Incertidumbre, petulancia y consunción.
Signo de inseguridad, no aceptar otra verdad.
| Pablo Heras Alonso.
Echar la vista sobre este conglomerado de creyentes aunados por la burocracia, los ritos y el espíritu, da mucho de sí, porque la Iglesia parece un polígono de muchísimas caras. Por supuesto y por descontado sabemos que no puede opinar sobre ella gente de la ralea y cariz como “nos”, aunque pueda alegar en mi descargo que “nos” seguimos siendo bautizados. Ergo, por lo tanto…
A la fuerza nos tenemos que referir a la que es y pretende seguir siendo "nuestra religión", la que nos es más cercana, la de toda la vida, la que año tras año desfila por pueblos y ciudades exhibiendo sus lábaros, la que llena los calendarios de santos nominados, la que busca el beneplácito del poder para continuar su loable y necesaria labor salutífera, la que entierra a nuestros muertos, la que marca con sus torres hitos en el horizonte...
La Iglesia católica, la que está corroída por el virus burocrático, la que hoy se las ve y se las desea para encontrar repuestos y la que siempre ha mostrado una desconfianza visceral respecto a las siempre sumisas ovejas, esa Iglesia que, tras “ovinizar” durante siglos a la grey y levantar majadas por doquier, hoy se encuentra sin pastores siquiera para cerrar la cancela de las tenadas y menos si de perros ovejeros hablamos.
Hay multitud de asuntos que bien podrían llevar con mayor profesionalidad los seglares, incluso en aspectos dogmáticos o disciplinares. Pues no. La suspicacia hacia ellos es mayúscula. Son todavía ovejas y, además, a la fuerza han de ser todos menores de edad en una Iglesia eterna.
Pasmo y sonrisa sardónica encontraríamos en la faz de los clérigos con cargo ante preguntas como las que siguen:
- ¿Podrían admitir otra doctrina sobre el "Reino de Dios" sin mezcla de lo terrenal?
- ¿Cómo sería ese reino de amor que deja traslucir el mensaje del Jueves Santo?
- ¿Podría ser un reino donde sobran tantas jerarquías?
- ¿De creyentes convencidos dentro de un movimiento de amor universal?
- ¿Reino donde sobran los tribunales eclesiásticos?
- ¿Reino donde sobran subvenciones?
- ¿Reino donde estuviera implantada la divergencia de opiniones?
- ¿Reino donde primara la igualdad de hijos de Dios?
- ¿Reino marcado por un modelo de corresponsabilidad?
La respuesta lógica del estamento clerical no podría ser otra: --¡Pero qué dice! ¿¡Está loco!?
No es de extrañar que ante el panorama que presenta esta vetusta institución se produzcan reacciones , unas de resignación y otras de rebeldía, con diversidad de escapadas vitalistas:
--prestes y frailes que vegetan y viven sin vivir, siempre del montón antes y después, que son los más;
--sacerdotes o clérigos comprometidos con la vida, que huyen de la burocracia hacia tareas humanas y humanitarias;
-- en el reino de los pastores, los que abandonan este pudridero de ideas y engrosan las filas de “ex” o “anti”;
--por su parte, las ovejas y corderos de la grey del Señor que se llenan de dudas acerca de la santidad de dicha Iglesia y en tal zozobra se mueven y mueren;
--otros que, siguiendo dentro, se refugian en movimientos ultra espiritualistas, fundamentalistas o integristas;
--y otros similaes que compaginan ritos que son parte de sus hábitos sociales con adhesión a sectas pletóricas de gozo y alborozo;
--incluso casos raros de quienes, sintiéndose espirituales, ven mayor vitalidad en el budismo, el yoga o el zen.