Durante su estadía en Miami (EE.UU) concedió una extensa entrevista al periódico diocesano "Voz Católica" Monseñor Báez: "La relación Conferencia Episcopal - gobierno de Nicaragua es casi inexistente"
El Arzobispo de Miami, Thomas Wenski recibió la visita del Obispo Auxiliar de Managua, Silvio Báez el pasado 26 de abril, durante una parada en Miami antes de viajar a Roma, donde el Papa Francisco lo llamó después de una serie de amenazas de muerte.
| Rocío Granados
(Rocío Granados, enVoz Católica de Miami).- El Obispo Auxiliar de Managua, Mons. Silvio Báez, fuerte crítico del presidente de Nicaragua Daniel Ortega, fue llamado por el Papa Francisco a colaborar con él en el Vaticano por motivos de seguridad. Durante su breve estadía en Miami, donde reside parte de su familia, ofreció una Misa en la parroquia St. Agatha, en Sweetwater, el 28 de abril, un día antes de su partida a Roma. Miles de nicaragüenses lo acompañaron con pancartas de apoyo y banderas azul y blanco.
Unos días antes se reunió con el Arzobispo de Miami, Thomas Wenski, y ofreció una entrevista a La Voz Católica.
P. Mons. Báez, ¿cuál es la situación actual de Nicaragua?
R. Actualmente, Nicaragua es un país secuestrado por un grupo de poder que ha fundamentado su hegemonía dictatorial con la destrucción de la institucionalidad democrática, la mentira y la corrupción. A eso se le agrega la represión violenta, criminal y el abuso de los derechos humanos y de las libertades personales por parte del gobierno en el último año.
En Nicaragua no se ha dado un golpe de estado como el gobierno lo dice, sino una represión criminal por parte del gobierno que prácticamente ha secuestrado todas las libertades personales, sociales y políticas.
P. ¿Cómo se siente el pueblo?
R. Por años el pueblo de Nicaragua tenía muy poca participación en la vida social y política. A partir del 18 de abril del 2018, de modo inesperado, por un problema de reforma al seguro social junto con un problema ecológico de un incendio en una reserva natural, surgió una protesta de grupos estudiantiles en Managua, que luego se extendió a todo el país.
La respuesta del gobierno fue una represión criminal. Armó a civiles, los llamados paramilitares que junto con la policía del gobierno nos ha llevado a al menos 300 muertos documentados. Casi un millar de desaparecidos, casi 800 presos políticos y miles de nicaragüenses exiliados y otros miles que han perdido el trabajo.
Esta protesta social legítima ha hecho que este gobierno pierda toda legitimidad para gobernar, y su único modo de mantenerse en el poder es a través de las armas. Por eso, en este momento está prohibido todo tipo de manifestación pública. Hemos llegado al absurdo de que los símbolos patrios como la bandera azul y blanco y el himno nacional se han vuelto signos de protestas; el que lo hace puede ir a la cárcel.
Es una tragedia nacional y la única solución es la salida del gobierno actual. Nicaragua no puede ir adelante, ni puede reconstruirse con Daniel Ortega en el poder por la forma en el que ha actuado no solo este año, sino con todo el desmantelamiento de la democracia desde que llegó al poder en el 2007.
Solamente la renuncia del gobierno o el adelanto de las elecciones permitiría que Nicaragua salga de esta profunda crisis en la que se encuentra.
P. Pero el gobierno no acepta ninguna de estas dos opciones
R. Es un gobierno que lo único que pretende es permanecer en el poder. Parece un callejón sin salida. De allí que la presión internacional es tan importante. Una presión a nivel diplomático. A través de la Organización de Estados Americanos, de la ONU, los organismos de Derechos Internacionales y las sanciones económicas, es lo único que podría presionarlos a dialogar para evitar un derramamiento de sangre mayor.
En Nicaragua nadie quiere una salida violenta, pero el gobierno está cerrando todas las posibles soluciones pacíficas.
El adelanto de las elecciones es lo que la mayoría del pueblo desearía y se puede realizar a través de un proceso constitucional. La Constitución política de Nicaragua ofrece la posibilidad de hacer un adelanto de elecciones sin romper el orden constitucional.
