BEATIFICACIONES CON “ESCÁNDALO”
Al diccionario de la RAE le sobran las “comillas” y, a la sombra del académico término “escándalo”, hace jugar al corro de la convivencia y del entendimiento entre los usuarios de tan rico, vivo y lozano lenguaje, términos tales como “ alboroto, asombro, mal ejemplo, admiración, acción o palabra que es causa que obre o piense mal de otro, vergonzoso, gresca…” Unos y otros se dan cita también en solemnidades canónico- litúrgicas, como en el caso de las beatificaciones- canonizaciones, y “sacristanean” sus noticias, frecuentes y de relieve, en los últimos tiempos de la información religiosa, y más.
. Para muchos que se relacionan de verdad con la Iglesia, y con cuanto ella es y significa, con criterios fundamentados en los evangelios, les dan la impresión de que los citados actos necesitan revisiones profundas y urgentes. El “Año Cristiano” es catecismo y libro de piedad, y cuantos ejemplos de vida cristiana se espejean en sus páginas han de estar avalados por la fidelidad, transparencia y pureza , quedando a la vez nítidamente claro el valor teológico del ministerio- oficio sagrado de beatos y santos en su mediación comunitaria ante Dios.
Comprendiendo las limitaciones inherentes a toda actividad humana, con inclusión de las religiosas no estrictamente dogmáticas, como en nuestro caso, son explicables y excusables, determinadas influencias y recomendaciones en la selección de los candidatos/as “al honor de los altares”, así como en la celeridad que se les imprima a los correspondientes procesos, en la que caben las excepciones que se crean oportunas , avaladas por letanías de razones o de sinrazones.
. Al pueblo de Dios, y a cuantas personas desarrollen el grado de su sensibilidad al interpretar toda información o noticia, no pocas beatificaciones y canonizaciones les están provocando otros tantos escándalos. Las preguntas que se formulan, y en las que concretan su estupor y extrañeza –“escándalo”-, son así de elementales, simples y cándidas :¿Cómo, por qué y hasta ahora no se beatificó a Mons. Romero? ¿Cómo, por qué y tan pronto lo fueron otros que, no siendo mártires, como el arzobispo salvadoreño, tuvieron que superar la prueba canónica del consabido, cuestionado y discutible “milagro”?
. ¿Es que también la política , en cualquiera de sus santas, misteriosas, inextricables –pero siempre canónicas-, fórmulas, se hizo activamente presente, marcándole el ritmo a la acción del Espíritu y a la piedad de los fieles? ¿Acaso el necesario paso por los dicasterios de la Curia Romana, de los requeridos documentos pontificios, se les facilita a unos más que a otros, por el imprudente e indeliberado razonamiento de que sus funcionarios encargados no son de su misma tendencia piadosa, seguidores a veces de unas doctrinas cuya homologación con el evangelio resulta tan difícil, tal y como el mismo Papa Francisco lo testifica con su doctrina y ejemplo de vida?
. Llegó ya la hora de que las felices prácticas de la primitiva Iglesia al canonizar- beatificar, vuelvan a basarse en la praxis del pueblo. Las desventajas y abusos posibles que cometieron y consintieron los fautores de esos procedimientos, no los corrigió el acaparamiento y centralización por parte de las Curias diocesanas o romana. Un examen a la luz de la historia de la Iglesia en tiempos antiguos, y en los modernos, con documentos y testimonios fehacientes, demuestra con claridad, humildad y arrepentimiento, que el Santoral demanda su revisión, como primordial instrumento en el proceso de la educación de la fe y en la formación de la conciencia cristiana.
