Per la prima volta
Se ha celebrado del 4 al 6 de octubre, en el Pontificio Ateneo de San Anselmo en Roma, un congreso organizado por la asociación de teólogas italianas, Coordinamento Teologhe Italiano, en recuerdo de las 23 mujeres, que fueron admitidas como auditoras en el concilio Vaticano II. Las personas que participaban tenían que tener la licenciatura en Teología, Filosofía o Ciencias Religiosas para que pudieran entender y debatir en las discusiones abiertas.
El refectorio del ateneo, un local muy grande, se llenó con 300 personas, la mayoría mujeres de 21 nacionalidades distintas, siendo el colectivo español, después de las italianas, el más numeroso. La suma de latinoamericanas hizo que nuestra lengua formara parte de las oficiales junto al inglés y al italiano. Curiosamente, había poquísima participación francesa e insuficiente alemana, naciones que han sido pioneras en el estudio de la teología.
Del grupo de auditoras que participó en el concilio solo quedan dos en este mundo, Gladys Parentelli, que no pudo asistir por enfermedad pero mandó una adhesión escrita y Luz María de Icaza, una mujer mejicana que había sido nombrada con su marido, ambos copresidentes de una asociación católica de matrimonio y familia. Tuvimos la posibilidad de conocer algunos recuerdos y experiencias de aquellos años, gracias a la entrevista que le hizo una periodista italiana. Nos contó que ellos sólo participaron en la última sesión y que llevaron a Roma algunos de sus 12 hijos, una cifra que creció más tarde a 14.
Al matrimonio le dejaron tomar parte en la comisión que trataba sobre el matrimonio y la familia, pues habían llevado al concilio 23.000 respuestas de matrimonios católicos, que daban su opinión sobre algunos temas que la jerarquía debía de considerar. Una mayoría abrumadora se mostraba partidaria de cambios en el trato a los divorciados y en que fueran aprobados los métodos anticonceptivos. Estos últimos no se pudieron discutir en el aula, pues el papa había formado una comisión de expertos en diversas disciplinas para analizar el tema.
Luz María tuvo un protagonismo decisivo a la hora de discutir los fines del matrimonio gracias a que un obispo canadiense, le pidió que intercediera a favor de la causa que un grupo presentaba y que no estaba siendo bien recibida. Se trataba de cambiar el segundo fin del matrimonio “como remedio para la concupiscencia” para considerar que la sexualidad contribuía al aumento del amor entre los cónyuges. Esta mujer, la única esposa y madre de la sala, pidió la palabra temblorosa y ante cardenales, obispos y expertos en teología, les rogó que pensaran si sus madres, a la hora de haberlos engendrado,lo hicieron como remedio a su concupiscencia o por amor a sus esposos. Parece que en la sala, tras sus palabras, se produjo un silencio que fue seguido de una fuerte discusión, que nuestra auditora no pudo entender porque se hablaba en latín. El mismo obispo que le había pedido su intercesión se acercó unos minutos después para darle las gracias porque la enmienda fue finalmente aprobada. Es curioso que mentar a la madre de los padres conciliares, fue lo que permitió un cambio trascendental en la mirada de la Iglesia sobre el matrimonio.
Podría parecer que en estos 50 años las mujeres no habían avanzado mucho en la Iglesia, pero solo la visión del aula lo desmentía, numerosas catedráticas de teología en el mundo entero estaban allí presentes, haciendo visible el pensamiento de las mujeres que acababa con el monopolio masculino. En el congreso se trataba de asumir la historia, con sus luces y sombras, pero para preparar el futuro. No es éste el lugar de desarrollar las conclusiones y debates del congreso que trató sobre muy variados temas como los modelos antropológicos, las instituciones, las relaciones eclesiales, sexo y género, el sujeto femenino, el desarrollo de las mujeres en otros credos… Se quería reflexionar sobre nuestra fe y la presencia de la Iglesia en el mundo, colocando el acento sobre el protagonismo femenino. Aparte de las actas que se publicarán en su momento, hay dos libros ya editados, uno científico Tantum aurora est. Donne e concilio Vaticano II y otro más divulgativo Madri del Concilio. Ventitré donne al Vaticano II» que trata de las auditoras
Terminamos con un momento celebrativo muy emotivo para llevarnos la idea de que las mujeres somos sujetos evangelizadores y que 50 años no son nada en la vida de los concilios de la Iglesia. Aquellas auditoras pioneras, dejaron la simiente echada, y aunque algunas plantas ya han nacido,otras esperan con ilusión el momento oportuno para asomar sobre la tierra.