P. ¿Cuál es el papel de la Iglesia?
R. En Nicaragua se han cometido crímenes de lesa humanidad por los que los responsables tendrán que dar cuenta ante la justicia. Como creyente, como pastor, estoy convencido de que el último y el único paso para destruir de raíz el mal es el perdón, es la reconciliación. Allí la iglesia tiene un trabajo enorme que realizar. Hay corazones destrozados que habrá que sanar con la gracia sanadora de Jesucristo. La iglesia tiene que hacer un trabajo de catequesis, de educación en la fe, que ayude a las personas a descubrir como su fe les puede iluminar a crear nuevos vínculos sociales.
P. ¿Cuál es la relación de la Iglesia Católica con el gobierno?
R. La conferencia episcopal como parte de la Iglesia sirvió de mediadora en el primer diálogo nacional sin renunciar a su misión pastoral al lado de las víctimas de la represión, de las familias que lloraban sus muertos, de las personas heridas en las calles, en las barricadas. Ofrecimos refugio en nuestros templos, literalmente se volvieron hospitales y los obispos nos expusimos por salvar vidas en muchas ciudades.
Y eso lo hicimos en el momento justamente en que servíamos de mediadores y testigos en un dialogo nacional, que por la intransigencia y falta de voluntad política del gobierno, no dio resultado.
Esto nos trajo un odio visceral de parte de Daniel Ortega, Rosario Murillo y su entorno dictatorial a tal punto de llamarnos golpistas, criminales, asesinos y hasta endemoniados.
A partir de allí, la relación Conferencia Episcopal - gobierno de Nicaragua es muy distante. En este momento es casi inexistente, porque la Conferencia Episcopal sigue manteniendo esta postura crítica.
Actualmente, se está llevando a cabo una negociación entre un grupo que representa la única oposición en el país, la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, y representantes del gobierno.
Los obispos decidimos no estar presentes para cederle el lugar a los laicos en el campo de la vida social y política. Como dice Juan Pablo II “es la hora de los laicos”, y nosotros, como dijeron los apóstoles en el Capítulo 4 de Hechos, “Nosotros nos dedicaremos a la predicación de la palabra y a la oración”.
En el fondo no queríamos ser usados ni manipulados políticamente porque la gran mayoría de los obispos no creemos en esas negociaciones. Creemos que no van a dar resultado.
P. ¿Cree que los religiosos y sacerdotes están en peligro en Nicaragua?
R. En realidad, en Nicaragua todo el pueblo en este momento corre riesgo. Allí solamente está seguro quien está con el gobierno. Quien se distancia un poco, quien es un poco crítico, quien manifiesta de alguna manera su molestia o su deseo de que Nicaragua cambie, está en riesgo. Es una situación muy peligrosa.
Y dentro de la Iglesia la inmensa mayoría de sacerdotes religiosos y religiosas están en esa línea, por lo tanto, corren riesgo y algunos muchísimo porque son sacerdotes valientes que se atreven a denunciar los atropellos a las libertades públicas, a los derechos humanos a la luz del Evangelio.
Me he esforzado en estos años que llevo como obispo de Managua a no ser un político y de ayudarles a los sacerdotes a que no fueran simplemente líderes políticos.
En este momento en Nicaragua, la gran mayoría de los nicaragüenses reconocen que la iglesia tiene un lenguaje pastoral con resonancia social y política, pero a nadie auténticamente católico se le ocurre pensar que la Iglesia es un factor político directamente.
P. Ha manifestado muchas veces que no se quiere ir de Nicaragua ¿por qué?
R. Yo no he pedido irme de Nicaragua y si en este momento salgo es por un acto de obediencia amorosa al Vicario de Pedro.
En Nicaragua no tengo nada, no tengo propiedades, ni familia, porque mi familia está también en el exilio. La única razón por la que no he querido salir es por no abandonar a un pueblo que confía en la iglesia, que espera cada momento que los pastores seamos voz de los que tienen una voz muy débil o ya no tienen fuerza para expresarse.
El pueblo confía, a tal punto que las últimas encuestas independientes han demostrado que la institución más creíble del país es la Iglesia Católica.
