CURAS Y COMUNIDADES ADULTAS
El de los sacerdotes en general es uno de los problemas más importantes hoy en la Iglesia. Pertenecer, ser y sentirse Iglesia de Jesús, y comprobar cómo la disciplina oficial y los cánones que la rigen, le prestan tan parca, desviada y distante atención al mismo, sobrepasa los linderos de impensables descalificaciones institucionales.
No hay exageración en la formulación de juicio tan generalizado , y para algunos, poco o nada respetuoso, si, por ejemplo, se tiene en cuenta que, mientras que a consecuencia de la falta de sacerdotes que hoy se registra, puedan y tengan que asociarse en la Federación Europea de Curas Católicos Casados, que a su vez y junto con la Latinoamericana y Filipina, integren la Internacional que coordina los movimientos de curas casados, ubicados en la Europa Occidental y más concretamente en el Reino Unido, Bélgica, Francia, Austria e Italia, acogiéndose la de España bajo las siglas del MOCEOP.
Lamentar la desoladora falta de sacerdotes, celebrantes de la Eucaristía, e inspiradores y divulgadores del mensaje evangélico, y desaprovechar, y aún rechazar positivamente y con argumentos teológicos, la colaboración que pudieran y desean prestar los sacerdotes casados, constituye uno de los “misterios” más insondables de cualquier planteamiento religioso y más si se llama, y cree, ser cristiano. Dentro y fuera de la Iglesia no son muchos a quienes les resulte fácil descubrir cuales sean, o donde, residan los argumentos que impiden cambiar la situación canónica actual de su esencial vinculación del sacerdocio con el celibato.
Y precisamente la Federación Europea de Curas Casados acaba de publicar un documentado estudio sobre el tema, firmado por Ramón Alario, Pierre Colet y Joe Mulrooney. El texto -408 páginas- se presenta en diversos idiomas. La `parte primera está dedicada a la historia del movimiento, en la segunda se describen doce experiencias comunitarias, y en la tercera se establecen, explican y aplican algunas conclusiones. “A la búsqueda de unas comunidades adultas”, “Cantad al Señor un cántico nuevo” y “Pluralidad de ministerios” completan el texto. “Servicio de la unidad” y “Qué tipo de de Iglesia”, son otros tantos apartados del tema, tratado con ponderación, fe, confianza, caridad y con la renovadora y estimulante esperanza de que, por fin, y con presteza y eficacia evangélicas, se impongan criterios teológicos, sobre aquellos otros disciplinares y canónicos que rigieron la institución y entre cuyos frutos destaca el éxodo masivo de tantos sacerdotes obligados a abandonar su vocación y su ministerio.
La creación y mantenimiento de estos movimientos las definen las finalidades que se destacan en el texto, y que se reducen fundamentalmente a la acogida y ayuda de los curas casados católicos, compañeras y familias, así como a promover nuevas formas de ejercer los ministerios de la Iglesia católica.
¿Hay quien dé más? ¿No son de verdad cristianas tales finalidades? ¿Acaso pueden serlo más las puramente canónicas o disciplinares?
Aseguro que con la lectura d este libro y la colaboración de la jerarquía, sacerdotes y laicos, la Iglesia y la puesta en marcha de unos “ministerios renovados”, será más la Iglesia de Jesús. El “Credo para el mundo nuevo” inserto en la página 173 ayudará, con fervor y efectividad religiosa, en tan necesario e ínclito empeño. Otra Iglesia, no democrática y participativa, no es hoy posible ni real,
No hay exageración en la formulación de juicio tan generalizado , y para algunos, poco o nada respetuoso, si, por ejemplo, se tiene en cuenta que, mientras que a consecuencia de la falta de sacerdotes que hoy se registra, puedan y tengan que asociarse en la Federación Europea de Curas Católicos Casados, que a su vez y junto con la Latinoamericana y Filipina, integren la Internacional que coordina los movimientos de curas casados, ubicados en la Europa Occidental y más concretamente en el Reino Unido, Bélgica, Francia, Austria e Italia, acogiéndose la de España bajo las siglas del MOCEOP.
Lamentar la desoladora falta de sacerdotes, celebrantes de la Eucaristía, e inspiradores y divulgadores del mensaje evangélico, y desaprovechar, y aún rechazar positivamente y con argumentos teológicos, la colaboración que pudieran y desean prestar los sacerdotes casados, constituye uno de los “misterios” más insondables de cualquier planteamiento religioso y más si se llama, y cree, ser cristiano. Dentro y fuera de la Iglesia no son muchos a quienes les resulte fácil descubrir cuales sean, o donde, residan los argumentos que impiden cambiar la situación canónica actual de su esencial vinculación del sacerdocio con el celibato.
Y precisamente la Federación Europea de Curas Casados acaba de publicar un documentado estudio sobre el tema, firmado por Ramón Alario, Pierre Colet y Joe Mulrooney. El texto -408 páginas- se presenta en diversos idiomas. La `parte primera está dedicada a la historia del movimiento, en la segunda se describen doce experiencias comunitarias, y en la tercera se establecen, explican y aplican algunas conclusiones. “A la búsqueda de unas comunidades adultas”, “Cantad al Señor un cántico nuevo” y “Pluralidad de ministerios” completan el texto. “Servicio de la unidad” y “Qué tipo de de Iglesia”, son otros tantos apartados del tema, tratado con ponderación, fe, confianza, caridad y con la renovadora y estimulante esperanza de que, por fin, y con presteza y eficacia evangélicas, se impongan criterios teológicos, sobre aquellos otros disciplinares y canónicos que rigieron la institución y entre cuyos frutos destaca el éxodo masivo de tantos sacerdotes obligados a abandonar su vocación y su ministerio.
La creación y mantenimiento de estos movimientos las definen las finalidades que se destacan en el texto, y que se reducen fundamentalmente a la acogida y ayuda de los curas casados católicos, compañeras y familias, así como a promover nuevas formas de ejercer los ministerios de la Iglesia católica.
¿Hay quien dé más? ¿No son de verdad cristianas tales finalidades? ¿Acaso pueden serlo más las puramente canónicas o disciplinares?
Aseguro que con la lectura d este libro y la colaboración de la jerarquía, sacerdotes y laicos, la Iglesia y la puesta en marcha de unos “ministerios renovados”, será más la Iglesia de Jesús. El “Credo para el mundo nuevo” inserto en la página 173 ayudará, con fervor y efectividad religiosa, en tan necesario e ínclito empeño. Otra Iglesia, no democrática y participativa, no es hoy posible ni real,