. El pueblo- pueblo es el canonizador – beatificador de santos y santas. Los organismos oficiales, por muy equipados que la Curia Romana los adjetive, privilegie, intitule e indulgencie misteriosamente de “santos. ni puede conferirles tal condición ni su reconocimiento, bien es verdad que sempiterna y generosamente suplidos por la gracia y misericordia de Dios”
. ¡Hosanna a la salvadora y reparadora buena noticia –“evangelio”- de la beatificación de Mons. Romero, con la esperanza de que cunda el ejemplo, y de que una –otra- vez, curias y curiales se despojen de sus atuendos y oficios administrativos y burocráticos y estén más atentos al sentir del pueblo…¡
. Para muchos que se relacionan de verdad con la Iglesia, y con cuanto ella es y significa, con criterios fundamentados en los evangelios, les dan la impresión de que los citados actos necesitan revisiones profundas y urgentes. El “Año Cristiano” es catecismo y libro de piedad, y cuantos ejemplos de vida cristiana se espejean en sus páginas han de estar avalados por la fidelidad, transparencia y pureza , quedando a la vez nítidamente claro el valor teológico del ministerio- oficio sagrado de beatos y santos en su mediación comunitaria ante Dios.
Comprendiendo las limitaciones inherentes a toda actividad humana, con inclusión de las religiosas no estrictamente dogmáticas, como en nuestro caso, son explicables y excusables, determinadas influencias y recomendaciones en la selección de los candidatos/as “al honor de los altares”, así como en la celeridad que se les imprima a los correspondientes procesos, en la que caben las excepciones que se crean oportunas , avaladas por letanías de razones o de sinrazones.
. Al pueblo de Dios, y a cuantas personas desarrollen el grado de su sensibilidad al interpretar toda información o noticia, no pocas beatificaciones y canonizaciones les están provocando otros tantos escándalos. Las preguntas que se formulan, y en las que concretan su estupor y extrañeza –“escándalo”-, son así de elementales, simples y cándidas :¿Cómo, por qué y hasta ahora no se beatificó a Mons. Romero? ¿Cómo, por qué y tan pronto lo fueron otros que, no siendo mártires, como el arzobispo salvadoreño, tuvieron que superar la prueba canónica del consabido, cuestionado y discutible “milagro”?
. ¿Es que también la política , en cualquiera de sus santas, misteriosas, inextricables –pero siempre canónicas-, fórmulas, se hizo activamente presente, marcándole el ritmo a la acción del Espíritu y a la piedad de los fieles? ¿Acaso el necesario paso por los dicasterios de la Curia Romana, de los requeridos documentos pontificios, se les facilita a unos más que a otros, por el imprudente e indeliberado razonamiento de que sus funcionarios encargados no son de su misma tendencia piadosa, seguidores a veces de unas doctrinas cuya homologación con el evangelio resulta tan difícil, tal y como el mismo Papa Francisco lo testifica con su doctrina y ejemplo de vida?
. Llegó ya la hora de que las felices prácticas de la primitiva Iglesia al canonizar- beatificar, vuelvan a basarse en la praxis del pueblo. Las desventajas y abusos posibles que cometieron y consintieron los fautores de esos procedimientos, no los corrigió el acaparamiento y centralización por parte de las Curias diocesanas o romana. Un examen a la luz de la historia de la Iglesia en tiempos antiguos, y en los modernos, con documentos y testimonios fehacientes, demuestra con claridad, humildad y arrepentimiento, que el Santoral demanda su revisión, como primordial instrumento en el proceso de la educación de la fe y en la formación de la conciencia cristiana.
. El pueblo- pueblo es el canonizador – beatificador de santos y santas. Los organismos oficiales, por muy equipados que la Curia Romana los adjetive, privilegie, intitule e indulgencie misteriosamente de “santos. ni puede conferirles tal condición ni su reconocimiento, bien es verdad que sempiterna y generosamente suplidos por la gracia y misericordia de Dios”
. ¡Hosanna a la salvadora y reparadora buena noticia –“evangelio”- de la beatificación de Mons. Romero, con la esperanza de que cunda el ejemplo, y de que una –otra- vez, curias y curiales se despojen de sus atuendos y oficios administrativos y burocráticos y estén más atentos al sentir del pueblo…¡