Marchamos ¿hacia atrás?
Recuerdo unas palabras de mi madre, cuando era niña, sobre una norma que intentaba imponer un obispo de Madrid. Eran tiempos donde las mujeres ya se habían liberado de llevar la cabeza tapada cuando salían a la calle, lo que incluía su entrada en los templos. Al obispo le parecía mal y quería volver a la vieja tradición, algo que mi madre consideraba inoportuno porque “la costumbre se había impuesto y habría una fuerte contestación de las mujeres, que no valía la pena provocar”. Aquel obispo debió recapacitar porque nunca se volvió a hablar del tema.
Años más tarde la costumbre también se hizo con la norma. Se había producido una época de tolerancia en la Iglesia, frente a los métodos anticonceptivos y cuando el papa publicó la Humanae Vitae, los fieles siguieron su camino, contrario a la normativa del pontífice. Con razón o sin ella, pocas cosas han dañado más a la autoridad vaticana que este documento pues la desobediencia cuesta la primera vez.
El otro día, en la misa en san Pedro que celebraba el nombramiento de doctores de la Iglesia de Hildegarda de Bingen y de San Juan de Ávila, antes de comulgar, un ujier comunicaba a los fieles, que se prohibía coger la forma con las manos. Parece ser que es algo que se quiere volver a imponer y la verdad es que no entiendo la razón. Es mucho más higiénica la comunión en la mano y en la iglesia de Cristo sólo es impuro lo que sale del corazón ¿Es que se quiere hacer diferencia entre las manos consagradas y las que no lo son?
Dentro de esta deriva de suprimir las costumbres ha saltado una polémica respecto a las palabras de la consagración. Se quiere suprimir que Jesús “murió por todos” por otra fórmula más cercana al original, que habla de “por algunos”. No sé otras naciones, pero el pueblo español no entendería el cambio que va contra toda la espiritualidad cristiana y se puede pensar que nos situamos dentro de la predestinación. Con la convivencia de religiones bajo un mismo espacio, la fórmula puede malinterpretarse y me parece más recomendable buscar el entendimiento que la contestación.
Pero es que además, con la que está cayendo en la Iglesia más vale dejar las cosas que funcionan como están, porque como me decía un amigo, parece que se quieren arreglar las sillas de la cubierta mientras que se está hundiendo el Titanic.
Años más tarde la costumbre también se hizo con la norma. Se había producido una época de tolerancia en la Iglesia, frente a los métodos anticonceptivos y cuando el papa publicó la Humanae Vitae, los fieles siguieron su camino, contrario a la normativa del pontífice. Con razón o sin ella, pocas cosas han dañado más a la autoridad vaticana que este documento pues la desobediencia cuesta la primera vez.
El otro día, en la misa en san Pedro que celebraba el nombramiento de doctores de la Iglesia de Hildegarda de Bingen y de San Juan de Ávila, antes de comulgar, un ujier comunicaba a los fieles, que se prohibía coger la forma con las manos. Parece ser que es algo que se quiere volver a imponer y la verdad es que no entiendo la razón. Es mucho más higiénica la comunión en la mano y en la iglesia de Cristo sólo es impuro lo que sale del corazón ¿Es que se quiere hacer diferencia entre las manos consagradas y las que no lo son?
Dentro de esta deriva de suprimir las costumbres ha saltado una polémica respecto a las palabras de la consagración. Se quiere suprimir que Jesús “murió por todos” por otra fórmula más cercana al original, que habla de “por algunos”. No sé otras naciones, pero el pueblo español no entendería el cambio que va contra toda la espiritualidad cristiana y se puede pensar que nos situamos dentro de la predestinación. Con la convivencia de religiones bajo un mismo espacio, la fórmula puede malinterpretarse y me parece más recomendable buscar el entendimiento que la contestación.
Pero es que además, con la que está cayendo en la Iglesia más vale dejar las cosas que funcionan como están, porque como me decía un amigo, parece que se quieren arreglar las sillas de la cubierta mientras que se está hundiendo el Titanic.