El misionero jesuita en la Amazonia brasileña y boliviana habla de su labor… puro gerundio Rafa Lería: "Los pueblos indígenas me enseñan en mi vida; yo soy blanco pero mi corazón es muy indio"
Rafa Lería es misionero jesuita en la Amazonia brasileña y boliviana. Desde pequeño y a raíz de una lectura, tuvo la intuición de lo que sería en un futuro
"Hoy la idea es ir retomando con un estilo de Iglesia más sinodal: hombres y mujeres que quieran estar con los pueblos indígenas aprendiendo y teniendo en cuenta el tema de la reciprocidad"
"Todo es recíproco y esto es muy bonito, algo que se aprende de los pueblos indígenas. Ahora es todo presencia, mucha presencia; como decía el hermano Vicente Cañas, cuyo espíritu nos impulsa"
"Admiro de los indígenas muchas cosas, como la libertad y la libertad en mayúscula y esto se debe al ambiente en el que están: estamos en el paraíso"
"Para mí la Naturaleza es Dios y Dios se manifiesta a través de ella. Dios vive con los espíritus que nos cuidan y con el pajarito que revolotea, en las personas. Todo está conectado. El viaje no es hacia fuera, y se nos va la vida buscando cosas en lo externo"
"Francisco no ha descubierto la pólvora. Es lo que todo cristiano debemos hacer, si somos compañeros de Jesús. Ahora bien, de alguna manera Francisco está abriendo el camino"
"No sabemos a dónde nos va a llevar el sínodo, pero desde ya merece la pena porque se está intentando poner la semillita y va surgiendo algo nuevo"
"Ser crsitiano es ser fuego y ser paloma. Personas sencillas haciendo cosas sencillas son las que cambian el mundo. Somos el fuego que enciende otros fuegos, multiplicadores del bien y la Buena Noticia"
"Todo es recíproco y esto es muy bonito, algo que se aprende de los pueblos indígenas. Ahora es todo presencia, mucha presencia; como decía el hermano Vicente Cañas, cuyo espíritu nos impulsa"
"Admiro de los indígenas muchas cosas, como la libertad y la libertad en mayúscula y esto se debe al ambiente en el que están: estamos en el paraíso"
"Para mí la Naturaleza es Dios y Dios se manifiesta a través de ella. Dios vive con los espíritus que nos cuidan y con el pajarito que revolotea, en las personas. Todo está conectado. El viaje no es hacia fuera, y se nos va la vida buscando cosas en lo externo"
"Francisco no ha descubierto la pólvora. Es lo que todo cristiano debemos hacer, si somos compañeros de Jesús. Ahora bien, de alguna manera Francisco está abriendo el camino"
"No sabemos a dónde nos va a llevar el sínodo, pero desde ya merece la pena porque se está intentando poner la semillita y va surgiendo algo nuevo"
"Ser crsitiano es ser fuego y ser paloma. Personas sencillas haciendo cosas sencillas son las que cambian el mundo. Somos el fuego que enciende otros fuegos, multiplicadores del bien y la Buena Noticia"
"Para mí la Naturaleza es Dios y Dios se manifiesta a través de ella. Dios vive con los espíritus que nos cuidan y con el pajarito que revolotea, en las personas. Todo está conectado. El viaje no es hacia fuera, y se nos va la vida buscando cosas en lo externo"
"Francisco no ha descubierto la pólvora. Es lo que todo cristiano debemos hacer, si somos compañeros de Jesús. Ahora bien, de alguna manera Francisco está abriendo el camino"
"No sabemos a dónde nos va a llevar el sínodo, pero desde ya merece la pena porque se está intentando poner la semillita y va surgiendo algo nuevo"
"Ser crsitiano es ser fuego y ser paloma. Personas sencillas haciendo cosas sencillas son las que cambian el mundo. Somos el fuego que enciende otros fuegos, multiplicadores del bien y la Buena Noticia"
"No sabemos a dónde nos va a llevar el sínodo, pero desde ya merece la pena porque se está intentando poner la semillita y va surgiendo algo nuevo"
