JESÚS NO FUE CRISTIANO
La frase, así como suena y con el eco literal que suscita, puede resultar “ofensiva para oídos piadosos”, escandalosa y bobalicona, sin llegar a alcanzar siquiera los indispensables grados de responsabilidad para poder ser juzgada como propia de una persona consciente.
. Jesús no fue “cristiano”, por la bíblica y rudimentaria razón de que en el mismo libro sagrado de los “Hechos de los Apóstoles” se refiere que se estrenó y aplicó tal nombre a sus discípulos y seguidores, con expresas referencias al versículo 11 del capítulo 26. Hasta entonces –a. 50-, y por más señas en Antioquía, judíos y paganos los conocían como “nazarenos” o “galileos” y, entre sí, los miembros de las comunidades que “creían en Jesucristo y recibían el bautismo” se llamaban a sí mismos “hermanos, “fieles”, “santos” o “elegidos”.
. Jesús no había pertenecido a la clase sacerdotal establecida oficialmente entre los judíos, ni en calidad de “escriba, levita, maestro de la ley o Sumo Sacerdote”, no corriendo por sus venas la sangre de ninguna familia sacerdotal, como en el caso de su pariente Juan, “El Bautista”, hijo de Zacarías, de la familia de Aarón, si bien no hay constancia que ejerciera en la sinagoga o en el templo, pero sí en el desierto, predicando ascéticamente el “bautismo de penitencia” y denunciando los libertinajes y las corrupciones de Herodes.
. Jesús fue un laico. Algunos se aprestaron a llamarlo, y a tratarlo, como “rabbí”, que en el lenguaje común de su tiempo no tenía otra traducción que la de “maestro”. Jesús ni fue, ni aspiró a ser jamás Papa, ni cardenal, ni obispo y ni siquiera canónigo, siempre ajeno a cualquier titulitis, distinciones, privilegios o exenciones, que no solamente no fueron ”adamadas” por Él, sino vilipendiadas, desdeñadas y menospreciadas.
. La vida de Jesús no fue ejemplo de la religiosidad “oficial” entre los judíos, sino todo lo contrario. Tampoco lo hubiera sido entre los cristianos, cuando el tiempo y las circunstancias culturales, socio-políticas y posteriormente imperiales, involucraron su doctrina y ejemplaridad de vida, de idolatrías, incredulidades y paganerías, con diversidad de rentabilidades y de signos.
. Jesús, modelo original y originante, de religiosidad salvadora, difícilmente se declararía, y reconocería a sí mismo como cristiano en la Iglesia actual, a la que le hemos adscrito con carácter de exclusividad, las connotaciones de su heredad, pertenencia y legado “por los siglos de los siglos” y con atributos dogmáticos, o propincuos y adyacentes a los mismos.
. Jesús no rehuyó sistemáticamente, sino que condenó, por motivos estrictamente religiosos, “las reverencias en público, la primacía en banquetes, vanidades, orgullo, prestigio, aprovechamientos –también de tipo económico- de la condición sacerdotal de mediadores ante Dios y de intérpretes de su Ley”, por lo que cualquier remedo de comportamiento religioso hoy al uso, con reverencial conmemoración y memoria para el orden jerárquico, motivaría y explicaría su desafección hacia todo lo cristiano, y más cuando los caminos para alcanzar tales fines ortodoxos doctrinales se hubieran de recorrer necesaria, o prevalentemente, con fórmulas administrativas o funcionariales.
. Compartir, solidaridad, igualdad, comunidad, humildad, humanidad, encarnación, respeto, ternura, servicio, amabilidad, comprensión, familia, relación y adoración a Dios en y con el prójimo, seriedad, alegría, esperanza … son “palabras de Dios” en el ejercicio- ministerio cristiano. La ausencia, o la prevalente interpretación canónica, ortodoxa y aún litúrgica de la misma, descristianiza la religión en su idea fontal, concepción y práctica de su Fundador y, por tanto, de quienes les siguieran después en la diversidad de sus “dignidades” y grados, unas veces rutinariamente, y otras por intereses, aún con la mejor de las intenciones.
. La Iglesia, tal y como se vive y “teologiza” en la actualidad, raramente coincide con la adoctrinada y testificada en los santos evangelios. Los comentarios sobre la denominación, e invocación, de “Nuestra Santa Madre la Iglesia”, es preferible aplazarlos, después de reseñar que de esta palabra –“Iglesia”- solo dos veces se hace uso en los cuatro evangelios.
