PRIMERAS COMUNIONES “DE BAJO COSTE”
Circunstancias principescas y cierta, o ensoñada, lisura en el panorama económico hispano, le confieren al acontecimientos familiar y social de las Primeras Comuniones anticipados caracteres de noticia en el presente año. Centros comerciales y cuantas personas o entidades se relacionan de alguna manera con tan “fastuosos festejos”, los programan con antelación, dándose por supuestas, y consolidadas, con gratuidad o sin ella, las habituales tareas docentes, cuya competencia es de los catequistas y de los responsables en general, de la formación religiosa. Así las cosas, seguramente serán de provecho madrugador reflexiones como las siguientes:
. Partiendo del convencimiento de que la fórmula al uso de la celebración de las Primeas Comuniones en el marco familiar y social es inamovible, levantar la voz por su re-sacralización o, en penúltima instancia, por la desaparición como tales “festejos” litúrgicos por parte de la Iglesia, es misión radicalmente piadosa, pero ciertamente difícil.
. Ni para los niños/as comulgantes, ni para sus padres, –divorciados no pocos y, por tanto, sin posibilidades canónicas de participar en la recepción de los sacramentos -, ni para la misma institución eclesiástica -jerarquía y laicos- , ni para una parte importante de la sociedad, la celebración de las Primeras Comuniones es signo de consistencia y de valores sustantivamente religiosos.
. Para la grey infantil y allegados, protagonistas de la ceremonia,- no infrecuentemente primera y última a la vez- , los motivos sacramentales no traspasan con decoro la línea determinante y definidora de la típica fiesta social. En la misma, es lógico y obligado que no se escatimen gastos en banquetes, obsequios, agasajos, halagos, atavíos, trajes y vestidos, a la mayoría de los cuales resulta imposible adjudicarles alguna justificación devota.
. Aún más, si en determinada y excepcional ocasión tal justificación pudiera barruntarse, su exageración y apoteosis suelen ser tan evidentes, que al aparecer en su administración el concepto “escándalo”, automáticamente quedaría profanada , como antítesis del término “común- unión”, y más cuando estas dos palabras se escriben y describen con las letras mayúsculas propias de la Primera Comunión y de la Eucaristía.
. Es posible que lo que en mayor cuantía merezca ser destacado – y así suele ya hacerse en las invitaciones para “tan feliz acontecimiento en la vida del niño o de la niña- , sean los números de la referencia bancaria, para evitar la repetición de los obsequios- regalos y afrontar los gastos con holgada comodidad comercial, dado que “cualquier presupuesto suele superar con creces las buenas intenciones familiares”.
. Contribuir desde estimaciones catequísticas por parte de las autoridades eclesiásticas competentes al mantenimiento de los festejos de las Primeras Comuniones, tal y como se siguen ya preparando, programando y practicando en la generalidad de los colegios “religiosos” y parroquias, ni admite el atributo de ceremonia litúrgica ni la connotación de evangélica. La opción de algunas familias, condenadas de “incrédulas” o anti-religiosas, de inducir a sus hijos/as a la celebración de las “Primeras Comuniones por lo civil”, pudiera, -debiera- ser admitida y juzgada como racional y lógica, y más en unos tiempos en los que la verdad se abre paso exonerada de formalidades y estipulaciones farsantes e hipócritas a la luz, y en conformidad, con los criterios de los santos evangelios.
. Pero, en resumidas cuentas, que no decaiga el ánimo renovador de quienes se empeñan en que las Primeras Comuniones puedan y deban ser siempre limpias y sacramentales oportunidades litúrgicas en el camino del crecimiento de la fe, con el compromiso de que el término “Comunión” abarca salvadoramente al universo entero, comenzando por los más necesitados y pobres, por lo que al menos la superfluidad de los gastos no tendrá que ser obsesiva en toda programación que se precie de cristiana “en el día más feliz de la vida” de sus protagonistas.
. Darse por vencidos, y resignarse a tener que seguir con las programaciones rutinarias de las Primeras Comuniones al uso, resultaría escandaloso, por lo que, siendo consciente de sus consecuencias, sería deseable que se suspendieran estas fiestas colectivas ”oficiales”. Los espectáculos no suelen ser edificadores de Iglesia, por mucho que en su mantenimiento y expansión se esfuercen los grandes centros comerciales con su ejército de eslóganes publicitarios que con tan insegura fiabilidad se integran en los versículos de los evangelios y en los apartados de los devocionarios y de los rituales.