"Ser crsitiano es ser fuego y ser paloma. Personas sencillas haciendo cosas sencillas son las que cambian el mundo. Somos el fuego que enciende otros fuegos, multiplicadores del bien y la Buena Noticia"
Rafa Lería es misionero en la Amazonia brasileña. Desde pequeño y a raíz de una lectura, tuvo el instinto de lo quesería en un futuro. "Había como un ideal y el ideal se fue haciendo realmente sentimiento, realidad a través del discernimiento, acompañamiento y finalmente llegó el momento…"
Enamorado de la misión, de la Amazonia y de sus gentes, piensa que la inculturación, imprescindible, se trata de respeto y de presencia. Y aprende, aprende mucho de la vida, de la naturaleza, del tiempo y de la reciprocidad, de los indígenas: "Admiro de los indígenas muchas cosas, como la libertad y la libertad en mayúscula y esto se debe al ambiente en el que están: estamos en el paraíso". "Para mí la Naturaleza es Dios y Dios se manifiesta a través de ella. Dios vive con los espíritus que nos cuidan y con el pajarito que revolotea, en las personas. Todo está conectado. El viaje no es hacia fuera, y se nos va la vida buscando cosas en lo externo".
Muy buenas Rafa, un saludo muy cariñoso y muchísimas gracias por acceder a esta pequeña entrevista en mi blog de Religión Digital, con cuyo título no sé si te sientes identificado: “Hacer realidad lo posible”. Y es aquí donde quisiera lanzarte la primera pregunta para romper el hielo:
-¿Tiene el nombre del blog algo que ver con tu trabajo y misión allá con los indígenas en Latinoamérica? ¿Tú también allí intentas “Hacer realidad lo posible”?
-Se puede, se debe y se quiere, yo creo. La filosofía que yo aprendí en los medios jesuíticos fue la de Xavier Zubiri y consistía en hablar de la realidad, la realidad como posibilidad. Esta realidad como posibilidad, pues, nos configura a todo lo que te quieras dedicar en esta vida: como búsqueda, como sueño, ¿verdad? Como posibilidad, como alternativa o trabajo. Entonces, el nombre me parece fantástico porque no es imposible. Es posible: la realidad está ahí, la realidad se impone y, entonces, ante esa imposición de la realidad nosotros nos hacemos preguntas y una vez que nos cuestionamos y que nos hacemos interrogaciones, vamos buscando posibilidades en lo sencillo, en lo diario y en lo cotidiano para intentar cambiar esta realidad.
-¡Qué bueno, Rafa! Yo, cuando hablo de utopía, curiosamente suelo decir que si “utopía” es hacer algo imposible, entonces para qué comenzar a hacerlo, para qué intentarlo… Y por eso digo que habría que redefinir este concepto como “hacer realidad lo que es posible, aunque sea difícil”. Y eso es ya algo diferente: puedes soñar con los pies en la tierra.
-Galeano, cuando habla de la utopía nos dice que es aquello que nos hace poner el pie en el camino y andar mirando el horizonte, a los objetivos… Y bueno esto está también como muy dentro de lo que es la espiritualidad ignaciana, ¿no? Ignacio fue peregrino, Ignacio fue compañero de Jesús y Jesús fue peregrino; en esta búsqueda se va haciendo camino, aprendiendo siempre, siempre aprendiendo. La vida es gerundio. Zubiri decía esto también: que la vida es gerundio, que la realidad es aprendiendo, comiendo, bailando, discutiendo, conversando, perdonando… Es gerundio aquí y ahora.
-¿Y por qué la Amazonía y el mundo indígena?
-Pues… porque hace muchísimo tiempo, cuando era alumno de este colegio en el que estamos haciendo la entrevista (en San José de Málaga) cayó en mis manos el libro de la vida de Vicente Cañas, y aquello fue como un momento interior del espíritu moviéndose dentro de mí; terminé el colegio, después terminé la Universidad en la Facultad de Derecho en Málaga, y luego enamoré y luego viví, trabajé como abogado pero aquello todavía estaba como muy vivo.
