CURAS –FUNCIONARIOS- CURAS
Nada más y nada menos que en un ambiente mafiosamente siciliano, el papa Francisco proclamó con sinceridad evangélica, que “los sacerdotes serán y ejercerán siempre, y por definición, de pastores y jamás de funcionarios”….
Y es que esta es una de las “cruces” que descalifican hoy en mayor proporción a la Iglesia, con la triste y paupérrima consecuencia de que sus obispos, al margen de consignas “franciscanas”, no acaban de asumir y practicar la sabiduría evangélica de que, “para hacer más santo el rostro de la Iglesia “, les será imprescindible “por los siglos de los siglos”, destacar su condición de “hombres de oración, hombres de anuncio y hombres de comunión”, tal y como literalmente, y por este orden, les adoctrinó en el “Encuentro promovido por la Congregación para la evangelización de los pueblos”, en la mañana del 8 de septiembre en la Sala Clementina.
La burocracia –estilo, antesala y comportamiento del tan denostado “carrerismo” insertado en el desarrollo de la llamada “formación religiosa”- sobrepasa no pocos límites pastorales y aún ministeriales, y se hace activamente presente en la Iglesia, con caracteres impropios, y excluyentes, de la teología de la salvación.
En la Iglesia, con flagrante mención para su Código de Derecho Canónico, la burocracia sigue campeando por su cuenta y riesgo y en contra del espíritu del Concilio Vaticano II, del sentido común y de las exigencias que demandan los tiempos nuevos que les corresponden vivir al Pueblo de Dios. La burocracia, y gran parte de la liturgia, “descristianizan” a la Iglesia, de modo similar a como lo hace la “clericalizan”, que es otro de los tremendos males que señala y descalifica el papa Francisco con palabras anatematizadoras, mientras que entre los mandamientos de Nuestra Santa Madre la Iglesia, no se hace referencia alguna a estos graves pecados de tan soberana y solemne actualidad.
Y es de destacar que los burócratas eclesiásticos y sus procedimientos, no se asientan ni solo ni fundamentalmente, en las más altas esferas o ámbitos curiales –romanos o diocesanos-, sino también en las parroquias, sobre todo de las grandes ciudades. En las puertas de sus respectivos templos -tablón de anuncios- , es normal encontrar, además de las referencias a horarios de misas y de otros actos de culto, mención específica para “las horas de despacho en las que el sacerdote está a disposición de los fieles…”
Traigo a colación este dato a propósito de una información reciente suministrada por un feligrés, quien me comentó con toda clase de detalles y nombres, que, con necesidad un familiar suyo de recibir los “Últimos Sacramentos”, lo primero que le preguntaron en el despacho de la iglesia más próxima, fue si el enfermo –enferma en esta caso- pertenecía o no a aquella demarcación parroquial.
“Mire, padre, es que está muy grave… Yo no sé, ni me importa, ni tengo ahora tiempo de averiguar de qué demarcación parroquial es feligrés mi familiar…Por fin al “funcionario” pastoral le convencieron mis argumentos y, seguidamente, y a tiempo, se hizo presente el párroco en la casa del enfermo, administrándole las sacramentos solicitados.
El sabio, y casi santo, diccionario de la RAE, define la “parroquia” como “iglesia en la que se administran los sacramentos y se atiende espiritualmente a los fieles”. También la define como “curato”, o “territorio que está bajo su jurisdicción”, término que por sí lleva consigo “autoridad, poder o competencia para gobernar y para hacer cumplir las normas, especialmente las legales…”
De verdad que hay que lamentar situaciones, palabras y “palabros” como estos, vigentes en los territorios de la pastoral, y no solo por los fieles, sino por los propios párrocos…
Y es que esta es una de las “cruces” que descalifican hoy en mayor proporción a la Iglesia, con la triste y paupérrima consecuencia de que sus obispos, al margen de consignas “franciscanas”, no acaban de asumir y practicar la sabiduría evangélica de que, “para hacer más santo el rostro de la Iglesia “, les será imprescindible “por los siglos de los siglos”, destacar su condición de “hombres de oración, hombres de anuncio y hombres de comunión”, tal y como literalmente, y por este orden, les adoctrinó en el “Encuentro promovido por la Congregación para la evangelización de los pueblos”, en la mañana del 8 de septiembre en la Sala Clementina.
La burocracia –estilo, antesala y comportamiento del tan denostado “carrerismo” insertado en el desarrollo de la llamada “formación religiosa”- sobrepasa no pocos límites pastorales y aún ministeriales, y se hace activamente presente en la Iglesia, con caracteres impropios, y excluyentes, de la teología de la salvación.
En la Iglesia, con flagrante mención para su Código de Derecho Canónico, la burocracia sigue campeando por su cuenta y riesgo y en contra del espíritu del Concilio Vaticano II, del sentido común y de las exigencias que demandan los tiempos nuevos que les corresponden vivir al Pueblo de Dios. La burocracia, y gran parte de la liturgia, “descristianizan” a la Iglesia, de modo similar a como lo hace la “clericalizan”, que es otro de los tremendos males que señala y descalifica el papa Francisco con palabras anatematizadoras, mientras que entre los mandamientos de Nuestra Santa Madre la Iglesia, no se hace referencia alguna a estos graves pecados de tan soberana y solemne actualidad.
Y es de destacar que los burócratas eclesiásticos y sus procedimientos, no se asientan ni solo ni fundamentalmente, en las más altas esferas o ámbitos curiales –romanos o diocesanos-, sino también en las parroquias, sobre todo de las grandes ciudades. En las puertas de sus respectivos templos -tablón de anuncios- , es normal encontrar, además de las referencias a horarios de misas y de otros actos de culto, mención específica para “las horas de despacho en las que el sacerdote está a disposición de los fieles…”
Traigo a colación este dato a propósito de una información reciente suministrada por un feligrés, quien me comentó con toda clase de detalles y nombres, que, con necesidad un familiar suyo de recibir los “Últimos Sacramentos”, lo primero que le preguntaron en el despacho de la iglesia más próxima, fue si el enfermo –enferma en esta caso- pertenecía o no a aquella demarcación parroquial.
“Mire, padre, es que está muy grave… Yo no sé, ni me importa, ni tengo ahora tiempo de averiguar de qué demarcación parroquial es feligrés mi familiar…Por fin al “funcionario” pastoral le convencieron mis argumentos y, seguidamente, y a tiempo, se hizo presente el párroco en la casa del enfermo, administrándole las sacramentos solicitados.
El sabio, y casi santo, diccionario de la RAE, define la “parroquia” como “iglesia en la que se administran los sacramentos y se atiende espiritualmente a los fieles”. También la define como “curato”, o “territorio que está bajo su jurisdicción”, término que por sí lleva consigo “autoridad, poder o competencia para gobernar y para hacer cumplir las normas, especialmente las legales…”
De verdad que hay que lamentar situaciones, palabras y “palabros” como estos, vigentes en los territorios de la pastoral, y no solo por los fieles, sino por los propios párrocos…