La Iglesia vista desde fuera.

O una manera de hacer prospectiva a partir del devenir de la Iglesia después de más de seis decenios pensando en ella. 

Ver y disentir - no implica maldecir.

Que reculan las religiones frente a las sociedades avanzadas es un dato objetivo sin discusión. Y que renuevan sus brotes, aquí avejentados, en países donde la pobreza, la incultura y la enfermedad son plaga, también es otra verdad. Esto es pura fenomenología, hechos.

Y contestan desde la sacristía: una cosa es tu deseo y otra la realidad. La Iglesia tiene una vitalidad que tú no percibes. Que la Iglesia esté cambiando no significa que se esté descomponiendo. Lo que percibes como disgregación, es el normal proceso de cualquier sociedad que cambia. Y varios et céteras más.

Es aleccionador comprobar que algunos ni siquiera son capaces de admitir éstos que son puros datos, aunque es posible que los perciban. Pues si los hechos les tornan cegatos, ¿qué decir de las causas? Ni se preguntan por ellas.  ¿O sí pero las minimizan o hacen como el avestruz ante el peligro?

Para cualquier mal hay un diagnóstico. El de la Jerarquía Crédula se mueve entre estas dos arcadas:

--vivimos en una sociedad desmembrada y “anómica” --sin sentido de la norma--, entregada a la sensualidad de lo inmediato y preocupada únicamente del bienestar, a veces al precio que sea;

--esta nuestra sociedad se ha desviado de los fundamentos de la doctrina secular cristiana, la que ha conformado un mundo bimilenario; ha perdido sus raíces; no encuentra las fuentes de donde proviene porque busca en espacios equivocados.

A esas dos conclusiones lleva el diagnóstico de los males que se ciernen, por descontado no sobre la propia “institución”, sino sobre una sociedad objeto de sus cuidados maternales. Balones fuera. La culpa es de la guerra de Ucrania.

No perciben una tercera diagnosis:

  • su credo se aleja y sustituye a la vida, a lo humano, a lo racional,
  • su credo conduce a la infancia mental, sosteniendo y propagando un mundo de fábulas que pretenden ser el alimento de la auténtica vida espiritual;
  • su credo no tiene sentido en una sociedad fundada en el conocimiento verificado, que no en explicaciones o leyendas;
  • su credo en vez de abrir y liberar la conciencia de los hombres, las ha tiranizado durante muchos siglos, obligando a todos a creer lo mismo;
  • su supuesta vitalidad se basa en el acatamiento de "lo normado" y en el cumplimiento del rito, cada vez más lejos de la libertad de pensamiento y de sentimiento;
  • la sociedad percibe sus prácticas actuales como extravagantes, edulcoradas, anquilosadas, sin sentido humano, compulsivas y muchas veces degradantes...

No barruntan que la que ellos sienten como lucha a muerte del demonio contra el bien no es sino un normal alejamiento de la esclerosis, si no es ya de la necrosis que les corroe. Siguen creyendo que “su verdad” es “la verdad” y que, pronto o tarde, la sociedad volverá a sus brazos.

Pues si es así, que su Dios les oiga... Son calco de la pantomima de Elías ante los profetas de un Baal del que hacía mofa:

"Gritad más fuerte, porque es todo un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará".

Sigan pensando que la culpa la tienen los demás, fiados del "yo soy el camino, la verdad y la vida" y "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Les sobrevendrá la muerte por anemia, sin llegar a darse cuenta de por dónde comenzó la gangrena.

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