En 1970 Potter dijo que la bioética debía ser “el puente hacia el futuro”. Un puente, sí. Entre dos orillas. El puente ha de apoyarse en dos pilares. Uno es el de la tecnociencia. El otro el de la ética. No el de los sentimientos o lo subjetivo, o lo psicológico.
Para que el puente no se caiga es necesario que en una orilla haya un pilar no menos resistente y necesario al de la tecnología: el de la ética. Esa es la razón por la que Potter acuñó el neologismo bioética. Hoy nadie niega el espacio que ha de tener la bioética en las ciencias biomédicas, pero pocos son los que la promueven con el rigor del razonamiento filosófico. Y humanizar cuesta también eso: argumentar.