De lo local a lo global. De la afirmación a la interrogación ¿Todo está cumplido?

El Resucitado, talla de Antonio Tomé, en Toro
El Resucitado, talla de Antonio Tomé, en Toro RRSS

¿Todo está cumplido? Pareciera que esta interrogación se multiplica en miles de gargantas que hoy piden justicia, pan, respeto a los derechos humanos, cultura, vivienda digna, libertad, igualdad

Pero, ¿todo está cumplido por nuestra parte? Cristo lo dice en verdad y en afirmativo “Todo está cumplido”. Ya solo queda una Vera Cruz, desnuda. Pero a nosotros también nos toca cumplir hasta el final. Recoger a los crucificados de la historia. Y que los visillos blancos que abrazan la cruz desnuda, ondeados por el viento, sean vuelos de libertad

Hay ecos que no se olvidan, aunque uno lleve tiempo fuera de su tierra. Ciertos olores, sabores y colores que siempre vuelven... Lo concreto y lo local se puede percibir como señal de lo universal.

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Como determinadas y características imágenes: La bendición de los “conqueros” por ejemplo en Toro (Zamora). Nazarenos encargados de pedir limosna en total silencio y con un gesto de mendigos solicitarla con un plato o cuenco de madera típica en su mano, que es un recipiente utilizado para catar el vino. En silencio, ni siquiera alterado aunque los chiquillos les provocaran con las más ingeniosas travesuras para que lo rompieran.

A ellos les lanzábamos las monedas desde los balcones con la ingenua intención de que cayeran en el cuenco, pero las monedas, saltarinas y juguetonas ellas, lógicamente rebotaban en sus cuencos y se esparcían por la acera, mientras los chavales que iban con el Conquero las recogían y las depositaban en su sitio bajo la atenta mirada –que no la palabra- del buen nazareno que perseguía con sus ojos cualquier moneda para que no fuera a parar a los bolsillos de algún travieso chaval, cosa que nunca sucedía. Los chavales son niños que hacían de pequeños “alguaciles” -por darle un título solemne a su función- o si queréis de fieles colaboradores en el ejercicio de la caridad o de la solidaridad. De un gesto pequeño a un compromiso enorme.

Bendición de los conqueros, en Toro (Zamora News)
Bendición de los conqueros, en Toro (Zamora News) Zamora News

Y hay sonidos que no se olvidan tampoco. Por ejemplo, el de la procesión principal del Viernes Santo que sale al amanecer, ¡al alba!, cuando el día se rompe con el desgarro de la trompeta  procesional, intencionadamente desafinada que anticipa el grito de Cristo cuando siente el abandono del Padre y de la humanidad. Y que escuchaba medio dormido mientras se abrían mis ojos y corría al balcón para ver al menos algún paso bajo el Arco del Reloj, testigo de un lienzo de muralla. O el mismo sonido, ya esta vez bien solemne, cuando retorna a primeras horas de la tarde para recogerse tras bastantes horas de camino y la reconfortante parada de descanso en el Espolón. Siete horas de procesión en una ciudad de no más de 9.000 habitantes.

Con un sermón “del Mandato” para animar la caminata al principio de día acorde con un texto sublime y conmovedor, estampado en la introducción de las ordenanzas de las cofradías… ¡de 1502!

 “Porque así como somos hermanos en ihú. xpo. e por cumplir e obedeçer el mandamien¬to de nro. señor “Hoc est preceptum meum: ut diligatis in viam etc., (este es mi mandamiento, que os améis los unos a los otros, ) porque caridad es comienço de todo nro. bien”. (porque la caridad es el comienzo de todo nuestro bien).

Fe y devoción popular

De ello quiero tratar: unir la fe y la devoción popular al ejercicio de la caridad y la justicia. Porque ambas, fe y justicia, están inextricablemente unidas. Quiero así recoger el espíritu de las cofradías y su protagonismo en nuestra Semana Santa, para ir, como estoy seguro que ellas pretenden, más allá de lo aparente y lo espectacular, y de esta manera ser conscientes de las adherencias impropias de este fenómeno religioso, social, y cultural, tan denso y polifacético para aprovechar bien el imprescindible ejercicio de la solidaridad.

