No queremos olvidarnos de la moda y el valor de lemas como: “hay que cuidarse para cuidar” o el saludo tan frecuente que nos damos unos a otros al despedirnos: “cuídate”. En efecto, cuídate es una de las palabras más usadas en estas últimas décadas, además de ser una exhortación frecuente en las relaciones de compañerismo.
Refleja un buen deseo de bienestar, de equilibrio, de atención saludable a uno mismo, de no excederse en una vida hiperactiva y no descuidarse sin conciencia. Pero puede reflejar también el nacimiento de un aspecto cultural nuevo que deje de lado la dimensión solidaria, el altruismo, el sacrificio por los demás y desembocar en una autocomplacencia superficial apoyada en pseudopropuestas de autoestima más egocéntrica que saludable.
Necesitamos buscar el equilibrio. Ya San Pablo, al escribir a Timoteo (1 Tim 4,16) dice claramente: “Ten cuidado de ti mismo” y Lucas en el libro de los Hechos también dice: “ustedes deben cuidarse a sí mismos”.
Es una cuestión de salud pública: cuidarse para cuidar, en tiempos de coronavirus. Cuidarse para prevenir, para no infectarse y no infectar. No son cosas de las últimas décadas. Como propuesta, tiene solera y es bien noble, pero tomamos nota del riesgo de que en nuestra cultura líquida, nos instalemos de manera acomodaticia a mensajes que pudieran necesitar ser moderados.