En la Consolata tuvimos muchísima relación también y era cuando todo aquello del trabajo para los Yanomami en la frontera de Venezuela con Brasil, “una vaca para el indio”, los campos de trabajo aquí en Santa Rosa de Lima… Aquello estaba como vivo, muy vivo. El tema en aquel entonces era ser misionero. Aquí estaba Rinaldo, que iba por toda Málaga con el vespino, Juan cintu, Carlos Martínez…
Entonces yo creo que en mi vocación misionaria se gestó mucho con los consolatos, pero luego, bueno, como la Compañía de Jesús tenía todo el tema de la misión, pues ya te vas metiendo, vas conociendo, pues, las grandes vidas de grandes misioneros jesuitas, como San Francisco Javier. Y a mí todo esto me marcó profundamente y dije: “bueno, pues yo algún día seré misionero”. Había como un ideal y el ideal se fue haciendo realmente sentimiento, realidad a través del discernimiento, acompañamiento y finalmente llegó un momento en la etapa de mi vida que con Salvador Álvarez (un compañero nuestro que fue mucho tiempo a Paraguay y que está por aquí en Málaga) en el que me decidí a hacer los ejercicios espirituales en la vida diaria, y aquello me marcó y me lanzó para Bolivia. Lo primero fue ir a Bolivia y luego ya, bueno, pues 23 años buscando donde he llegado ahora y sabiendo que es donde Dios por ahora quiere que esté: en la Amazonia.
Los pueblos indígenas me enseñan en mi vida: yo soy blanco pero mi corazón es muy indio. Llevo 23 años dando la mano a los pueblos indígenas y me ha hecho mucho bien. Siento que no somos nosotros sino el Dios con nosotros y para nosotros. Darle la mano al indio me ha hecho mucho bien.
-¿Cuál es tu labor allí en estas tierras?
El hermano Vicente Cañas decía que su trabajo allí era no tocar nada. Esa es una frase célebre de él. Presencia, mucha presencia. Nosotros ahora, desde que nos pilló por medio todo el tema de la pandemia, andamos un poco parados. Ahora la idea es ir retomando con un estilo de Iglesia más sinodal: hombres y mujeres que quieran estar con los pueblos indígenas aprendiendo y teniendo en cuenta el tema de la reciprocidad, pues tenemos como base todo el tema de la educación de Pablo Freire: el alumno es profesor y el profesor es alumno… Todo es recíproco y esto es muy bonito, algo que se aprende de los pueblos indígenas. Ahora es todo presencia, mucha presencia; queremos escuchar cuáles son sus necesidades y, a partir de ahí, ir haciendo algo junto con ellos tomando el servicio como propuesta.
-Como lo has mencionado antes, no puedo dejar de hacerte esta pregunta, Rafa: ¿Qué queda vivo tras el asesinato del hermano Vicente Cañas?
-¡Su espíritu! El espíritu de Vicente está en toda aquella región. Todos aquellos pueblos que lo conocieron, que vivieron con él, que aprendieron, que lo quisieron… Yo cuando hablo con la sobrina de Vicente le digo siempre “tu tío no está muerto, tu tío está más vivo que nunca”. Y eso nos da vida, nos impulsa, nos anima a ser de alguna manera seguidores de él: coges la antorcha y te dices “yo quiero seguir esos pasos”.
Hace poquito (en enero o en febrero) falleció el indígena que hizo el primer contacto con él. Baitoá tendría ahora como 92-93 años, y, cuando tú llegabas a la aldea de los Enawené Nawé, él te contaba la historia con lágrimas, como si la reviviera, con un gran impacto. Vicente fue uno de ellos, se hizo uno de ellos… Nació en España pero se inculturizó en Brasil, se nacionalizó brasileño porque era uno de ellos. Preguntas qué queda vivo, pues el espíritu. Sin él no se podría trabajar con las mismas condiciones y los jesuitas no estarían por allá, ya que no podrían haber hecho los primeros contactos con aquellos pueblos indígenas
-¿ Y por qué inculturizarse? ¿Es tan necesario?