En sus orígenes, las cofradías fueron corrientes espontáneas de religiosidad popular, en las que la devoción sencilla, la penitencia y la práctica de la caridad actuaron como aglutinantes de sus miembros con más eficacia que los códigos escritos, estatutos o reglamentos, mediante los cuales las autoridades eclesiásticas se propusieron encauzarlas y dirigirlas.

Paso de Semana Santa en Toro
Paso de Semana Santa en Toro Junta Pro Semana Santa Toro

Hoy me centro y saboreo con mis lectores en el recuerdo del Cristo de la Expiración que se guardaba entonces en la Iglesia del “Sepulcro” de mi pueblo hasta que saliera fuera. De excelente calidad y profunda expresividad el Crucificado, de la segunda década del siglo XVII, hace la impresionante procesión del Vía-Crucis en la noche del Miércoles Santo y Viernes Santo por los enclaves más pintorescos de mi ciudad. Ese Cristo de la Expiración parece que grita: “Todo está cumplido”. O quizás como un susurro antes de la expiración.

Jesús estaba ya a punto de morir. Se le notaba la respiración jadeante, los estertores de la agonía. Había estado inquieto en la cruz, pero ahora parecía que una suave paz invadía su rostro mirando hacia el cielo. Y al decir “Todo está cumplido” culminaba su tarea.

Palabra radicalmente humana

Poco antes, ante el gesto compasivo de uno de los soldados que le había suavizado su sed, con vinagre, Jesús había dicho: “Tengo sed”. Sed física. Y más allá. Me está contando el dolor de experimentar la lengua como una piedra seca y la garganta como un desfiladero polvoriento. Es el grito que por hambre o sed ha surgido de cientos de miles de bocas antes y después de Jesús. Es su palabra más radicalmente humana. Es la prueba definitiva de que está muriendo de una muerte verdadera, de que en la cruz hay un hombre, no un fantasma.

Como señalaba el P. Pedro Arrupe SJ, ahora camino del reconocimiento como santo (es decir alcanzado y tocado por Dios) entre otras cosas por su servicio a los refugiados: “Yo diría que es una sed integral que revela el cuerpo de un hombre, terriblemente torturado y el ansia infinita de un Dios que está misteriosamente muriendo y misteriosamente amando nuestro mundo. Ansia de paz, de justicia, de fraternidad, de todo eso que se le niega en la cruz.” Sediento. La pérdida de sangre en la flagelación y ahora bajo el taladro de los clavos, hacía mayor su deshidratación. Y el sol de Palestina, aún siendo abril, es duro a las tres de la tarde. Sed en la garganta. Desde la garganta seca del Señor que se había quedado sin una gota de sangre sale ese grito áspero que muchos hombres y mujeres, tras siglos y siglos, seguirían escuchando en muchas otras gargantas secas o enmudecidas por el egoísmo humano.

Agonía de Jesús en cruz
Agonía de Jesús en cruz Murilo Soares

Por eso ahora puede concluir que “Todo está cumplido”. Su débil, cansada cabeza, repasa todo el abanico de su vida Y sobre el alma de Jesús, desciende la paz. Puede -tras su mirada al cielo- ya reposar la cabeza y volverse serenamente al Padre, cuya lejanía parece definitivamente superada. En verdad todo está consumado. Todo está cumplido .

A uno le gustaría, como dice Martin Descalzo, que aquello hubiera sido una ficción, una obra de teatro, en la que puedes apagar la luz. Y en la oscuridad, desclavar el cuerpo. Decir que todo fue mentira e irte a tomar unas copas celebrando lo brillante de la función. Pero es que yo nunca había “visto” morir a un hombre de aquella manera. ¿Cómo morían los hombres? Sin duda, tal y como habían vivido. Por eso, escuchar de sus labios, “todo está cumplido” me acercaba a la cruda realidad del final de una vida. De su vida. Sólo falta morir, terminar de morir. Expirar. ”Exhalar el espíritu” que es tanto como dar un último beso.

