OBISPOS QUE HICIERON LA “INSTRUCCIÓN”
Por fin, los obispos “hicieron” –firmaron- la “instrucción pastoral” titulada “Iglesia, servidora de los pobres”, en su “CV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española “, y de tan salvadora noticia – evangelio-, se hicieron eco los medios de comunicación social, no de modo tan relevante como fuera menester y esperaban redactores e inspiradores de la misma. Es posible que reflexiones como las siguientes contribuyan a desvelar sus causas, con la confianza de que las corrientes de aires del “franciscanismo” papal que ya ventilan la Iglesia, no sigan dejando fuera de su influencia, como hasta el presente, la necesidad de renovación, lozanía y frescor que se echaba de menos en los esquemas pretéritos de la concepción y vivencia oficiales eclesiásticas.
. Y es que, portadoras de noticias- noticias de verdad en la actualidad, no son ya las instrucciones. Lo son los hechos, la realidad y la transparencia, el rigor y la actitud penitencial del cambio de ritmo, que los responsables máximos de las instituciones, en este caso la Iglesia, encarnaron, vivieron y además adoctrinaron, hasta con el correspondiente marchamo de “palabra de Dios”.
. Si automáticamente no se aportan determinaciones concretas que comprometan los bienes de la Iglesia y los comportamientos de sus responsables como “servidores de los pobres”, el fracaso de su noticia- evangelio está desdichadamente asegurado. Si en la citada instrucción no se incluyeron normas conducentes y precisas acerca de qué hacer de aquí en adelante, con palacios episcopales y otras propiedades, con tantos, misteriosos, extemporáneos y escandalosas signos externos de poder religioso, con veraz eliminación de títulos y tratamientos paganos que superan con creces a los más impensables de carácter cívico y político, nobles y regios, noticias episcopales como las generadas en la Asamblea Plenaria de Ávila, no solo no resultarán positivas y edificantes, sino todo lo contrario.
. Correr el riesgo de que al pueblo de Dios convenzan los obispos de que hasta el presente la Iglesia estuvo al servicio de los ricos, y que la publicación de la nueva instrucción resaltará su condición de “servidora de los pobres, suscitará en m muchos la duda de si la Iglesia es o no esclava de las circunstancias de lugar y de tiempo, en función de intereses no siempre salvíficos y en consonancia con el evangelio.
. Da la impresión de que, para los eclesiásticos y los domiciliados en conformidad con los datos de los archivos parroquiales, cofradías y movimientos religiosos, la instrucción da y considera triunfos y logros evangélicos lo que los organismos e instituciones estatales alcanzaron hace ya tiempo, gracias a la toma de conciencia y a los principios de igualdad social, sin invocación religiosa alguna. Tal comprobación sí que hubiera sido noticia, equitativa, justa y saludable.
. El dato de que episcopal y solemnemente sea reconocida la vocación de la Iglesia como “servidora de los pobres”, llevará necesariamente consigo cambios profundos en su organigrama y ejecutoria de su misión, no exenta de fallos muy graves que, aún contando con la gracia de Dios, podrán afrontar con muy serias dificultades los jerarcas que fueron nombrados –no elegidos.- precisamente para otro tipo y formas de representaciones y de ministerio, así como los fieles a quienes se los educó, por ejemplo, en normas , cánones y comportamientos cultuales, rituales y ceremoniosos, carentes de evangelio y de sentido verazmente religioso, y mucho menos, cristiano.
. De la importancia que en este contexto tiene y ejerce la liturgia, son de esperar próximas y notables medidas que se conviertan en otras tantas noticias y que testifiquen ante propios y extraños el grado de veracidad de la instrucción pastoral de “la Iglesia, servidora de los pobres”. El colectivo femenino será uno de los primeros en experimentar iniciativas tan sagradas.
. También lo será el de los jóvenes, ausentes de los cuadros jerárquicos de la Iglesia, en proporciones que superan con creces a los políticos, culturales, sociales y ético-morales. Hoy por hoy, difícilmente es posible ser y ejercer de joven en la Iglesia. En ella, estos –los jóvenes- son “pobres de solemnidad”.
. Los no católicos, y los “pecadores” en general, configuran ingentes legiones de pobres que hasta el presente, la “Iglesia católica y apostólica” oficialmente apenas si les tiene reservados otros espacios que los de la condenación y los de la marginación en esta vida y en la otra. Cualquier explicación que aclare su situación en el contexto evangélico que encarnan el Papa Francisco, el sentido común y la idea genuina de Dios, convertiría en noticia la mayoría de los párrafos y “buenas intenciones de la referida instrucción.
. En el territorio acentuadamente clerical en el que los señores obispos hacen discurrir sus ideas y apreciaciones con sacrosanto destino para los pobres, este es complicado y comprometido. Es tarea que convierte en noticia sus decisiones, al igual que sus inoperancias y silencios, por lo que de una u otra manera, ellos –los obispos- son inapelables referencias.
