En algunos contextos parece estar queriéndose recuperar el valor de cuidar. A sí mismo, al entorno, el espacio, la naturaleza… Cuidar, cuidar, cuidar: como si de algo nuevo se tratase. Y recuperamos el verbo, y sobre todo, nos lo aplicamos o reivindicamos: que nos cuiden los jefes, que nos cuiden para cuidar y prevenir el burn-out…
Quizás menos veces somos conscientes del privilegio de cuidar y de la responsabilidad de cuidarnos. Sí, pero empezando por cuidar los pensamientos, y la gestión de los sentimientos, y las conductas. Y cuidar la propia formación, porque el saber nos cualifica, porque la cabeza puesta al servicio del corazón nos hace más inteligentes.
Cuidar fielmente los afectos, mantenerlos ordenados, sabernos privilegiados porque podemos cuidar a los nuestros, pero también porque podemos cuidar en la fragilidad de los desconocidos, con la compasión propia de quienes somos profesionales de salud y queremos hacer gala de ello.
Cuidar, sí. En ello nos va la vida, y la salud.