. Los “especialistas sobrenaturales”, – teólogos de la vida, que no de los despachos-, lo creen y adoctrinan así. De entre los eslóganes comerciales apuntados que llaman más la atención en la campaña actual “litúrgica”, destaca por su significación “catequística” el de “Primeras Comuniones de bajo coste”, cuyas carísimas reseñas sociales esperan encontrar posteriormente los lectores/as de “Hola”, si algún obispo, arzobispo a Cardenal tomara parte en la ceremonia.
. Partiendo del convencimiento de que la fórmula al uso de la celebración de las Primeas Comuniones en el marco familiar y social es inamovible, levantar la voz por su re-sacralización o, en penúltima instancia, por la desaparición como tales “festejos” litúrgicos por parte de la Iglesia, es misión radicalmente piadosa, pero ciertamente difícil.
. Ni para los niños/as comulgantes, ni para sus padres, –divorciados no pocos y, por tanto, sin posibilidades canónicas de participar en la recepción de los sacramentos -, ni para la misma institución eclesiástica -jerarquía y laicos- , ni para una parte importante de la sociedad, la celebración de las Primeras Comuniones es signo de consistencia y de valores sustantivamente religiosos.
. Para la grey infantil y allegados, protagonistas de la ceremonia,- no infrecuentemente primera y última a la vez- , los motivos sacramentales no traspasan con decoro la línea determinante y definidora de la típica fiesta social. En la misma, es lógico y obligado que no se escatimen gastos en banquetes, obsequios, agasajos, halagos, atavíos, trajes y vestidos, a la mayoría de los cuales resulta imposible adjudicarles alguna justificación devota.
. Aún más, si en determinada y excepcional ocasión tal justificación pudiera barruntarse, su exageración y apoteosis suelen ser tan evidentes, que al aparecer en su administración el concepto “escándalo”, automáticamente quedaría profanada , como antítesis del término “común- unión”, y más cuando estas dos palabras se escriben y describen con las letras mayúsculas propias de la Primera Comunión y de la Eucaristía.
. Es posible que lo que en mayor cuantía merezca ser destacado – y así suele ya hacerse en las invitaciones para “tan feliz acontecimiento en la vida del niño o de la niña- , sean los números de la referencia bancaria, para evitar la repetición de los obsequios- regalos y afrontar los gastos con holgada comodidad comercial, dado que “cualquier presupuesto suele superar con creces las buenas intenciones familiares”.
. Contribuir desde estimaciones catequísticas por parte de las autoridades eclesiásticas competentes al mantenimiento de los festejos de las Primeras Comuniones, tal y como se siguen ya preparando, programando y practicando en la generalidad de los colegios “religiosos” y parroquias, ni admite el atributo de ceremonia litúrgica ni la connotación de evangélica. La opción de algunas familias, condenadas de “incrédulas” o anti-religiosas, de inducir a sus hijos/as a la celebración de las “Primeras Comuniones por lo civil”, pudiera, -debiera- ser admitida y juzgada como racional y lógica, y más en unos tiempos en los que la verdad se abre paso exonerada de formalidades y estipulaciones farsantes e hipócritas a la luz, y en conformidad, con los criterios de los santos evangelios.
. Pero, en resumidas cuentas, que no decaiga el ánimo renovador de quienes se empeñan en que las Primeras Comuniones puedan y deban ser siempre limpias y sacramentales oportunidades litúrgicas en el camino del crecimiento de la fe, con el compromiso de que el término “Comunión” abarca salvadoramente al universo entero, comenzando por los más necesitados y pobres, por lo que al menos la superfluidad de los gastos no tendrá que ser obsesiva en toda programación que se precie de cristiana “en el día más feliz de la vida” de sus protagonistas.
. Darse por vencidos, y resignarse a tener que seguir con las programaciones rutinarias de las Primeras Comuniones al uso, resultaría escandaloso, por lo que, siendo consciente de sus consecuencias, sería deseable que se suspendieran estas fiestas colectivas ”oficiales”. Los espectáculos no suelen ser edificadores de Iglesia, por mucho que en su mantenimiento y expansión se esfuercen los grandes centros comerciales con su ejército de eslóganes publicitarios que con tan insegura fiabilidad se integran en los versículos de los evangelios y en los apartados de los devocionarios y de los rituales.
. Los “especialistas sobrenaturales”, – teólogos de la vida, que no de los despachos-, lo creen y adoctrinan así. De entre los eslóganes comerciales apuntados que llaman más la atención en la campaña actual “litúrgica”, destaca por su significación “catequística” el de “Primeras Comuniones de bajo coste”, cuyas carísimas reseñas sociales esperan encontrar posteriormente los lectores/as de “Hola”, si algún obispo, arzobispo a Cardenal tomara parte en la ceremonia.