. Al igual que la pobreza, los pobres, destinatarios de la instrucción, son siempre los mismos, tanto en los tiempos de crisis, como en los que no alcanzaron tal predicamento. Las riquezas y los ricos fueron y son siempre idénticos. A la Iglesia, a los eclesiásticos y a los cristianos en general, por su propia condición, les basta y sobra con el reconocimiento reseñado en los evangelios, por encima de cualquier intención, o interés, personal, de movimiento o de grupo.
. Y es que, portadoras de noticias- noticias de verdad en la actualidad, no son ya las instrucciones. Lo son los hechos, la realidad y la transparencia, el rigor y la actitud penitencial del cambio de ritmo, que los responsables máximos de las instituciones, en este caso la Iglesia, encarnaron, vivieron y además adoctrinaron, hasta con el correspondiente marchamo de “palabra de Dios”.
. Si automáticamente no se aportan determinaciones concretas que comprometan los bienes de la Iglesia y los comportamientos de sus responsables como “servidores de los pobres”, el fracaso de su noticia- evangelio está desdichadamente asegurado. Si en la citada instrucción no se incluyeron normas conducentes y precisas acerca de qué hacer de aquí en adelante, con palacios episcopales y otras propiedades, con tantos, misteriosos, extemporáneos y escandalosas signos externos de poder religioso, con veraz eliminación de títulos y tratamientos paganos que superan con creces a los más impensables de carácter cívico y político, nobles y regios, noticias episcopales como las generadas en la Asamblea Plenaria de Ávila, no solo no resultarán positivas y edificantes, sino todo lo contrario.
. Correr el riesgo de que al pueblo de Dios convenzan los obispos de que hasta el presente la Iglesia estuvo al servicio de los ricos, y que la publicación de la nueva instrucción resaltará su condición de “servidora de los pobres, suscitará en m muchos la duda de si la Iglesia es o no esclava de las circunstancias de lugar y de tiempo, en función de intereses no siempre salvíficos y en consonancia con el evangelio.
. Da la impresión de que, para los eclesiásticos y los domiciliados en conformidad con los datos de los archivos parroquiales, cofradías y movimientos religiosos, la instrucción da y considera triunfos y logros evangélicos lo que los organismos e instituciones estatales alcanzaron hace ya tiempo, gracias a la toma de conciencia y a los principios de igualdad social, sin invocación religiosa alguna. Tal comprobación sí que hubiera sido noticia, equitativa, justa y saludable.
. El dato de que episcopal y solemnemente sea reconocida la vocación de la Iglesia como “servidora de los pobres”, llevará necesariamente consigo cambios profundos en su organigrama y ejecutoria de su misión, no exenta de fallos muy graves que, aún contando con la gracia de Dios, podrán afrontar con muy serias dificultades los jerarcas que fueron nombrados –no elegidos.- precisamente para otro tipo y formas de representaciones y de ministerio, así como los fieles a quienes se los educó, por ejemplo, en normas , cánones y comportamientos cultuales, rituales y ceremoniosos, carentes de evangelio y de sentido verazmente religioso, y mucho menos, cristiano.
. De la importancia que en este contexto tiene y ejerce la liturgia, son de esperar próximas y notables medidas que se conviertan en otras tantas noticias y que testifiquen ante propios y extraños el grado de veracidad de la instrucción pastoral de “la Iglesia, servidora de los pobres”. El colectivo femenino será uno de los primeros en experimentar iniciativas tan sagradas.
. También lo será el de los jóvenes, ausentes de los cuadros jerárquicos de la Iglesia, en proporciones que superan con creces a los políticos, culturales, sociales y ético-morales. Hoy por hoy, difícilmente es posible ser y ejercer de joven en la Iglesia. En ella, estos –los jóvenes- son “pobres de solemnidad”.
. Los no católicos, y los “pecadores” en general, configuran ingentes legiones de pobres que hasta el presente, la “Iglesia católica y apostólica” oficialmente apenas si les tiene reservados otros espacios que los de la condenación y los de la marginación en esta vida y en la otra. Cualquier explicación que aclare su situación en el contexto evangélico que encarnan el Papa Francisco, el sentido común y la idea genuina de Dios, convertiría en noticia la mayoría de los párrafos y “buenas intenciones de la referida instrucción.
. En el territorio acentuadamente clerical en el que los señores obispos hacen discurrir sus ideas y apreciaciones con sacrosanto destino para los pobres, este es complicado y comprometido. Es tarea que convierte en noticia sus decisiones, al igual que sus inoperancias y silencios, por lo que de una u otra manera, ellos –los obispos- son inapelables referencias.
. Al igual que la pobreza, los pobres, destinatarios de la instrucción, son siempre los mismos, tanto en los tiempos de crisis, como en los que no alcanzaron tal predicamento. Las riquezas y los ricos fueron y son siempre idénticos. A la Iglesia, a los eclesiásticos y a los cristianos en general, por su propia condición, les basta y sobra con el reconocimiento reseñado en los evangelios, por encima de cualquier intención, o interés, personal, de movimiento o de grupo.