Virgen de las vírgenes y filologías mendaces.
Dejando de lado explicaciones, añadidos y aditamentos posteriores, la virginidad tiene un componente fisiológico que no es el caso comentar aquí pero que hace relación al matrimonio de María con José. Al menos los crédulos de María admitirán, y admiten, que sí hubo matrimonio.
Quede claro que no traemos el asunto de “María-Virgen” por algo que sería irrelevante para cualquier mortal e incluso para la Iglesia, cual es que María fuera o no virgen sexualmente hablando, sino por algo más torticero y mendaz, cual es el proceder de la Iglesia católica a lo largo de los siglos. La Iglesia católica vio un filón digno de explotar en María en cuanto Virgen, algo que le interesó sobremanera para sustituir creencias y ritos paganos, para entretener y encandilar al vulgo con prácticas sensibleras y para extraer pingües y relevantes beneficios de su culto.
De ahí la divinización de María mutada en virgen a pesar de ser madre. La forma más palmaria de constatarlo lo encontramos en la pasada algarabía de El Rocío, algo que fomenta la sensiblería, la irracionalidad y el borreguismo espiritual en las masas. Si todo quedara en marchas ecológicas, en carretas engalanadas, en cantos y bailes, en cenas a la luz de la luna… hasta nos uniríamos a los festejos. Pero, ¿cuál es el pretexto? Loar a “la Blanca Paloma”, “a la Virgen del Rocío”. El fundamento es una mentira, otra más, sostenida a lo largo de siglos.
En el caso de María “virgen” no podemos remitirnos a otras fuentes más que a los evangelios. Los estudios independientes sobre dichos textos ponen en evidencia la manipulación secular de los textos por parte de la Iglesia Católica –no la protestante— con relación a María como madre de Jesús. Una mentira secular más, que ha supuesto la divinización actual de la Virgen María y el culto idolátrico hacia ella. Tanto musulmanes como protestantes dejan las cosas en su sitio poniendo a María en el lugar que naturalmente le corresponde.
El asunto de la virginidad de María es un caso claro de manipulación de textos que han conducido a la actual hiperlatría de la Virgen. Y tal como están las cosas en el mundo católico, el paso atrás ya es imposible. María no sólo es y será siempre virgen, es una diosa.
Pero volviendo al asunto de manipulación de textos que conllevan la tergiversación de la vida, en este caso referidos a María, traemos aquí un párrafo extractado de “Guía para entender el Nuevo Testamento” de A.Piñero, autor en modo alguno sospechoso de parcialidad o vesania anti creyente:
El texto griego dice literalmente: “Y (José) no la conoció (es decir, no tuvo relaciones sexuales con María) hasta que (en griego héôs hoû) dio a luz un hijo”. Leído normalmente, y a tenor de lo que pensaba la mayoría de la iglesia antigua hasta bien entrado el siglo II, el texto de Mateo supone que, una vez nacido Jesús, José y María fueron un matrimonio normal que tuvieron otros hijos e hijas (Mt 12,47 / Mc 3,32; 6,3). A Mateo lo que le interesaba de verdad era resaltar que el nacimiento de Jesús fue prodigioso, virginal; lo que hiciera María después de haber alumbrado al Redentor, no le importaba. Así lo entienden por lo general los protestantes, que admiten la existencia de hermanos y hermanas físicos de Jesús, hijos normales de María y José. Pero este texto, así como el de Mc 6,3, atenta directamente contra el dogma posterior de la perpetua virginidad de María y sólo defiende la virginidad previa al nacimiento de Jesús. Pues bien, muchas versiones al castellano traducen Mt 1,25 del modo siguiente: “Y sin haberla conocido, dio a luz un hijo…” (Biblia de Jerusalén, 1967), o bien “Sin haber tenido relaciones…” (Biblia de Ediciones Paulinas 61998). Esta traducción supone hacer fuerza al texto griego que jamás se habría vertido de este modo, si no mediara un interés dogmático previo.
Relacionado con este asunto, está el otro de los “hermanos” de Jesús. Dice el profesor Piñero:
Otro ejemplo está relacionado con los pasajes en los que se habla de los “hermanos” de Jesús (Mt 12,47 / Mc 3,32; 6,3). En este caso “hermano” se traduce por “pariente” y luego se aclara (normalmente en nota) que se trata de “primos”. Ello no tiene justificación, ya que el griego distingue muy bien entre hermano uterino (adelphós, empleado en el texto evangélico) y el de “primo” (anepsiós), ausente de esos mismos pasajes. Igualmente, la elección positiva y consciente por parte de los traductores de las variantes más ortodoxas en los textos citados más arriba, en contra de los resultados modernos de la crítica textual que prefieren las variantes más difíciles, es un indicio de una cierta manipulación de las traducciones modernas para que resulten acomodadas a la línea oficial de pensamiento teológico.
La extorsión de significado se produce por la necesidad de adaptar los textos primitivos --desde las citas proféticas hasta los escritos de Pablo-- a las creencias que se van imponiendo a partir del siglo II. Recordemos la traducción de Isaías 7, 14 donde "muchacha joven" pasa a ser "virgen" y donde el futuro rey Ezequías al que se refiere Isaías, en la traducción de los LXX pasa a ser profecía mesiánica referida Jesús.
Es más, los mismos evangelios contienen citas textuales que indican lo contrario al credo impuesto posteriormente: Jesús, hijo de José, de Nazaret (Juan, 1.45); hijo de José (Juan, 6.42 y Lucas, 4.22), etc. Las epístolas mismas de Pablo, las verdaderamente suyas, anteriores a los Evangelios, hablan únicamente de la Encarnación: en ningún momento hablan de concepciones milagrosas o nacimientos virginales (por ejemplo Gálatas 4.4 o Romanos 1,3). Y Pablo, por revelación directa, sabía mucho de esto.
Las traducciones modernas de la Biblia, como no podía ser menos, dan de lado los supuestos dogmáticos en que se fundamentan ritos y creencias oficiales. Entre otras cosas porque el ecumenismo comienza en los centros del saber bíblico, donde los investigadores ponen en común sus conclusiones. Estas “averiguaciones” y estudios eran impensables hace unos años dentro del ámbito católico. Algo ha cambiado la cosa, pero, como decimos, es imposible trocar la praxis popular y desmontar todo el cúmulo de despropósitos sobre María. ¿Quién se atreve a decir nada “en contra” de María? ¡Que ni siquiera es en contra, como no lo son las citas evangélicas!