SEMANA, PATRIMONIO SANTO
Con ejemplaridad democrática cabal e incuestionable, los miembros del Senado – Primera Cámara del Estado-, decidieron hace días iniciar los trámites correspondientes a la petición para conseguir que la Semana Santa española llegue a ser declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
La idea constituyó desde hace un puñado de años uno de los temas periodísticos más apasionados y frecuentados en este “blog”, con ecos fervientes en RD, de modo particular con ocasión de la publicación del libro firmado por quien esto subscribe, con el título de “Semana Santa, Patrimonio de la Humanidad”, en la editorial “Pasos”, dirigida por el experto Antonio Bonet Salamanca, y prologado por el Cardenal Emérito de Sevilla, Mons. Carlos Amigo Vallejo, “semanasantero” por nacencia y por ascética y teología pastorales.
. Las razones que meritoriamente han convencido al Senado en pleno a tomar su determinación, son muchas y de peso, tanto humano como divino, por concretarlas de contundente manera. La cultura, el arte, la literatura, la piedad popular, la música, la gastronomía, la dimensión democrática y social, el sentido festivo, el dolor y la alegría, el color y colorido propios y específicos de las Comunidades Autónomas, en la configuración plural de sus pueblos, barrios y ciudades, así como de los colectivos profesionales y laborales, encapillan, atavían y trajean con los hábitos, signos y símbolos que distinguen a Hermandades y Cofradías presididas por sus imágenes.
. El éxito religioso de la Semana Santa, pese a ciertos o aparentes datos de secularización, para algunos crecientes, se asienta en hechos como el del reconocimiento de la mayoría de edad del laicado y la consiguiente democratización que rige el organigrama de las Cofradías y Hermandades, en las que, por ejemplo, el sacerdote no sobrepasa las funciones de “director espiritual”. En el organigrama “semanasantero” todos son y ejercen de “hermanos”, y todos y todas votan sus directivas –“Hermano /a Mayor”- , en conformidad con reglamentos y normas sagradas perpetuadas, pero actualizadas, con sacramentales cuidados y en sintonía con la realidades temporales.
. Las Cofradías y Hermandades son escuelas y academias de caridad, beneficencia social, y de educación y práctica de la fe. No solo lo son cuando procesionan por calles y plazas y efectúan los recorridos penitenciales establecidos. Su principal misión y gestión no la desarrollan en el entorno de la “Semana Santa o Mayor”. Los afiliados y devotos prácticamente todo el año son y ejercen de cofrades y de hermanos, entre sí y en relación con las obras de caridad que les fueron asignadas.
. A la mujer se les han ido entreabriendo las puertas de la participación, de manera mucho atenta y expedita que en el resto de la institución eclesiástica, hasta no existir ya diferencia ni discriminación alguna entre los sexos. La misericordia, la comprensión y el perdón procesionan al unísono con la cofraternización de la humildad que confieren los concordes e igualitarios capirotes.
. En números redondos, no es exagerado reseñar que son unas dos mil las Cofradías y Hermandades registradas, con más de dos millones de afiliados, destacando el índice de juventud, de modo distinto a como acontece en los “actos de religión y de culto” habituales.
. ¿Qué unas Semanas Santas son, y se celebran, con mayor piedad que otras? Aunque ciertos indicios externos inclinen a creer, por ejemplo, que las procesiones del Sur de España sean menos –o poco-, piadosas, que las del Centro, con referencias concretas a Sevilla- Málaga y a Valladolid y Zamora, quede clara y justa constancia de que cada pueblo expresa su religiosidad tal y como es, por lo que sobran apreciaciones fragmentadas, baladíes y superficiales.
. Es posible que a muchos les resulte un misterio –otro más- insondable, que el Senado se haya comprometido en la promoción de una idea inicialmente sagrada y popular por todos sus costados, sin que hasta el presente la Conferencia Episcopal no se haya pronunciado. Como “la esperanza es lo último que se pierde” , confío que en el camino de la petición del premio “Princesa de Asturias” para nuestra Semana Santa, seamos acompañados por las palabras de la jerarquía, cuyos miembros presiden con solemnidad la liturgia de los misterios celebradas y vivificados en las mal denominadas “funciones” religiosas” y “desfiles procesionales” propios de estos días.
