El bastardo de Nazareth
Me ha interesado mucho una novela de Metin Ardity, El bastardo de Nazaret, un título que sorprende, pero que hace verosímil la vida de la familia de Nazaret que no estaba alejada de las turbulencias sociales que generaban sus miembros. En una Palestina donde las mujeres que concebían fuera del matrimonio eran mal consideradas, al hombre que cargaba con un hijo que no era suyo se le tildaban con toda clase de insultos y al niño que había nacido de esa relación pecaminosa se le conocía como bastardo. No era un cuadro ciertamente idílico de la familia de Jesús, muy distinto al que se nos había pintado durante siglos
En ese momento todavía no se conocía ninguna religión válida, aunque había diversas sectas, fuera del judaísmo ni la relación de filiación que tenía Jesucristo con Dios con lo que sólo había una salida para el embarazo de María, un embarazo irregular severamente castigado por la Torah y que define a su hijo como bastardo, una situación que los psicólogos modernos colocan como el origen de muchos traumas en la vida adulta, disminuidos en Jesucristo por el amor que sintió de sus padres pero que le dio el impulso para ayudar a las personas que estuvieran fuera del sistema como lo había sido el mismo. En pocas palabras, su proyecto consistió en suprimir del judaísmo todos los elementos que expulsaran de su frontera a los individuos que no cumplieran con las normas sociales, una praxis contraria a la esencia del judaísmo que era al amor y la solidaridad incluso para los diferentes y extraños, lo que luego se corresponde con el movimiento cristiano que nace de su persona
Compartir, compadecer, ayudar, escuchar…, todos los verbos necesarios para explicar el movimiento de Jesús de acercamiento a los desechados de la sociedad, como había sido el mismo. Cercana la semana Santa vemos que su vida se termina con los brazos abiertos en la Cruz, una postura semejante a la que había llevado durante toda su existencia y que suponía acoger a todo el que sufría, a todo el que se sentía rechazado