Documental ganador de un Oscar
He visto recientemente un documental pakistaní que lleva por título “Salvar la cara”, ganador de un Oscar hace unos meses y que me ha dejado sobrecogida. Está dirigido por Daniel Junge y Sharmeen Obaid Chinoy y tiene por misión dar a conocer la vida de las mujeres que son atacadas por ácido en Pakistán, más de un centenar al año.
La secuencia viene marcada por los frecuentes viajes que un cirujano plástico, Mohammad Jawad, un ciudadano británico de origen pakistaní, hace a su país de origen para arreglar las caras de las mujeres que han sido atacadas por ácido. Estas operaciones, numerosas la mayoría de las veces, permiten que puedan ir sin velos que les cubran el rostro.
Las facciones de estas mujeres, tras el ataque, dan la impresión de que alguien se ha dedicado durante horas a borrar sus características con una goma, grandes cicatrices surcan sus mejillas y las cuencas de los ojos están cerradas por una carne rojiza. La boca hace un rictus que tira de los labios componiendo muecas.
En una de las historias que nos revela la cinta, Zakia cuenta que tras años de maltrato físico pidió el divorcio. El día que se celebraba el juicio, cuando el juez disolvió el matrimonio, la esperaba el marido en la puerta de la sala. No le hizo falta más que un segundo para echarle el ácido por la cara y arruinar su vida.
El caso más triste de los que refleja el documental es el de Rukhsana. El marido, en connivencia con su familia, le echó ácido sobre la cara, su cuñada la roció con petróleo y la suegra prendió todo con una cerilla. Desde entonces se cubre la cabeza con un velo cereza y oro, un toque de belleza que contrasta con el desastre que oculta. Lo más grave es que esta mujer tiene que seguir viviendo con sus atacadores porque es la única manera de poder seguir cuidando de sus hijos. En una secuencia del documental, se muestra el cuarto donde se llevó a cabo la mutilación y al marido Yasir, que con una sonrisa burlona, también aparece en imagen, para negarlo todo. Su esposa, nos dice, es una mujer con muy mal carácter que en un día que estaba de mal humor se echó el ácido sobre sí. La misma explicación que dan los maridos del 99% de las mujeres atacadas.
Mientras el cirujano intenta facilitarles la vida, otros están intentando que cambien las leyes pues los culpables, la mayoría de las veces, salen absueltos. De momento el parlamento acaba de pasar una ley que condena estos casos a un mínimo de 14 años de cárcel. El primero de los condenados ha sido el marido de Zakia al que se le ha borrado su siniestra sonrisa. Lo que sorprende es que no se haya hecho antes aunque me imagino que seguirán esa regla sagrada de las sociedades machistas que dice: la maté porque era mía.
La secuencia viene marcada por los frecuentes viajes que un cirujano plástico, Mohammad Jawad, un ciudadano británico de origen pakistaní, hace a su país de origen para arreglar las caras de las mujeres que han sido atacadas por ácido. Estas operaciones, numerosas la mayoría de las veces, permiten que puedan ir sin velos que les cubran el rostro.
Las facciones de estas mujeres, tras el ataque, dan la impresión de que alguien se ha dedicado durante horas a borrar sus características con una goma, grandes cicatrices surcan sus mejillas y las cuencas de los ojos están cerradas por una carne rojiza. La boca hace un rictus que tira de los labios componiendo muecas.
En una de las historias que nos revela la cinta, Zakia cuenta que tras años de maltrato físico pidió el divorcio. El día que se celebraba el juicio, cuando el juez disolvió el matrimonio, la esperaba el marido en la puerta de la sala. No le hizo falta más que un segundo para echarle el ácido por la cara y arruinar su vida.
El caso más triste de los que refleja el documental es el de Rukhsana. El marido, en connivencia con su familia, le echó ácido sobre la cara, su cuñada la roció con petróleo y la suegra prendió todo con una cerilla. Desde entonces se cubre la cabeza con un velo cereza y oro, un toque de belleza que contrasta con el desastre que oculta. Lo más grave es que esta mujer tiene que seguir viviendo con sus atacadores porque es la única manera de poder seguir cuidando de sus hijos. En una secuencia del documental, se muestra el cuarto donde se llevó a cabo la mutilación y al marido Yasir, que con una sonrisa burlona, también aparece en imagen, para negarlo todo. Su esposa, nos dice, es una mujer con muy mal carácter que en un día que estaba de mal humor se echó el ácido sobre sí. La misma explicación que dan los maridos del 99% de las mujeres atacadas.
Mientras el cirujano intenta facilitarles la vida, otros están intentando que cambien las leyes pues los culpables, la mayoría de las veces, salen absueltos. De momento el parlamento acaba de pasar una ley que condena estos casos a un mínimo de 14 años de cárcel. El primero de los condenados ha sido el marido de Zakia al que se le ha borrado su siniestra sonrisa. Lo que sorprende es que no se haya hecho antes aunque me imagino que seguirán esa regla sagrada de las sociedades machistas que dice: la maté porque era mía.