-Pues para aprender... Porque ellos tienen su creencia (que no son las nuestras) entonces se trata de valorar su espiritualidad, que es tan válida como la nuestra. No hay que tener miedo. No se pierde nada de la esencia por aprender: creemos en Dios que muere en la cruz y resucita para salvarnos a todos nosotros, pero ellos creen en sus 350 clases de espíritu encantados y encantadas, donde creen, donde rezan, donde hacen sus rituales y donde la comunidad conecta. No existe en este sentido una imposición de fe, es un diálogo interreligioso, no tenemos por qué convertirlos, se trata de un respeto absoluto donde pueden aprender conmigo quién es la persona de Jesús y donde yo puedo aprender con ellos quiénes son los encantados y las encantadas.
Digamos que no es mera tolerancia, entendiéndolo como que tú me respetas a mí porque yo te respeto a ti, sino un poder hacer algo juntos, aprender, compartir, convivir y rezar juntos, ¿no? Yo creo que es hacia donde deberíamos caminar: hacia una eco-teo-logía integral. Los egos, el yo, nos separa; la “eco” nos une: la comunidad, la naturaleza, el cuidado de la casa común. Tenemos que saber dónde te ubican: circunstancias, tiempo y lugares, diría San Ignacio también.
-Existe un concepto muy arraigado y vivo en la Iglesia latinoamericana: la justicia. ¿Qué significa este concepto?
La justicia de Dios es justa: Él da a cada uno lo suyo. Es un Dios que no juzga y sabemos que nos quiere mucho y nos cuida, pero para eso hay que tener humildad y hay que reconocer que somos pecadores llamados que necesitamos de todo un proceso grande de querernos acercar a Dios, a su amor, a su misericordia. Y esto es un trabajo de toda la vida. Pero bueno, como somos humanos, la justicia está también al lado de la injusticia. La Justicia es ajustarse a esta realidad que hablábamos antes al comienzo; si queremos seguir a Jesús y queremos ser sus seguidores, sus compañeros y su amigo, podemos chocar con otros (hombres, factores, intereses económicos, con otras posibilidades… y ahí puede haber conflicto. Lo que yo pueda creer que es justo, para otro puede ser injusto. Ahí es donde en un cristiano entraría el proyecto de Jesús que no es otra cosa que las bienaventuranzas: Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia).
Ser perseguido implica ser amenazado, implica estar cerca de situaciones de muerte, de dolor, de sufrimiento y, bueno, cuando estamos cerca de los pobres, de los últimos, de los que no son, entonces levantamos la voz para ser la voz de los que no saben o no pueden hablar o gritar. En este sistema que oprime, que duele, que mata, que es inhumano y donde parece que quienes no juegan con los valores evangélicos son “los reyes del mambo” y donde sufre el que es bueno, ajustarse a esta realidad del que más sufre, del que más nos necesita, de los últimos, aquellos que han de ser los primeros en alcanzar misericordia es un imperativo cristiano. Esto es lo que haría Jesús, supongo, y entiendo que debemos hacer también nosotros (cueste lo que cueste).
-¿Qué es lo que admiras de los pueblos indígenas a los a los que sirves? ¿Qué has aprendido en tu convivencia con ellos? ¿Eres ya uno de ellos?
-Yo creo que admiro muchas cosas, como la libertad y la libertad en mayúscula y esto se debe al ambiente en el que están: estamos en el paraíso. Como el sistema está entrando también por aquellos recónditos parajes, pues ya tienen algunas nuevas necesidades (van a la ciudad y tal) pero comparados con nosotros son profundamente libres en este sentido, pues son generosos y acogedores, son comunitarios.
