No basta que a los hombres les vaya mal; deben comprender que las cosas pueden ser distintas.
Cuando el hombre se arrastra en la desgracia, cualquier remedio es bueno: el más cómodo es la confianza que da la creencia en un mundo de felicidad que, paradójicamente, se encuentra en otro mundo.
El hombre ha de comprender que con su propio esfuerzo las cosas pueden cambiar. El derrotado por la vida comenzó derrotándose a sí mismo. Primero la verdad, luego el sufrimiento, luego el escondite: todo ello puede terminar con la salida del sol...
Algunos, para continuación de su desgracia, recurren al frescor de la caverna, al Jesús encerrado en el Santísimo, a la huida definitiva.