OBISPOS NOTICIOSOS

“Por fas o por nefas”, los obispos son hoy en España frecuentemente noticias. Lo son sobre todo, por pertenecer a un grupo- colectivo raro en la actualidad en el que la “dedocracia” es el sistema de su nombramiento, alejados de cualquier barrunto democrático. La noticia es aún más relevante a consecuencia de razonamientos que se dicen teológicos, que no canónicos, para su satisfactoria justificación, catequesis e idea verdadera de Iglesia.

. Pese a esfuerzos, tantas veces desconsiderados, de hacer intervenir en el nombramiento al mismísimo Espíritu Santo, el porcentaje de aciertos es –tiene que ser- limitado, por lo que comportamientos, doctrinas, teorías, concesiones, silencios y cesiones “episcopales” llevan a titulares de primera página y consideración, sus nombres y sus apellidos.

. Al estar exiliadas, por ahora, y en contra, de la disciplina y procedimientos vigentes en la Iglesia primitiva, las formas democráticas en el nombramiento- selección de los obispos resultan mucho más reiterativos sus casos- noticia. La selección de candidatos, los pasos seguidos en sus procesos y en los “valores” tanto religiosa como cívica y políticamente a tener en cuenta, son otras tantas fuentes de noticias que necesariamente han de sorprender a los potenciales lectores.

. . Es inexplicable que, aceptando la innata capacidad generadora de noticia de los obispos en España, no la aprovechen para difundir en su redacción mensajes de vida cristiana, y la mayoría de ellos se confundan con sucesos extemporáneos y absurdos, cuando no pre-judiciales, o interpretaciones doctrinales, que la misma lógica y el sentido común rechazan de por sí, y cuyos fundamentos carecen de evangelio, aunque les sobren cánones, para su defensa y mantenimiento.

. Muy raramente las noticias procedentes de las Curias Diocesanas, con el “Visto Bueno” y las bendiciones de sus obispos, tienen incidencia y proyección social –“Iglesia pobre y de los pobres”-, identificadas la mayoría de ellas con programaciones y actos de ceremonias y culto, como obligando al cristiano a vivir en el “más allá”, o en el “mejor de los mundos”, y cuya única reacción y palabra religiosa es la expresada en el “amén” ritual.

. Descender de las palabras a los hechos en el ministerio episcopal de la doctrina cristiana, con signos y atuendos propios de la máxima autoridad diocesana, raramente se convierte en noticia en la demarcación canónico- administrativa, y menos en la proyección informativa nacional o internacional. Las palabras que se pronuncian en la variedad de versiones “pastorales” episcopales, dan la infeliz impresión de no aspirar de por sí a convertirse, y ser, “palabra de Dios”, no superando las lindes de lo estrictamente político o social. Su preparación, su entonación y el desarrollo de la exposición, lo delatan con sinceridad, enmascaradas sistemáticamente por ornamentos que se dicen “sagrados”.

. ¿Qué parte de veracidad pueden entrañar, por ejemplo, las palabras de un obispo recientemente designado para una sede del norte de España, al declarar en público que “expreso mis deseos de profunda gratitud al Santo Padre por la confianza depositada en mi humilde persona, a la vez que manifiesto mi fraterna adhesión y fidelidad al Sucesor de San Pedro”.?

¿Es acaso el episcopado un regalo o un premio, con cuya concesión se satisfacen compromisos de amistades, o servicios prestados? ¿No es, por encima de todo, un ministerio?. ¿Es posible coleccionar palabras más vacuas en tan reducido e improvisado mensaje primero a los diocesanos? ¿Por qué “Santo Padre” , y a la vez “fraterna adhesión” ¿Qué quiere decir eso de mi “humilde” persona, además de ser una protocolaria y difusa expresión hoy en desuso? ¿Es todavía verosímil establecer entre los mismos cristianos una relación de persona a persona con sus respectivos obispos, antes y después de haber contemplado su figura en el marco catedralicio de una ceremonia- función pontifical celebrada en consonancia sagrada con el ritual romano, mozárabe o cualquier otro de diócesis o archidiócesis y más si a estas las pueden distinguir determinados títulos cardenalicios?

. En las letanías penitenciales que establece la liturgia, es ya hora de que se hagan presentes peticiones colectivas, y hasta flagelantes, a favor del ejercicio-ministerio episcopal en garante sintonía con los tiempos y las necesidades actuales. Otra noticia que contribuiría a la edificación de la Iglesia hoy, sería la de que, por fin, la procedencia “doctrinal” del episcopado español no coincidiera con la inspirada por el “Opus” y movimientos religiosos afines a conservadurismos e integrismos, anclados en Códigos canónicos poco o nada evangélicos.

. Si en alguna ocasión política fue invocada la fecha de la aprobación de la Constitución Española como referencia de renovación, la de la celebración y vivencia del Concilio Vaticano II podría muy bien establecerse en cuestiones y valoraciones eclesiásticas. No obstante, programarle al colectivo episcopal la desaparición de amuletos tales como anillos “pastorales”, mitras, báculos, el “Nos” mayestático, capitulares, inciensos y turibularios, además de una obra de misericordia, facilitaría el diálogo, imprescindible en toda convivencia que se estime religiosa.
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