MISAS CARDENALICIAS
Recientemente celebró en Madrid una misa solemne de funeral, uno de los Eminentísimos y Purpúreos Cardenales -“Príncipes de la Iglesia” –, miembro preclaro del episcopado español y de su Conferencia. La noticia, como tantas otras, por diversas circunstancias, y sin más, merece reflexión, por supuesto, de carácter estrictamente religioso.
. “Todos la queríamos y ella quería a todos”. “Fue modelo de humildad y de sencillez”. “Pasó por la vida de puntillas, sin una mala cara y con la sonrisa en los labios”. “Se fue sin hacer ruido”. “Aprendió a ser fiel en un mundo hostil”.
. Enterrada, junto a su marido la protagonista destinataria de estas palabras cardenalicias, en la cripta de la catedral de Nuestra Señora de la Almudena de Madrid,(¡¡), diríase que la misa, más que en sufragio de su alma, constituía parte principal del rito de canonización – beatificación, o de las misas llamadas “de gloria”.
. De todas maneras, la misa, como todas las misas, con uno u otro esquema litúrgico, tanto por quienes son aplicadas, como por quienes participan en su celebración, son algo más que un rito, por sagrado que sea, al ser signo y expresión eucarística, es decir, la esencia de la misma Iglesia, en común -unión con todos y entre todos.
. ¿Por qué precisamente ciertas misas, al ser celebradas por los cardenales, se hacen noticias, que después difundirán, los medios de comunicación social, y no aquellas otras de curas de pueblos o de ciudades, aplicadas en sufragio del alma de sus feligreses, tan ejemplares, o más, que la destinataria de las reverenciales y sentidas palabras del cardenal, expresamente llegado de otra archidiócesis?
. ¿Acaso tienen más valor y eficacia ante Dios yante el resto de los demás fieles cristianos, las misas cardenalicias que las de los párrocos o coadjutores, del llamado clero secular o del regular? ¿No se les estará vilmente engañando a los fieles cristianos -con el riesgo de que se les resienta su fe-, al ofrecérseles el ejemplo discriminador de las “solemnes funciones” cardenalicias en sufragio del alma de los ricos, y no de los de los pobres?
. ¿Quién, quienes y en qué catequesis tuvieron a bien educarles religiosamente acerca de que el valor de las misas es infinito y que, del número de las mismas y de la “calidad” de los oficiantes, no dependerá la salvación de los difuntos, ni la consolación de familiares y amigos, previa purificación en el Purgatorio, tal y como se nos predica?
. El “valor” se lo confieren a las misas, el sentido de la común-unión entre todos, la verdad que evangeliza, la humildad del celebrantes y con-celebrantes que participan en ella y la gracia de Dios que salva y perdona con generosidad, aún a quienes no desaprovecharon la ocasión de la organización de acto tan sagrado, para `proclamar sus ideas y sus añoranzas, sin rehuir la posibilidad de que unos –estos- sigan siendo los “buenos”, y los otros, es decir, los demás, serán los “malos” no solo en esta vida sino en la otra…
. A propósito de la noticia que aquí y ahora comento, huelga reseñar que no son pocos los cristianos que lamentan que los cardenales –nuestros cardenales- presidan y actúen en las misas de quienes fueron importantes y de “derechas”, y no en las de los pobres y militantes en partidos y actividades de “izquierdas”.
. Los mismos cristianos, y más, les exigen a quienes ofician las misas de funeral, o de gloria, que elijan las lecturas de los libros sagrados y que, a su luz y ejemplos de vida, preparen y prediquen sus homilías, con veracidad, sensatez y originalidad. La homilía no es un sermón, ni una pieza oratoria y menos, un cántico o epinicio de la “vida y milagros” del fenecido. Es una charla-conversación acerca de la luz, del perdón, de la esperanza, de la mediación y del “descanso en la paz del Señor”.