Yo creo que cuando uno llega allá llega con una mochila llena de cosas y esa mochila la tienes que vaciar para llenarla de nombres, de todo lo que es su cultura, de su tradición, que es tan válida como la nuestra, ni mejor ni peor, diferente, pero cuando uno llega allá ve que lo que lleva en su mochila no le sirve. Y si algo me fascina de los indígenas es la alegría. Me llama muchísimo la atención. Yo rezo por la mañana cerca del río y se escuchan las risas de los niños jugando antes de ir a la escuela, pues se bañan y tú disfrutas ya amaneciendo con toda esta alegría, cosa que a lo mejor no vemos ya en nuestros niños. Bueno, difícil se hace aquí ya escucharnos, escuchar cualquier cosa, escuchar y atender al otro. ¡Tanto ruido! ¡Tanto estrés! Siempre activos, no paramos. Allí es mucho más tranquilo, no sé… creo que yo soy uno de ellos. Creo que sí porque ya ellos nos van confirmando y quieren que nos quedemos por allá. No es que yo quiera estar allí con ellos sino que Dios te va poniendo las señales para que te quedes con ellos y, entonces, ellos te dicen: “queremos que nos acompañes”. Porque tienen que quererlo ellos, y hay signos, algunas sintonías: ya nos han puesto los pendientes, que son señal de acogida, y nos han dicho que nos quieren hacer el orificio en la nariz, como para darnos un clan, una familia,… Todo esto no son pequeños sino grandes signos de acogida de que ya no somos meros visitantes, sino que ya hay un compromiso serio y, así, te van compartiendo cosas muy muy íntimas. Vamos poquito a poco, vamos despacito.
Ser uno como ellos también lleva su tiempo, igual que saber quiénes somos, de dónde venimos y para dónde vamos juntos. Saben que pueden contar con nosotros, que no somos ninguna amenaza. El tiempo es diferente allá. Es, como aquí, lo más valorado pero se vive de forma muy diferente. Nosotros vamos todos los días asfixiados. Habría que condenar las prisas y el estrés que tenemos, ¿verdad? Creemos que tenemos el tiempo en nuestro reloj pero el tiempo no es hacer, hacer y hacer. Vamos como los locos. Reconozco que estoy asustado de cómo estamos viviendo en España, aquí y ahora, todo el mundo haciendo y haciendo, con angustia y miedos, llenos de ruido, llenos de imágenes, de información, de datos, pero no nos preguntamos para dónde vamos.
Hace unos días estuve en Madrid y me subí en el metro y veía que me estaba llevando la corriente, hasta que me pregunté: “pero, ¿por qué corres, Rafa, si no tienes prisa?” Nos lleva la marea, la gente, la turba pero nos da miedo detenernos, hacer silencio y preguntarnos quiénes somos y para dónde vamos. Todo es rápido aquí y Dios se da en un espacio y tiempo. Allá es más fácil encontrarlo, mucho más fácil descubrir sin intermitencias ni interrupciones que estamos llamados a ser naturaleza, y verlo en el canto del pájaro, en el pez, en la lluvia…
Para mí la Naturaleza es Dios y Dios se manifiesta a través de ella. Dios vive con los espíritus que nos cuidan y con el pajarito que revolotea, en las personas. Todo está conectado. El viaje no es hacia fuera, y se nos va la vida buscando cosas en lo externo y aparente pero solo seremos felizmente agradecidos el día en el que nosotros creamos que el Dios de Jesús que nos salva está en nuestro corazón, que de Él venimos y hacia Él vamos. Creo que no somos conscientes aquí del tiempo de Dios. Vamos todos vagando un poco perdidos.
-Muchos (la familia, tus amigos y conocidos, tu comunidad) estamos contentos de tenerte por acá todo el tiempo que sea posible. Eres un testimonio viviente de que para ser no hay que tener muchas cosas. ¿Qué es lo que más te está costando a la hora de adaptarte “al primer mundo”? ¿Qué echas de menos y qué echas de más?
-En concreto echo de menos la selva, al medio ambiente, el río. Yo vivo a 50 m de un río precioso y eso da mucha vida. Madrugamos mucho: a eso de las cuatro y media de la mañana ya estoy dentro del río, y la energía que da al río es indescriptible. Nosotros en lo que llamamos “primer mundo” hemos hecho la vida muy complicada, por eso creo que van surgiendo muchas voces, muchos movimientos, muchas espiritualidades que están buscando la simplicidad. El agobio nos está matando, nos está consumiendo. Y no todo es vivir con el tema del dinero.