La idea constituyó desde hace un puñado de años uno de los temas periodísticos más apasionados y frecuentados en este “blog”, con ecos fervientes en RD, de modo particular con ocasión de la publicación del libro firmado por quien esto subscribe, con el título de “Semana Santa, Patrimonio de la Humanidad”, en la editorial “Pasos”, dirigida por el experto Antonio Bonet Salamanca, y prologado por el Cardenal Emérito de Sevilla, Mons. Carlos Amigo Vallejo, “semanasantero” por nacencia y por ascética y teología pastorales.
. Las razones que meritoriamente han convencido al Senado en pleno a tomar su determinación, son muchas y de peso, tanto humano como divino, por concretarlas de contundente manera. La cultura, el arte, la literatura, la piedad popular, la música, la gastronomía, la dimensión democrática y social, el sentido festivo, el dolor y la alegría, el color y colorido propios y específicos de las Comunidades Autónomas, en la configuración plural de sus pueblos, barrios y ciudades, así como de los colectivos profesionales y laborales, encapillan, atavían y trajean con los hábitos, signos y símbolos que distinguen a Hermandades y Cofradías presididas por sus imágenes.
. El éxito religioso de la Semana Santa, pese a ciertos o aparentes datos de secularización, para algunos crecientes, se asienta en hechos como el del reconocimiento de la mayoría de edad del laicado y la consiguiente democratización que rige el organigrama de las Cofradías y Hermandades, en las que, por ejemplo, el sacerdote no sobrepasa las funciones de “director espiritual”. En el organigrama “semanasantero” todos son y ejercen de “hermanos”, y todos y todas votan sus directivas –“Hermano /a Mayor”- , en conformidad con reglamentos y normas sagradas perpetuadas, pero actualizadas, con sacramentales cuidados y en sintonía con la realidades temporales.
. Las Cofradías y Hermandades son escuelas y academias de caridad, beneficencia social, y de educación y práctica de la fe. No solo lo son cuando procesionan por calles y plazas y efectúan los recorridos penitenciales establecidos. Su principal misión y gestión no la desarrollan en el entorno de la “Semana Santa o Mayor”. Los afiliados y devotos prácticamente todo el año son y ejercen de cofrades y de hermanos, entre sí y en relación con las obras de caridad que les fueron asignadas.
. A la mujer se les han ido entreabriendo las puertas de la participación, de manera mucho atenta y expedita que en el resto de la institución eclesiástica, hasta no existir ya diferencia ni discriminación alguna entre los sexos. La misericordia, la comprensión y el perdón procesionan al unísono con la cofraternización de la humildad que confieren los concordes e igualitarios capirotes.
. En números redondos, no es exagerado reseñar que son unas dos mil las Cofradías y Hermandades registradas, con más de dos millones de afiliados, destacando el índice de juventud, de modo distinto a como acontece en los “actos de religión y de culto” habituales.
. ¿Qué unas Semanas Santas son, y se celebran, con mayor piedad que otras? Aunque ciertos indicios externos inclinen a creer, por ejemplo, que las procesiones del Sur de España sean menos –o poco-, piadosas, que las del Centro, con referencias concretas a Sevilla- Málaga y a Valladolid y Zamora, quede clara y justa constancia de que cada pueblo expresa su religiosidad tal y como es, por lo que sobran apreciaciones fragmentadas, baladíes y superficiales.
. Es posible que a muchos les resulte un misterio –otro más- insondable, que el Senado se haya comprometido en la promoción de una idea inicialmente sagrada y popular por todos sus costados, sin que hasta el presente la Conferencia Episcopal no se haya pronunciado. Como “la esperanza es lo último que se pierde” , confío que en el camino de la petición del premio “Princesa de Asturias” para nuestra Semana Santa, seamos acompañados por las palabras de la jerarquía, cuyos miembros presiden con solemnidad la liturgia de los misterios celebradas y vivificados en las mal denominadas “funciones” religiosas” y “desfiles procesionales” propios de estos días.