Pandemia, infodemia, infoxicación… Yo tengo miedo de que nos podamos olvidar todos de realidades tan importantes como los enfermos de alzhéimer, a cuenta de otras enfermedades amenazantes de la vida y de la salud. Si nos olvidáramos, por cualquier causa, de los enfermos de alzhéimer, estaríamos sufriendo, junto con otras enfermedades, una pandemia de alzhéimer ético y espiritual.
Fue el papa Francisco quien, en diciembre de 2014 habló a sus compañeros de una forma de alzhéimer que calificó de espiritual para significar el peligro de perder el recuerdo y vivir completamente centrados en el presente, en el que construimos muros y costumbres, sin acordarnos de problemas y desafíos que no surgieron hace un año, sino que nos acompañan en la historia de la humanidad, que aumentan con el crecimiento de la esperanza de vida, y que pudieran pasar a un segundo, o tercero, o… último plano.
Vivo preocupado. Ya lo estaba antes, por la insuficiente atención que reciben en los servicios sociales, en los medios, en la escuela…
Por eso, me preocupa la cultura de la humanización que no puede ser un barniz de los sistemas de protección social y sanitaria, sino la raíz de las profesiones de cuidado.
Si hemos presenciado la mayor vulnerabilidad –obvia por otra parte- de los mayores a la amenaza que asola a la humanidad, esto nos podría llevar a modificar algunas rutas, con brújulas no ageístas en las crisis, con revisión de los recursos económicos que se asignan al cuidado de este colectivo de personas con alzhéimer que, sin duda, es más caro que el cuidado a otras personas mayores en situación de dependencia.