Las profesiones de salud construyen su identidad y su potencial humanizador y humanizado si manejan los ladrillos de las palabras en el edificio de la comunicación, de la alianza terapéutica.
La mera relación instrumental, la cosificación de la persona para analizar los indicadores de su biología mediante una sutil gestión de la información que objetiviza, no alcanza el mérito de ser llamada relación profesional sanitaria.
Deseamos todavía que los valores éticos constituyan la clave interiorizada por los profesionales de la salud. No sabemos dónde quedará el poder de la empatía y la palabra como parte de la relación clínica en el futuro, pero hemos de seguir apasionados por su poder transformador y darle carta de ciudadanía en salud. Sin la palabra, volvemos al animal no sapiens, no amans, no patiens, aunque faber y technicus.
Humanizar pasa por educar a usar correctamente la palabra. La formación en counselling y relación de ayuda, puede contribuir a recorrer este camino complementario al de aprender a escuchar.
Toca recuperar el concepto de la alianza terapéutica. Desde ella, superaremos los excesos relacionados con la hipertrofia de la autonomía y los riesgos de la manipulación o coacción en las relaciones con el que sufre.