. Jesús no fue “cristiano”, por la bíblica y rudimentaria razón de que en el mismo libro sagrado de los “Hechos de los Apóstoles” se refiere que se estrenó y aplicó tal nombre a sus discípulos y seguidores, con expresas referencias al versículo 11 del capítulo 26. Hasta entonces –a. 50-, y por más señas en Antioquía, judíos y paganos los conocían como “nazarenos” o “galileos” y, entre sí, los miembros de las comunidades que “creían en Jesucristo y recibían el bautismo” se llamaban a sí mismos “hermanos, “fieles”, “santos” o “elegidos”.
. Jesús no había pertenecido a la clase sacerdotal establecida oficialmente entre los judíos, ni en calidad de “escriba, levita, maestro de la ley o Sumo Sacerdote”, no corriendo por sus venas la sangre de ninguna familia sacerdotal, como en el caso de su pariente Juan, “El Bautista”, hijo de Zacarías, de la familia de Aarón, si bien no hay constancia que ejerciera en la sinagoga o en el templo, pero sí en el desierto, predicando ascéticamente el “bautismo de penitencia” y denunciando los libertinajes y las corrupciones de Herodes.
. Jesús fue un laico. Algunos se aprestaron a llamarlo, y a tratarlo, como “rabbí”, que en el lenguaje común de su tiempo no tenía otra traducción que la de “maestro”. Jesús ni fue, ni aspiró a ser jamás Papa, ni cardenal, ni obispo y ni siquiera canónigo, siempre ajeno a cualquier titulitis, distinciones, privilegios o exenciones, que no solamente no fueron ”adamadas” por Él, sino vilipendiadas, desdeñadas y menospreciadas.
. La vida de Jesús no fue ejemplo de la religiosidad “oficial” entre los judíos, sino todo lo contrario. Tampoco lo hubiera sido entre los cristianos, cuando el tiempo y las circunstancias culturales, socio-políticas y posteriormente imperiales, involucraron su doctrina y ejemplaridad de vida, de idolatrías, incredulidades y paganerías, con diversidad de rentabilidades y de signos.
. Jesús, modelo original y originante, de religiosidad salvadora, difícilmente se declararía, y reconocería a sí mismo como cristiano en la Iglesia actual, a la que le hemos adscrito con carácter de exclusividad, las connotaciones de su heredad, pertenencia y legado “por los siglos de los siglos” y con atributos dogmáticos, o propincuos y adyacentes a los mismos.
. Jesús no rehuyó sistemáticamente, sino que condenó, por motivos estrictamente religiosos, “las reverencias en público, la primacía en banquetes, vanidades, orgullo, prestigio, aprovechamientos –también de tipo económico- de la condición sacerdotal de mediadores ante Dios y de intérpretes de su Ley”, por lo que cualquier remedo de comportamiento religioso hoy al uso, con reverencial conmemoración y memoria para el orden jerárquico, motivaría y explicaría su desafección hacia todo lo cristiano, y más cuando los caminos para alcanzar tales fines ortodoxos doctrinales se hubieran de recorrer necesaria, o prevalentemente, con fórmulas administrativas o funcionariales.
. Compartir, solidaridad, igualdad, comunidad, humildad, humanidad, encarnación, respeto, ternura, servicio, amabilidad, comprensión, familia, relación y adoración a Dios en y con el prójimo, seriedad, alegría, esperanza … son “palabras de Dios” en el ejercicio- ministerio cristiano. La ausencia, o la prevalente interpretación canónica, ortodoxa y aún litúrgica de la misma, descristianiza la religión en su idea fontal, concepción y práctica de su Fundador y, por tanto, de quienes les siguieran después en la diversidad de sus “dignidades” y grados, unas veces rutinariamente, y otras por intereses, aún con la mejor de las intenciones.
. La Iglesia, tal y como se vive y “teologiza” en la actualidad, raramente coincide con la adoctrinada y testificada en los santos evangelios. Los comentarios sobre la denominación, e invocación, de “Nuestra Santa Madre la Iglesia”, es preferible aplazarlos, después de reseñar que de esta palabra –“Iglesia”- solo dos veces se hace uso en los cuatro evangelios.