Aquí, verdaderamente, estoy asustado porque allí es todo muy simple. Tantos zapatos, tanta ropa, tanto… Te sentirás mejor medio desnudo y con poquito equipaje. Estar descalzo te hace tocar directamente la tierra, te conecta con la naturaleza que eres. Aquí estamos como los locos, como autómatas, a veces sin conversar sin mirar, sin conectar, por más tecnología que tengamos. Todo es artificial y poco real y yo creo que la vida es muy sencilla, y muy humana. Jesús fue tan humano que era divino, y vino a decirnos por algún motivo que la vida sencilla valía la pena.
La simplicidad es muy importante y necesaria para Vivir. Es lo que llama “simplicidad elegante” Satish Kumar, un indio que vive en Londres y que fue monje. ¿Para qué complicarnos con tanta tecnología puntera, si al final no estamos verdaderamente unidos sino más alejados unos de otros, como también dice Francisco?
Conectados, quizá, con gente en China o en la otra punta del mundo pero no perdonamos a nuestro vecino, no le decimos “te quiero” a nuestro hijo o no echas de menos a tu hija que está fuera, y cuántas veces continuamos el camino a pesar de ver personas destrozadas por la calle.
El viaje que debemos recorrer es hacia el interior. La cuestión es muy sencilla: saber disfrutar de los pequeños placeres que la vida nos regala continuamente. Me llama muchísimo la atención el espíritu de queja que tenemos todos: protestamos por todo, no somos agradecidos, no queremos ninguna obligación tampoco. Así, siempre vamos como arrastrando los pies con una vida que es sagrada. En los pueblos indígenas lo primero es el agradecimiento (como en el examen ignaciano) y lo primero y lo mejor es para el anciano y el enfermo. Aquí no tanto, más bien se excluye socialmente a los que no pueden producir y alimentar al Dios-Sistema, incluso después de haberlo mantenido toda su vida.
Tampoco el individualismo y el confort pretendido ayuda a contemplar estas cuestiones: se huye del sufrimiento como la peste. No se experimentan cosas tan importantes como la Consolación y el agradecimiento, y todo es oportunidad: pasar un poco de hambre, pues agradece real y completamente ese pedazo de pan que te vas a comer.
Con la salud ocurre igual. Se vive el momento, y no como hacemos ahora nosotros: vivir en el futuro, que no sabemos si va a llegar porque es incierto y, por ello, acabamos en la desesperanza de un pasado que te atrapa y no te permite vivir el presente. La generación de nuestros padres vivieron con una guerra civil (en España) y esto los marcó… y los hirió profundamente pero, al mismo tiempo, nuestras relaciones, llamadas a ser estables, equilibradas y sanas, están quebradas, sangran... El año pasado, con el tema de los quinientos años de la conversión de San Ignacio, trabajé mucho el tema de la herida.
Estamos profundamente heridas y heridos. Esta herida la tenemos que ir curando, tenemos que ir tapándola, sanándola, y agradecer las cicatrices que nos marcaron, si queremos salvar nuestra propia historia y ayudar a otros a esta misma tarea tan necesaria de reconciliarse con el prójimo y consigo mismo. Pero para ello tienes que tener un buen acompañante, una buena persona que te diga: “Hermano, el camino no se hace solo. Puedes contar conmigo”. Y yo tengo la suerte de tener a Javier Melloni.
-Rafa, a nivel eclesial: ¿qué te parece el camino que está abriendo Francisco?
-Francisco no ha descubierto la pólvora. Es lo que todo cristiano debemos hacer, si somos compañeros de Jesús. Ahora bien, de alguna manera Francisco está abriendo el camino. Yo creo que Francisco quiere seguir a Jesús pero él no ha inventado el camino. Todo bautizado, todo cristiano tiene que seguir a Jesús en la Palabra del Dios vivo y en el Evangelio. Con un poquito de honestidad de vida sabemos que hemos de estar al lado de nuestros preferidos, que son los preferidos del Reino. Francisco asume que lo primero no es la organización y permanencia eclesial como estructura. La Iglesia no es un “Exin castillo”.
