Cantar la verdad, ponerla en el teatro, escucharla, proclamarla. ¡No, entera no! Pero es en las pequeñas verdades donde nos jugamos también la humanización. Quizás hoy somos menos dados a valorar moralmente las realidades, nos da pudor describir la connotación ética de las conductas humanas, como si fuera resucitar conceptos que no nos gustan por haber abusado de ellos, como lo pecaminoso.
Pero también la verdad pide ser cuidada, desnudarla sin falsedades. La verdad en salud es hacerse con el diagnóstico, sentirse dueño de la historia clínica, propietario y responsable del tratamiento, conversación abierta sobre diagnóstico y pronóstico, alianza terapéutica basada en la buena comunicación, nada de juegos de pactos de silencio, cuidado con el manejo de la información sobre efectos secundarios y probabilidades de éxito y fracaso de los tratamientos, participación libre en las investigaciones. Mucha verdad desnuda, es la que humaniza.
El juego con la mentira manipula, en salud y en todo entorno vital. En el trabajo, en la familia, en las relaciones de ayuda. Desnudar la verdad, esa es la cuestión.