MISAS “EXPRÉS”

“Velocidad”, “rapidez” y “ligereza en el movimiento o acción” son términos mayoritariamente coincidentes con el de “exprés”, que me sirve de referencia y fundamento en la redacción de estas reflexiones. ¿Pero acaso todos y cada uno de ellos no llevarían necesariamente consigo una tremenda profanación al serles aplicados a las santas misas?

. El hecho es que son muchas las misas “exprés” que se celebran en la pastoral y liturgia propias de los tiempos sagrados por los que discurren la educación en la fe y el culto divino. Tener que ajustar estas a determinados horarios estrictos, es –sería- de por sí, pretensión irreal, absurda y profana. Las misas habrán de prolongarse en el tiempo que sea preciso, y ya está, teniendo además sagradamente en cuenta la diversidad de sus circunstancias concretas.

. El mundo ha cambiado ya mucho, mientras que apenas si lo ha hecho la Iglesia, por lo que, lo del “exprés” urge y precisa reflexión ponderada, santa y santificadora. Tal y como acontece en la liturgia actual, mientras que a las misas solemnes no se les escatiman protocolos y tiempos, aún con el riesgo de aburrir o distraer al personal, a las “otras” misas se las somete a un horario escueto e inflexible, propio de las ceremonias y ritos, en conformidad rigurosa con lo que oficialmente está establecido en los estamentos burocráticos, con o sin convenio.

. Misas que, por ejemplo, se “celebren” en quince, o veinte, minutos, y que además suelen ser en gran proporción las más frecuentadas, difícilmente podrían ser catalogadas como otros tantos “sacrificios eucarísticos”, aunque el “precepto dominical” se cumplimiente con fidelidad y sin conciencia de “pecado mortal”.

. La falta de sacerdotes en ciudades, y “por esos pueblos de Dios”, dificulta, y hasta impide, que a las misas dominicales se les dedique el tiempo necesario. Son muchos los casos que se narran con toda clase datos y detalles, de cómo los sacerdotes “celebrantes” han de dejarles puestas las llaves de sus vehículos para ponerlos en marcha inmediatamente después del “ite, missa est” de una, para desplazarse a iniciar otra en pueblos o lugares distantes, y así sucesivamente… Llamarles “misas” a estos espacios y tiempos sagrados, no deja de ser al menos un atrevimiento…

. Son hoy ya muchos las parroquias en las que, por falta de sacerdotes, no hay misas durante semanas y meses. Cualquiera, por muy deficiente que sea la formación de su fe cristiana, habría de llegar a pensar que sin Eucaristía no hay Iglesia. La celebración y participación en la misma, aun cuando la existencia del templo y de sus campanas pretendieran demostrarlo, la Iglesia carece del latido imprescindible que manifieste su vida, existencia y razón de ser.

. Si tal sensación y principio son realmente eclesiológicos, no parece serlo, sino todo lo contrario, el hecho de que disciplinas y cánones impidan la celebración de la Eucaristía en parroquias y colectivos, que podrían –deberían- se presididos y atendidos por mujeres o por otros tantos miembros del pueblo de Dios, casados o solteros.

. Les sobran razones teológicas a quienes denuncian que “en el cristianismo vivimos un eclesiocentrismo, falto de la mística de Jesús”, que “llegó ya el tiempo de haber superado tanto clericalismo” y que “ toda la Iglesia que sea y se comporte como autorreferencial es Iglesia muerta”, antes y después de dedicarles a los curas el epíteto tan ajustado de “aduana pastoral”.

. Dando por supuesto que “la verdadera religión no inventa nada distinto de lo que enseña y practica la naturaleza”, el solo intento de querer justificar las misas “exprés” como parte de la solución para el grave problema de la “des-eucarisitización” de la Iglesia, ofende a Dios y al sentido común.

. “Exprés” y “misas” jamás se matrimoniarán sacramentalmente. No pasarán de rito -¡otro más¡- de tantos como configuran la piedad y la “religiosidad” del pueblo de Dios, auspiciado y avituallado por los mismos miembros de la jerarquía eclesiástica…
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