SANTA ISABEL “LA CATÓLICA”

Desde el pináculo más alto de los templos, con inclusión de las catedrales, de Andalucía, se contempla todo o casi todo de lo que es y acontece en tan privilegiada región española. Tal visión resulta completa cuando además religiosamente en el referido “todo” se integra una parte importante de la conciencia de quienes forman y conforman conductas y comportamientos humanos y divinos, a la vez. En tiempos recientemente pasados, con lo de los confesonarios y la suprema autoridad cívico- eclesiástica de sacerdotes y obispos, a la Iglesia se le podía adscribir el título de omnisciente y, por tanto, de todopoderosa, con todas sus consecuencias en esta vida y en la otra.

Este leve atrio de mis reflexiones es posible que ayude a algunos a interpretar la noticia protagonizada por “los obispos del Sur de España reunidos en la CXL Asamblea, participada por los de las sedes de Sevilla, Granada, Almería, Asidonia-Jerez, Cádiz y Ceuta, Córdoba, Málaga , Huelva, Jaén, Vicario de Guadix, y el emérito gaditano”.

Como casi siempre, los temas episcopalmente tratados y entendidos se correspondieron con los que pudieran enmarcarse en los de “sus cosas” intra eclesiásticas, con particularísima y decidida referencia a la adhesión a la “aprobación por unanimidad de la recuperación como parte actora de la Causa de beatificación de la reina Isabel la Católica”.

Los comentario del otrora pasivo pueblo de Dios -“Amén”-, hoy inicialmente más ilustrado en la fe, son para todos los gustos y colores, aunque, entre otros, prevalecen estos:

+¿Pero es que Andalucía pastoral, social, religiosa, política y ético-moralmente no precisa de planteamientos de tales y tan graves problemas actuales, que superan con creces, originalidad y congruencia al de la beatificación de la Reina Isabel la Católica, tanto en sus tiempos de “virgen y mártir”, como en los de “perfecta casada”, con el también “católico” rey Fernando?

+ ¿Cuánto dinero, y qué arcas han de nutrir los gastos que comportan los procesos de beatificación y, consiguientemente, de canonización, de la Reina? ¿Acaso los impulsores y gestores eclesiásticos, o adscritos, no tienen que emplear tiempo y empeño en la educación en la fe propia, y en la del pueblo, no precisamente a base de beatificaciones que engrosen el Santoral o Año Cristiano?

+ Con indulgencias o sin ellas, el camino de la santidad “oficial” y la “elevación al honor de los altares”, resulta caro. Carísimo. Y además, no siempre ejemplar ni edificante como, por ejemplo, en relación con los “milagros” que demandan los cánones. La lógica y necesaria colaboración en la empresa por parte política y administrativa se da por supuesta, aunque siempre, y de alguna, o mucha, manera, con merma de la libertad religiosa.

+ Como toda beatificación- canonización entraña la des-beatificación- des-canonización de otras personas, instituciones o comportamientos ajenos, ¿qué necesidad “religiosa” tiene hoy la Iglesia para condenar -descalificar- a los judíos, expulsados de España por Isabel la Católica, al igual que los musulmanes, en cuyos decretos oficiales aparece que, además de motivaciones relacionadas con la fe, el dinero y los bienes de fortuna de unos y otros colectivos, fueron los argumentos decisivos y veraces que motivaron medidas tan drásticas, inhumanas e injustas, inaceptables a la luz de los evangelios?

+ Similar consideración y examen de conciencia se hacen hoy no pocos cristianos ante la noticia, al replantearse algunas de las facetas que definieron la “conquista y evangelización“ del Continente americano o “Nuevo Mundo”. En tan colosal tarea, no siempre resplandecieron motivaciones netamente religiosas, y menos, cristianas. Fueron muchos –muchísimos- los errores, los malos tratos, las faltas de respeto a sus ancestrales creencias y naturales costumbres, las servidumbres a las que fueron sometidos los indígenas… y todo ello “en el nombre de Dios “ y en beneficio de unos pocos, y de las arcas reales, católicas, apostólicas y romanas, por más señas.

+ La ejemplaridad que la Reina Isabel, hipotéticamente “la Católica”, pudiera reportarle al pueblo cristiano y que justificara su proceso canónico, tampoco sería suficientemente notoria en la actualidad religiosa, proclive su espiritualidad al culto de los “santos sin retablos”, es decir, a los obreros y esclavos, a indígenas y a des- clericalizados y des-obispados.

+ Los tiempos cambian dentro y fuera de la Iglesia, normalmente para bien, por lo que, a estas alturas de la historia, resulta imponderable tener que calificar al menos de inoportuna y ociosa la “unanimidad registrada en la Asamblea del Episcopado del Sur de España a favor de la reactivación del proceso de beatificación de Isabel la Católica”

+ ¿Qué pensarán los historiadores españoles, y los hispanoamericanos,, y qué hubiera pensado su mismo esposo, Fernando, desposado posteriormente con la francesa Germana de Foix, muerto en una cacería en la aldea hoy cacereña de Madrigalejo, en 1516, junto al monasterio extremeño de Santa María de Guadalupe?
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