CARTA DE UNA MONJA

Me convierto en este vez en amoroso y fiel amanuense –nuncio- de una religiosa o monja, y me limito “a pasar a limpio” la siguiente carta, de cuyo contenido, y sin las debidas licencias y permisos de la Reverenda Madre Superiora, quiero hacer partícipes a los lectores de RD.

“En mi santo Bautismo, y después de pactar mis padres, hermanos y hermanas el nombre que habría de llevar yo, quien supuestamente, y “por ley natural”, habría de ser la pequeña del grupo familiar, optaron por el de María de los Remedios, al que el párroco oficiante habría de añadir el complemento “ de la Santísima Trinidad” por coincidir el día con tan importante festividad religiosa. Entre los diversos –pocos- colegios nacionales, la elección del regido por una comunidad de monjas, estaba, lo que se dice “cantado”. Ellas –las monjas- , con carrera o sin carrera de pedagogía, eran unas santas y educarían para que el día de mañana también lo fuéramos nosotras, comprometidas en ser y ejercer de madres y esposas amantísimas. En la elección del centro intervinieron, por supuesto, otros factores como el de su cierta reserva para niñas de familias pudientes de la localidad y alrededores, lo que explicaría que las no pudientes tuvieran acceso al colegio por la puerta llamada de las gratuitas, y su uniforme fuera distinto.

“Rezar, rezar y rezar, y la enseñanza de algunas –pocas-, asignaturas, con atildado esmero en evitar las relacionadas con aquello del “mundo, demonio y carne” y otros pecados, fue preocupación persistente en los esquemas e idearios que encarnaban a la perfección, y buena voluntad, las religiosas. Referir, y desgranar, algunos de los capítulos de la disciplina y esquema de vida cristiana a los que nos sometían, resultan hoy inimaginables, pese a tener conciencia de hallarnos en el “Año Santo de la Misericordia”, del perdón y de la comprensión. Destaco como más común la insistencia y el consejo, avalado por el confesor de que, cuando viéramos en las fachadas de los cines algunos carteles anunciando las películas que “iban a echar” , o cualquier otro espectáculo, nos viéramos obligadas a cerrar los ojos y a escupir… Sí, a escupir.

“ (Posteriormente he sabido que en movimientos “religiosos” actuales, de predicamento y “santos de prestigio”, a sus adeptos les recomiendan que recusen pasar por las aceras de las calles en las que se instalan los quioscos de prensa, para evitarse tentaciones de imágenes y titulares, lo que me hace pensar que los tiempos no han cambiado mucho, y que pese a todo, en todas partes siguen cociendo las mismas habas…)

“Pero la vida es la vida y, con vocación o sin ella, también yo me hice, o me hicieron, monja y de la misma Congregación como no podía ser de otra manera. Previo el cambio de “los Remedios”, por el de “los Ángeles”, pero en latín, es decir “Angelorum”. Cada una cuenta la vida como le va, o le fue, y lo mejor es que yo deje inédita la mía, antes y después de reconocer que la intención de las superioras, de las actas y constituciones de la Madre Fundadora y de las orientaciones de directores espirituales, confesores y capellanes resultaron ser ortodoxos y en conformidad con las directrices dimanantes de la Casa Madre y de los Capítulos Generales, con el “Visto Bueno” de los correspondientes criterios romanos, bendiciones, indulgencias y proclamación de beatas, beatos, santos y santas.

“¡Bendito papa Francisco que apareció en el horizonte de la Iglesia y en los aledaños de nuestra Congregación, tal vez todavía con tiempo para que no desaparezcamos del todo las monjas y nos reconvirtamos al menos en personas normales, al servicio de la Iglesia y del evangelio, sin privilegios de ninguna clase, con capacidad de exigir derechos y deberes idénticos para hombres y mujeres dentro y fuera de la institución eclesiástica, sin miedo, o miedos, para afrontar la responsabilidad de ser cristianas adultas, antes y después de ser monjas o religiosas, abandonando de una vez la condición servil de estar a disposición de curas y frailes, quienes, en calidad de asesores o de lo que sea, canónicamente son los que siempre pronunciarán la última palabra¡

“ La mayoría de ellos están ajenos a la realidad de lo que es, y debe ser, la vida religiosa dentro o fuera de la comunidad, y en consonancia con las demandas de los tiempos nuevos. Si de los laicos apenas si saben algo los curas, en la asignatura referida a las monjas hay que asegurar que todos ellos habrían de recibir un suspenso, y algunos a perpetuidad…

“Por ahora no quiero ponerle el punto final a esta carta sin lamentar que, así las cosas, a las monjas, o religiosas, como tales, no nos quedan muchos años de vida , haciendo además triste y dramáticamente presente que en no pocas Congregaciones y conventos de religiosas –también de religiosos- , se reza por la conversión del papa Francisco, o porque “Dios se apiada de su Iglesia, y se lo lleve cuanto antes para ser premiado en el cielo, por la buena voluntad, sacrificios y trabajos invertidos en la tarea- ministerio de la mal llamada Reforma”.
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