Hemos como desfragmentado la imagen verdadera del Dios de Jesús del Evangelio, lo más sencillo y claro del cristiano es que Dios se hizo hombre, que fue como nosotros: humano como tú, como yo, como tu mujer, como tu hija… Cuánto más humanos somos, más divinos. Claro, ese camino de la humanidad no está hecho, hemos de hacerlo, y vamos construyéndolo, conquistándolo hasta el último segundo de vida, hasta la muerte. ¿Verdad? Es un proceso, me parece a mí, maravilloso.
Yo creo que Francisco está siguiendo al Jesús del Evangelio, que se hizo hombre por nosotros para que tuviéramos vida y Vida en abundancia. Esto, por supuesto, hace que reciba mucha alabanza y cercanía por parte de muchos pero también muchas críticas. No podemos estar pendientes de ver si agradamos a todos, pero se siembra paz sembrando el diálogo, ¿no? Siempre va a haber gente que tenga cosas a favor y gente que tenga cosas en contra, pero él trata, yo creo, de que permanezca la Iglesia de Jesús.
-Según tu humilde opinión, ¿para qué servirá el Sínodo de la Amazonía?
-Yo creo que ya sirvió en Roma. Esto fue una bomba que se estaba gestando en Latinoamérica. Nuestra misión es caminar juntos, pues tenemos que hacer otra Iglesia compañera, amiga, hermana, con rostro indio, con rostro negro, con rostro de mujer, con rostro del trabajador, con rostro de todo llamado y llamada a seguir a Jesús. No sabemos a dónde nos va a llevar esto, pero desde ya merece la pena porque se está intentando poner la semillita y va surgiendo algo nuevo. Eso sí, creo evidentemente que hay gente que lo ha entendido y gente a la que le costará, pero el cambio está ahí, sin duda.
-Rafa, perdona la pregunta pero, ¿en qué consiste, entonces, “ser cristiano”?
-¿Ser cristiano? Yo me quedo con una imagen: allí en la Amazonia una imagen (que vale más que mil palabras) es el fuego. Creemos que Jesús vino a prender fuego y que nosotros estamos llenos de fuego (“Un fuego que enciende otros fuegos”). Tristemente en la Amazonia este fuego está al servicio de las grandes empresas y ha destrozado mucho el terreno, la naturaleza y el mundo indígena, pero nosotros tenemos que prender fuego en nuestro corazón para poder ser fuego.
Ser cristiano también es ser paloma, sí, personas simplemente sencillas, en lugares sencillos haciendo cosas sencillas son las que cambian el mundo. Somos el fuego que enciende otros fuegos, multiplicadores del bien y la Buena Noticia. No hacemos proselitismo. Se hace el bien muchas veces en silencio, con la vida oculta, en lo diario y lo sencillo, en lo cotidiano, contagiando… Amar y servir.
-No quisiera cerrar esta conversación sin antes preguntarte qué supuso para ti haber estudiado en el colegio San José de Málaga, perteneciente a la Fundación Loyola (y conocido como el colegio del Padre Mondéjar), en el que como bien sabes tengo la suerte de ser profesor y pastoralista.
-Mi infancia y mi juventud no fue en este sentido muy convencionales (tampoco fui un estudiante ejemplar).
Fui siempre un poco rebelde y distraído. Como que me aburría, era como hiperactivo, je je... El hecho es que entrar a estudiar al Colegio San José fue para mí una suerte. A mí el colegio me cambió la vida. Sobre todo le tengo que agradecer al hermano Ibáñez, que estaba aquí presente y que fue para mí como una brújula, una orientación vital.
