El Dios bueno no condenará a nadie.



Admítase el título al menos como ironía dogmática. Y con dogmática peripatética imitemos a Sócrates.

¿Dios ha creado al hombre? Por supuesto [o sea, es una suposición]. ¿Y lo ha creado como ser racional? Es evidente, así es. Y esa "racionalidad" ¿se manifiesta? Pues todos convenimos en que pensar, dudar, elucubrar, lanzar hipótesis al viento, probar, desdeñar, comparar... son actividades de la razón.

¿Qué dicen los entendidos respecto al conocimiento de Dios? Dicen que lo único que el hombre no puede abarcar es precisamente a su propio "hacedor", Dios, que no cabe en su razón. ¿Y no hay alguna manera de "entenderle"? No es "inteligible", no entra en los esquemas racionales más que por aproximación, por analogía, quizá por sus obras.

¿Pero no es el hablar de "sus obras" una presunción, es decir, una admisión de Dios sin haber sido demostrada su existencia? [No hay respuesta]

Si las cosas son así, admitamos la aproximación más benévola al hombre, tal como enseñan, de que Dios es un Padre bondadoso.

Conjugando los tres términos --hombre racional, Dios inabarcable y Padre benévolo--, es seguro que aprueba que ese hombre, racional de derecho y de hecho, utilice su razón, tenga dudas de la existencia de lo "no evidente" --Dios-- e incluso la niegue con todas las fuerzas, aportando todos los argumentos que a su razón le vienen.

Y seguro que Dios, que evidentemente existe, acogerá en su seno a aquéllos que, como yo o Tomás, el apóstol incrédulo, no creen si no ven; y que, aunque les llegue la muerte esperando tal certeza e incluso mueran en la negación, les tiene también reservado un cielo

Aventuro, además, que es un cielo especial, más excelso y sublime que el de los fieles/carboneros (la tan traída y llevada "fe del carbonero"). Por dos razones, una porque fueron “oveja descarriada” --Magister dixit--. Otra porque usaron más y mejor de su razón, atreviéndose con lo que la mayoría no se atrevía.

Mientras tanto, conviviendo con la duda, no podemos sino atarnos a las certezas de cada día. Algunas como las de Catulo, el crápula vividor: Vivamus, mea Lesbia, atque amemus, o de Juan del Enzina, el clérigo cachondo: Hoy comamos y bebamos y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos.

En esa certeza vivimos, nos movemos y somos. Seguros de que el Dios de los cristianos, bueno y trinitario, y el Allah bondadoso de los musulmanes premiará todas estas consideraciones, tan descreídas ellas.

Lo malo es que los examinadores son sus ministros de justicia, ésos que imparten la misma por el hecho de que son "teólogos". Saben más que Dios.
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