Una vez les dije a los sacerdotes de la arquidiócesis de Managua: Padres, demos gracias a Dios por lo que hemos sido como Iglesia. Hemos estado a la altura de los retos históricos del país, esta es una gracia de Dios, no es un mérito nuestro, pero hemos podido con la palabra y con el testimonio ofrecer consuelo, luz, fortaleza a un pueblo crucificado.
Se ha hecho famosa una frase que dije el Domingo de Ramos reafirmando la resurrección de Jesús crucificado, “un pueblo crucificado resucita siempre”.
P. ¿Cree que el Papa sabe la situación de Nicaragua, él está al tanto de la complejidad?
R. Creo que sí. La última vez que hablamos, las cosas principales se las dije y en ocasiones anteriores también se las he dicho.
P. ¿Considera que al sacarlo a usted del país, es una causa de división porque como está sacando a la voz más fuerte, está quitando la oposición?
R. Que se haga la voluntad de Dios. No sabría decir más.
P. En los años 1979 y 1980 llegaron a Miami muchos nicaragüenses. ¿Actualmente estamos viviendo lo mismo?
R. Quizás esta vez es peor que entonces. Porque antes fue una guerra entre dos grupos armados. En este hay un estado policiaco que ha armado a sus paramilitares, a sus tropas antimotines y a la policía nacional contra un pueblo desarmado. En este momento en Nicaragua no hay una guerra civil.
P. ¿Cómo es que los Sandinistas después de perder el poder volvieron?
R. Volvieron por la falta de trasparencia y limpieza de la clase política. El partido Liberal de Arnoldo Alemán pacto con ellos para repartirse el poder. A partir de ese pacto se le permitía a Daniel Ortega volver al poder. Con un arreglo que hicieron de las leyes electorales, ganó unas elecciones un poco cuestionadas, con el 38 por ciento del voto de la población.
El partido tradicional que había gobernado y el Frente Sandinista que era la oposición se repartieron el poder hasta hoy, y siguen juntos. Así Ortega llegó al poder. Ya en el poder, hizo unos cambios ilegales en la constitución política para poderse reelegir además con fraude electoral. Por eso digo, es un país secuestrado.
P. ¿A qué se debe ese despertar del pueblo?
R. Estoy convencido de que en la historia no hay saltos. Era un caldo de cultivo que venía de años atrás. Los jóvenes fueron los que estallaron el 18 de abril porque venían viendo una gran cantidad de abusos de todo tipo.
La corrupción, el enriquecimiento ilícito de la familia gobernante y sus allegados, la represión en el campo, el canal interoceánico, en ese momento el incendio que se dio en la reserva biológica Indio Maíz, que es una de las reservas naturales más importantes de América, y por último, esa reforma al seguro social de hace un año, era una cosa criminal contra los ancianos y contra las personas con limitaciones físicas. Unido a eso el autoritarismo, la pérdida de la autonomía universitaria, la mala educación, la atención deficiente de la salud en los hospitales. Era un malestar que venía creando un caldo de cultivo que lo del seguro social fue el detonante final.
Yo sabía que en algún momento iba a explotar, porque no se podía sostener más esa situación. Nunca imaginé que fuera el 2018, ni tampoco que viniera de los jóvenes. Creíamos que teníamos una juventud adormecida, interesada solo en el celular y en los partidos de futbol y en las fiestas. Y ahora tenemos una gran cantidad de mártires, de chavalos que dieron la vida por su patria.
No hay ningún golpe de estado como dicen ellos. Creo que si (el gobierno) hubieran sabido manejar la protesta contra el seguro social se hubiera podido buscar un arreglo y evitar el desastre al que hemos llegado, que es un desastre económico también. Nicaragua está al borde del colapso económico. Un país eminentemente agricultor donde estamos viviendo de reservas de los años anteriores. Va a empezar a faltar alimentos, ya hay empresas farmacéuticas que se están retirando del país, ya está faltando medicina, hay escasez de alimentos, las reservas monetarias están bajando, hay bancos que han quebrado. Es un país que va a la banca rota, es un problema bien complejo. No es que empezó el 18 de abril, venia ya de años que al final explotó.
Etiquetas