Luego también mis profesores, pues todo lo que tengo y todo lo que soy hoy se lo debo a este colegio, ya que me lanzó preparado a un mundo que no es fácil y fui buscando ese gran sueño, del que hablaba antes también por ahí, y que yo quería hacer realidad. Claro, yo creo que cada uno venimos a este mundo no por casualidad sino porque Dios quiere algo de nosotros y esto es fundamental porque en algún momento de nuestra vida, en esta etapa que salimos del colegio con los diecisiete, dieciocho o diecinueve año, que te preguntes qué quieres hacer con tu vida es crucial. Y a mí en esta preciosa misión el colegio San José me ayudó profundamente porque me puso por buen camino, me orientó, me acompañó, me cuido, me animó…
-Tu experiencia en San José fue, como expresas, significativa. Por ello, cada vez que tenemos la oportunidad te invitamos para que les hables a los alumnos. ¡Les haces tanto bien! Precisamente, Rafa, estamos celebrando las fiestas patronales. ¿Qué mensaje quieres darles a los jóvenes del colegio en estas fechas tan señaladas?
-Bueno lo primero que yo les diría es que agradezcan el colegio que tienen, la oportunidad tan grande que tienen, sus compañeros y compañeras, sus profesores, amigos y hermanos y hermanas de camino. Les diría que sigan aprendiendo y que continúen corriendo como sus sueños para poder hacerlos realidad, porque cuanto más aprendemos, mejor podemos servir a una sociedad que va necesitando de hombres y de mujeres que sirvan a los demás.
¡Las fiestas patronales! No veas, cuántos recuerdos… Es una oportunidad para vivir estos días como una verdadera fiesta, la alegría de poder compartir y estar juntos, el reír, el convivir… Eso nos hace profundamente humanos. Entonces es cuando vale la pena vivir, claro que sí. Deseo, (chicas y chicos) que aprovechéis estas fiestas y las disfrutéis como una auténtica oportunidad. ¡Vale la pena!
-Y ya por último, (me encantaría estar aquí contigo cinco horas más, pero lamentándolo mucho no estamos en la Amazonía, y aquí Cronos devora todo lo que pilla a su alcance...) Rafa, ¿qué frase o cita del Evangelio está más presente ahora en tu vida?
-Desde hace mucho tiempo la frase que marca mi vida es la de “ir hacia aguas más profundas”, no te quedes donde estás, confía… Aquella escena de Jesús con los apóstoles que aparece en Lc 5, 1-11 y les dice que remen mar adentro, que no se acomoden. Ir hacia aguas más hondas es seguir la voz del Espíritu. El evangelio de la transfiguración nos dice que el peligro es hacer tres tienditas aquí, quedarse en nuestra zona de confort…
Hay que salir, aunque no lo controlemos (hacer realidad lo posible). Precisamente estoy súper convencido de que cuando no controlamos, el espíritu es quien guía. ¡Lo tenemos aquí todo tan controlado, todo tan planeado y tan seguro que maniatamos al Espíritu! Se trata de no tocar nada (como decía el hermano Vicente Cañas). Si no toco nada, el espíritu resplandece porque tú no controlas nada, no sabes dónde vas a comer, donde vas a dormir, pero tú confías y allí en el centro del Evangelio comprendes que Dios te da el cien por uno, porque te salen cien familias, cien padres, cien madres, cien tíos, cien veces más y notas también que el Espíritu de Dios es dinámico, no estático y previsible.
No puede estar todo tan seguro y controlado, al menos lo de Dios. Si no dejamos que Jesús vaya en la proa, si controlamos nosotros el timón y el rumbo, nos perderemos (en todos los sentidos espirituales que quepan). No, hay que confiar. Yo llevo veintitrés años confiando y siento que el que maneja el barco de mi vida es Jesús. La verdad es que tengo mucha suerte.
Muchísimas gracias, Rafa, por tu sinceridad, por lo que has compartido, por lo que has callado, por tu testimonio de vida y por hacernos ver que el evangelio es posible solo desde la sencillez. ¡Un fuerte abrazo hermano. Dios te bendiga!
"El Espíritu de Dios es dinámico, no estático y previsible"