DEJARSE CONDUCIR
Pío X, antecesor suyo, y como casi todos los Papas del siglo XX, canonizado con toda clase de méritos canónicos, ritos y manifestaciones masivas, afirmó un día que “El pueblo de Dios no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y deguir dócilmente a sus pastores”.
Tomando al pie de la letra adoctrinamientos como estos, sin forzarlos, y con el debido respeto y consideración para su contexto, a la luz de la hermenéutica impuesta y exigida por las normas, es obligado tener que reconocer que los derechos del Pueblo de Dios son muchos más que dejarse conducir pasivamente, practicar la docilidad y reconocer sin más la condición de pastores-mayorales de unos, y de ovejas- corderos de otros. Para llegar a tan elemental conclusión basta y sobra con la comprobación de vivir en unos tiempos y en unos contextos en los que apenas si es posible emplear tales términos pastoriles, por no ser ya de uso común, a consecuencia de la transformación registrada en las áreas de la convivencia, aún rurales.
Los tiempos han cambiado felizmente mucho. Tales cambios, al menos se perciben inicialmente también en la Iglesia. Conceptos tales como “pastores”, “docilidad”, “derechos y deberes”, “infantiles a perpetuidad”, “grey y rebaño”..., con ineludible alusión al dirigismo que incluye dimitir, en parte o en todo, de las responsabilidades inherentes al ejercicio propio de la persona como tal, aunque esta nueva situación les lleve a la disconformidad, rebeldía e insurrección “canónicas”, demandan reconversión –“penitencia”- al claror de la fe y del evangelio. Son muchos los que personalizan el milagro del cambio en el Papa Francisco que, por ejemplo, no recusa expresar cual sea el olor de los apriscos -pastores y ovejas-, y cual el de los lugares y ceremonias “sagradas”, con el uso y abuso del incienso, de los incensados y de los turiferarios de turno.
Sometiendo a un ascético retruécano gramatical, piadoso y sacramental, el pensamiento y su formulación del Papa san Pío X respecto a los laicos, la redacción conciliar sempiternamente cristiana, y más actualizada, nunca podría ser otra que la de que precisamente son los pastores quienes no tienen otro derecho que el de dejarse conducir por el Pueblo de Dios… Pero, más que de derechos y deberes, de lo que se trata es de “ministerios” y “funciones” sagradas en la edificación mutua, y como acto de adoración a Dios, que necesariamente incluye el servicio a la comunidad hasta sus últimas consecuencias.
Los santos, hayan sido Papas o no, no lo fueron por retrógrados y por caminar, y ordenar hacerlo, en dirección distinta a la vida. Jesús es - sigue siendo-, ejemplo de todo lo contrario, Amén.
Tomando al pie de la letra adoctrinamientos como estos, sin forzarlos, y con el debido respeto y consideración para su contexto, a la luz de la hermenéutica impuesta y exigida por las normas, es obligado tener que reconocer que los derechos del Pueblo de Dios son muchos más que dejarse conducir pasivamente, practicar la docilidad y reconocer sin más la condición de pastores-mayorales de unos, y de ovejas- corderos de otros. Para llegar a tan elemental conclusión basta y sobra con la comprobación de vivir en unos tiempos y en unos contextos en los que apenas si es posible emplear tales términos pastoriles, por no ser ya de uso común, a consecuencia de la transformación registrada en las áreas de la convivencia, aún rurales.
Los tiempos han cambiado felizmente mucho. Tales cambios, al menos se perciben inicialmente también en la Iglesia. Conceptos tales como “pastores”, “docilidad”, “derechos y deberes”, “infantiles a perpetuidad”, “grey y rebaño”..., con ineludible alusión al dirigismo que incluye dimitir, en parte o en todo, de las responsabilidades inherentes al ejercicio propio de la persona como tal, aunque esta nueva situación les lleve a la disconformidad, rebeldía e insurrección “canónicas”, demandan reconversión –“penitencia”- al claror de la fe y del evangelio. Son muchos los que personalizan el milagro del cambio en el Papa Francisco que, por ejemplo, no recusa expresar cual sea el olor de los apriscos -pastores y ovejas-, y cual el de los lugares y ceremonias “sagradas”, con el uso y abuso del incienso, de los incensados y de los turiferarios de turno.
Sometiendo a un ascético retruécano gramatical, piadoso y sacramental, el pensamiento y su formulación del Papa san Pío X respecto a los laicos, la redacción conciliar sempiternamente cristiana, y más actualizada, nunca podría ser otra que la de que precisamente son los pastores quienes no tienen otro derecho que el de dejarse conducir por el Pueblo de Dios… Pero, más que de derechos y deberes, de lo que se trata es de “ministerios” y “funciones” sagradas en la edificación mutua, y como acto de adoración a Dios, que necesariamente incluye el servicio a la comunidad hasta sus últimas consecuencias.
Los santos, hayan sido Papas o no, no lo fueron por retrógrados y por caminar, y ordenar hacerlo, en dirección distinta a la vida. Jesús es - sigue siendo-, ejemplo de todo lo contrario, Amén.