.. ¿Qué les decimos a quienes, con indiscreción sagrada, preguntan si el estipendio por una misa celebrada por un cardenal u obispo, hay que ajustarlo a las tasas curiales diocesanas, de idéntico modo a las establecidas cuando son los párrocos o los coadjutores sus oficiantes? Es una pregunta no ociosa, sino que tiene su “aquél”.
. “Todos la queríamos y ella quería a todos”. “Fue modelo de humildad y de sencillez”. “Pasó por la vida de puntillas, sin una mala cara y con la sonrisa en los labios”. “Se fue sin hacer ruido”. “Aprendió a ser fiel en un mundo hostil”.
. Enterrada, junto a su marido la protagonista destinataria de estas palabras cardenalicias, en la cripta de la catedral de Nuestra Señora de la Almudena de Madrid,(¡¡), diríase que la misa, más que en sufragio de su alma, constituía parte principal del rito de canonización – beatificación, o de las misas llamadas “de gloria”.
. De todas maneras, la misa, como todas las misas, con uno u otro esquema litúrgico, tanto por quienes son aplicadas, como por quienes participan en su celebración, son algo más que un rito, por sagrado que sea, al ser signo y expresión eucarística, es decir, la esencia de la misma Iglesia, en común -unión con todos y entre todos.
. ¿Por qué precisamente ciertas misas, al ser celebradas por los cardenales, se hacen noticias, que después difundirán, los medios de comunicación social, y no aquellas otras de curas de pueblos o de ciudades, aplicadas en sufragio del alma de sus feligreses, tan ejemplares, o más, que la destinataria de las reverenciales y sentidas palabras del cardenal, expresamente llegado de otra archidiócesis?
. ¿Acaso tienen más valor y eficacia ante Dios yante el resto de los demás fieles cristianos, las misas cardenalicias que las de los párrocos o coadjutores, del llamado clero secular o del regular? ¿No se les estará vilmente engañando a los fieles cristianos -con el riesgo de que se les resienta su fe-, al ofrecérseles el ejemplo discriminador de las “solemnes funciones” cardenalicias en sufragio del alma de los ricos, y no de los de los pobres?
. ¿Quién, quienes y en qué catequesis tuvieron a bien educarles religiosamente acerca de que el valor de las misas es infinito y que, del número de las mismas y de la “calidad” de los oficiantes, no dependerá la salvación de los difuntos, ni la consolación de familiares y amigos, previa purificación en el Purgatorio, tal y como se nos predica?
. El “valor” se lo confieren a las misas, el sentido de la común-unión entre todos, la verdad que evangeliza, la humildad del celebrantes y con-celebrantes que participan en ella y la gracia de Dios que salva y perdona con generosidad, aún a quienes no desaprovecharon la ocasión de la organización de acto tan sagrado, para `proclamar sus ideas y sus añoranzas, sin rehuir la posibilidad de que unos –estos- sigan siendo los “buenos”, y los otros, es decir, los demás, serán los “malos” no solo en esta vida sino en la otra…
. A propósito de la noticia que aquí y ahora comento, huelga reseñar que no son pocos los cristianos que lamentan que los cardenales –nuestros cardenales- presidan y actúen en las misas de quienes fueron importantes y de “derechas”, y no en las de los pobres y militantes en partidos y actividades de “izquierdas”.
. Los mismos cristianos, y más, les exigen a quienes ofician las misas de funeral, o de gloria, que elijan las lecturas de los libros sagrados y que, a su luz y ejemplos de vida, preparen y prediquen sus homilías, con veracidad, sensatez y originalidad. La homilía no es un sermón, ni una pieza oratoria y menos, un cántico o epinicio de la “vida y milagros” del fenecido. Es una charla-conversación acerca de la luz, del perdón, de la esperanza, de la mediación y del “descanso en la paz del Señor”.
.. ¿Qué les decimos a quienes, con indiscreción sagrada, preguntan si el estipendio por una misa celebrada por un cardenal u obispo, hay que ajustarlo a las tasas curiales diocesanas, de idéntico modo a las establecidas cuando son los párrocos o los coadjutores sus oficiantes? Es una pregunta no ociosa, sino que tiene su “aquél”.