El templo de Éfeso se rinde a los talibanes.

Cuando los Reyes Católicos conquistaron Granada quedaron deslumbrados por la maravilla que era la Alhambra. Ni ellos ni sus sucesores en modo alguno consintieron que se destruyera nada, aunque añadieran un palacio al gusto de la época y en consonancia con la grandeza del emperador Carlos. Recordemos que lo normal en la época era destruir edificaciones anteriores para utilizar el material recuperable en nuevas obras. Más si eran obras de paganos.
Dicen que el templo de Ártemis en Éfeso fue una de las siete maravillas del mundo. Por lo que dicen, a la altura, o más, de la Alhambra y la Mezquita de Córdoba.
Dicen que Éfeso, en la era cristiana, fue lugar de residencia final de la Virgen María. Allí “se durmió” y de allí fue ascendida al cielo. Como no es posible comprobar tal dato, lo mismo puede ser verdad que fábula. El porqué del periplo virginal --Jerusalén a Éfeso, 1800 km-- no creo que ni siquiera quienes lo puedan defender lo tengan claro. Pero podría ser. Pablo de Tarso, que residió tres años en esta ciudad, la tomó como punto de partida de muchas excursiones en busca de prosélitos (a partir del año 54).
Dicen que Juan, el hijo adoptivo de María y a la que acogió bajo su protección, se estableció en Éfeso en el año 62. Si es así, María realizó el viaje siendo ya anciana. Pudiera ser que el viaje lo realizaran en barco, viaje más llevadero que a pie. Pero, por otra parte, también podría uno preguntarse por qué eligieron ese destino, tan extraño al ámbito judío en que María había vivido. Un anciano sin raíces, muere de tristeza. Añádase que lo que hoy se venera como “casa de la Virgen María” es un edificio del siglo VII.
Las suposiciones que buscan bases reales ceden a otras consideraciones de otro calado, consideraciones que hacen relación con lo que Éfeso suponía para la cultura helenística. Éfeso era centro espiritual del imperio: allí estaba el mayor templo del mundo dedicado a la diosa Ártemis (la Diana de los romanos), hija de Zeus, siempre virgen, protectora de las doncellas entre otras protecciones.
El templo de Artemisa, financiado por Creso, nunca salió de las listas de las Siete Maravillas del mundo. Según relata Plinio el Viejo, fue el mayor templo de su tiempo, 115 m. por 55 m. y 127 columnas. El Artemisio fue una institución poderosa en su tiempo, con amplios terrenos exclusivos, esclavos a su servicio y centro donde se custodiaban depósitos, se cambiaba moneda y se hacían préstamos. La estatua de la diosa dicen que era de oro.
Como era de esperar, dadas las riquezas que encerraba, el templo sufrió razias diversas. Heróstrato, para hacerse célebre lo incendió curiosamente el mismo día que nació Alejandro, año 336 a.C. (Artemisa estaba ausente ayudando en el parto). En el 263 d.c. sufrió el saqueo de los godos.
A mediados del siglo IV, los cristianos se hacen con la oficialidad religiosa. Se prohibieron los cultos a los dioses. Se cerraron los templos paganos. En el año 401 llega a Éfeso Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla. Ya, en su pugna con Teófilo de Alejandría, fue acusado de "origenista" y desterrado por ello. Llegado a Éfeso, ordena destruir la estatua de Ártemis, saquea el templo y éste pasa a ser cantera para edificaciones cristianas. Estatuas y adornos son enviados al palacio de Justiniano en Constantinopla.
Tras despojar su tesoro, San Juan Crisóstomo, patriarca de Constantinopla, autoriza la instalación de un horno de cal en las escalinatas de acceso al santuario para convertir el preciado mármol de columnas, arquitrabe, frontones, relieves y muros, en mortero. Restos de ese horno, de cinco metros de diámetro, junto con una columna, media de otra y parte del pavimento se descubrieron en 1869 bajo ocho metros de tierra y lodo.
Leemos que “ayer” los talibanes destruyeron los mausoleos de Tombuctú, los Budas de Bamiyán, varios museos de Iraq, antigüedades de Palmira…