de que el fascismo está de moda. Este, para subsistir, no duda en cambiar de fisonomía frente a los embates de la democracia, la misma que cuando no funciona bien la suele resucitar y reavivar.
Pero la pregunta clave es esta: ¿cuál de estas dos líneas cristianas puede dar una respuesta coherente a las necesidades de hoy y ofrece mayores garantías de apoyarse ética y teológicamente en las palabras y hechos de Jesús de Nazaret? Porque si hablamos de ser cristianos, lo primero que hemos de hacer es mirar a Cristo. Para acercarnos a estas cuestiones pondré en análisis ambas líneas de fundamentación atendiendo a las diferentes proyecciones teológicas y políticas del evangelismo extremista de Bolsonaro y del catolicismo amable y ecológico de Francisco.
Por último, me gustaría evidenciar cómo uno de los filósofos vivos de mayor peso en la actualidad, el cato–comunista italiano Gianni Vattimo, posee una gran afinidad de análisis con la visión del mundo que propone el nuevo Papa argentino, en especial con su crítica al capitalismo y las propuestas medioambientales y teológico–políticas que este expone para debilitar toda posible estructura de injusticia, desigualdad y fanatismo.
Para analizar todo esto que anuncio debemos esperar un poquito a mis próximas publicaciones en “Hacer realidad lo posible”. Serán realidad muy pronto. Mientras tanto, sigamos masticando este artículo y el espíritu de sus palabras…
Nota:
Este artículo pertenece al capítulo “El cambio vendrá de Latinoamérica, pero ¿qué cambio?”, que se publicó en 2021 en el libro colectivo de la Cátedra Internacional de Hermenéutica Crítica (HERCRITIA) y que lleva como título El retorno de lo sagrado (publicado en la Editorial Dykinson). Véase también Pandemia Globalización Ecología, de la Edit. UNED.
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