La voluntad amorosa del Padre

Todo está cumplido. Palabras  pronunciadas lentamente, pausadamente. Como saboreando cada palabra. Como “gustando y sintiendo” el “todo”, “está”, “cumplido”. De eso estoy seguro. No las dijo “de corrido”, como se dice cualquier letanía rutinaria. Y me da la impresión de que Jesús no está pensando en la muerte como realización de sí mismo. Lo decisivo para Él es que esa muerte es la cima de la realización de la voluntad del Padre. Su deseo para toda la humanidad. Su sueño para mí y para todos: Cumplir (morir por amor y por la justicia) la voluntad amorosa y tierna del Padre, quien sostiene sus brazos en la donación de su vida, de tal manera que parece que el Padre lo que hace no es solo sujetar sus brazos, sino tirar de Él hacia arriba, hacía sí. Porque ha cumplido su voluntad.

El “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” que aspira a dejar el mundo como Dios quiere. No como lo quiere el egoísmo humano. Porque la semana santa -en mi pueblo también- es prueba y posibilidad de colaboración, de aunar esfuerzos, de sentir al vecino más cerca, más próximo, más prójimo, más “cofradía”. De eso se trata: de construir entre todos una familia mejor, una ciudad mejor, un mundo mejor. Como quiere la voluntad de Dios y no la del egoísmo humano.

¿Todo está cumplido? Pareciera que esta interrogación se multiplica en miles de gargantas que hoy piden justicia, pan, respeto a los derechos humanos, cultura, vivienda digna, libertad, igualdad

“Todo está cumplido” Para mi es suficiente. Lo sigue repitiendo ahora, tantos siglos después, lo mismo que en el Calvario. Pero nosotros solo podemos decirlo con un cierto tono de interrogación permanente. ¿Todo está cumplido? Pareciera que esta interrogación se multiplica en miles de gargantas que hoy piden justicia, pan, respeto a los derechos humanos, cultura, vivienda digna, libertad, igualdad. ¿Todo está cumplido?

Porque aquella frase se había hecho amplia, inmensa como el mar. Y no sólo recogía la pregunta humana, sino que recogía asimismo el grito de una naturaleza, reseca, torturada. ¿Todo está cumplido? Fue frase entrecortada, saliendo de unos labios amorosos, de los mismos labios que besaran a los niños.

Sequía
Sequía

Pero, ¿todo está cumplido por nuestra parte? Cristo lo dice en verdad y en afirmativo “Todo está cumplido”. Ya solo queda una Vera Cruz, desnuda. Pero a nosotros también nos toca cumplir hasta el final. Recoger a los crucificados de la historia. Y que los visillos blancos que abrazan la cruz desnuda, ondeados por el viento, sean vuelos de libertad.

Todo está cumplido. Lo pronunció Cristo. Y el Domingo de Resurrección se desvelan los velos oscuros de la Virgen y el Resucitado de Antonio Tomé atravesando la plaza de Toro apostando por la vida. Decidme si no, ¿qué son esa “suelta de palomas” que dejar volar al caer los mantos negros? Los velos se rasgan para dar paso al compromiso de la paz, la justicia  y la libertad. Al compromiso por la vida que nos toca a todos.

Yo pude un Domingo de Resurrección celebrar la vida resucitada de mi padre en la misa de funeral –tras su fallecimiento en la noche del Viernes Santo– y que, al ser Domingo de Resurrección, dije de blanco. Era como siempre Primavera.

Ya no es su sitio el desierto/Ni en la montaña se esconde/Decid, si preguntan donde /Que Dios está sin mortaja /En donde un hombre trabaja

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