El refectorio del ateneo, un local muy grande, se llenó con 300 personas, la mayoría mujeres de 21 nacionalidades distintas, siendo el colectivo español, después de las italianas, el más numeroso. La suma de latinoamericanas hizo que nuestra lengua formara parte de las oficiales junto al inglés y al italiano. Curiosamente, había poquísima participación francesa e insuficiente alemana, naciones que han sido pioneras en el estudio de la teología.
Del grupo de auditoras que participó en el concilio solo quedan dos en este mundo, Gladys Parentelli, que no pudo asistir por enfermedad pero mandó una adhesión escrita y Luz María de Icaza, una mujer mejicana que había sido nombrada con su marido, ambos copresidentes de una asociación católica de matrimonio y familia. Tuvimos la posibilidad de conocer algunos recuerdos y experiencias de aquellos años, gracias a la entrevista que le hizo una periodista italiana. Nos contó que ellos sólo participaron en la última sesión y que llevaron a Roma algunos de sus 12 hijos, una cifra que creció más tarde a 14.
Al matrimonio le dejaron tomar parte en la comisión que trataba sobre el matrimonio y la familia, pues habían llevado al concilio 23.000 respuestas de matrimonios católicos, que daban su opinión sobre algunos temas que la jerarquía debía de considerar. Una mayoría abrumadora se mostraba partidaria de cambios en el trato a los divorciados y en que fueran aprobados los métodos anticonceptivos. Estos últimos no se pudieron discutir en el aula, pues el papa había formado una comisión de expertos en diversas disciplinas para analizar el tema.
Luz María tuvo un protagonismo decisivo a la hora de discutir los fines del matrimonio gracias a que un obispo canadiense, le pidió que intercediera a favor de la causa que un grupo presentaba y que no estaba siendo bien recibida. Se trataba de cambiar el segundo fin del matrimonio “como remedio para la concupiscencia” para considerar que la sexualidad contribuía al aumento del amor entre los cónyuges. Esta mujer, la única esposa y madre de la sala, pidió la palabra temblorosa y ante cardenales, obispos y expertos en teología, les rogó que pensaran si sus madres, a la hora de haberlos engendrado,lo hicieron como remedio a su concupiscencia o por amor a sus esposos. Parece que en la sala, tras sus palabras, se produjo un silencio que fue seguido de una fuerte discusión, que nuestra auditora no pudo entender porque se hablaba en latín. El mismo obispo que le había pedido su intercesión se acercó unos minutos después para darle las gracias porque la enmienda fue finalmente aprobada. Es curioso que mentar a la madre de los padres conciliares, fue lo que permitió un cambio trascendental en la mirada de la Iglesia sobre el matrimonio.
Podría parecer que en estos 50 años las mujeres no habían avanzado mucho en la Iglesia, pero solo la visión del aula lo desmentía, numerosas catedráticas de teología en el mundo entero estaban allí presentes, haciendo visible el pensamiento de las mujeres que acababa con el monopolio masculino. En el congreso se trataba de asumir la historia, con sus luces y sombras, pero para preparar el futuro. No es éste el lugar de desarrollar las conclusiones y debates del congreso que trató sobre muy variados temas como los modelos antropológicos, las instituciones, las relaciones eclesiales, sexo y género, el sujeto femenino, el desarrollo de las mujeres en otros credos… Se quería reflexionar sobre nuestra fe y la presencia de la Iglesia en el mundo, colocando el acento sobre el protagonismo femenino. Aparte de las actas que se publicarán en su momento, hay dos libros ya editados, uno científico Tantum aurora est. Donne e concilio Vaticano II y otro más divulgativo Madri del Concilio. Ventitré donne al Vaticano II» que trata de las auditoras
Terminamos con un momento celebrativo muy emotivo para llevarnos la idea de que las mujeres somos sujetos evangelizadores y que 50 años no son nada en la vida de los concilios de la Iglesia. Aquellas auditoras pioneras, dejaron la simiente echada, y aunque algunas plantas ya han nacido,otras esperan con ilusión el momento oportuno para asomar sobre la tierra.