El futuro de la Iglesia ¿discernimiento o subordinación?

Reproduzco un artículo de Joan Chittister que ha salido hace unos días en el National Catholic Reporter, porque me parece de gran interés.

“Tengo un montón de preguntas en mi correo, personales y profesionales, uno de ellos me enseñó más sobre el estado actual de la iglesia, que lo que yo podría haber imaginado. Me habían pedido un artículo que formaba parte de las respuestas que me fueron llegando sobre publicaciones previas y trataba sobre la educación de los laicos para asumir un papel, exigente y respetuoso, en su calidad de parte del sensus fidelium. Partí de la base, que la posición de los fieles y la del magisterio oficial, podría ser diferente, en varios temas. Era una cuestión realista en un período de transformación, tanto social y cultural, y pensé que podría ser positivo si analizaba el punto de vista del cambio social. Esto es lo que escribí usted puede decidir por sí mismo, si era destructivo para la iglesia.

El tema de mi artículo comprende un trío de cuestiones que aparecen en la resistencia a los cambios en cualquier entorno
1. Obediencia: ¿Qué pasa si la institución no aprueba el cambio en un tema en particular?
2. Escritura: ¿Qué pide el Evangelio en esta situación, independientemente de las actuales normas institucionales?
3. ¿Qué pasa si el cambio es imperativo a nivel espiritual, pero estructuralmente imposible?

La propia naturaleza del cambio social debe ser considerada importante para los ministros dentro de una sociedad en proceso de cambio pues no es un evento, sino un proceso. Antes de darnos cuenta, el cambio ya ha ocurrido y sólo queda su adopción. Es el proceso de cambio en sí mismo el que debe ser asumido, siempre que los ministros ejerzan su labor de puente, entre el Espíritu Santo y la institución.

Una vez que ha empezado el cambio, las opciones para hacerle frente son limitadas y mutuamente excluyentes. Se puede hacer caso omiso de la cuestión y de las personas que interrogan o caso omiso de la situación, pero realmente no es posible. La conciencia social es una fuerza y sus principales cuestiones no desaparecen sino que una vez iniciadas, se imponen pacífica o destructivamente. Para comprender mi razonamiento no hay más que mirar a las personas que fueron a las barricadas en la Revolución Francesa o a las religiosas, que lucharon por la renovación siguiendo al Concilio Vaticano II o al 82% de los católicos, que consideran morales, las prácticas de control de la natalidad, más allá de la planificación familiar natural. En todos estos casos, parecía existir una fuerte resistencia de las instituciones, pero la preocupación porque fueran aprobados fracasó arrastrada por la marea del cambio. (Gallup Poll, mayo 2012)

Es posible reprimir temporalmente el cambio- frenarlo, resistirse, negarlo - pero es imposible detener lo que ya ha llegado, lo que ha comenzado a brotar dentro de las grietas en el cemento de una sociedad, por fuertes que sean sus murallas. Reprimida, la gente se resiste. Ignorada, la gente se retira de una sociedad artrítica. Sin ser escuchada y desatendida, bloqueada y obstruida, la semilla de una nueva idea, simplemente crece como brotes de pino en el suelo, hasta que las ideas estallan por todas partes y la evolución, que podría haber sido manejada mediante un proceso de reforma pacífica, da paso a la revolución inmanejable. Habría que preguntar al rey y a la reina de Francia.

Por el bien de la institución, es imperativo que los ministros reflexionen y mediten lo que sucede en estos momentos pues de lo contrario, tratar de preservar el pasado de la institución, puede destruir su misión en la vida. La gente la ignora, se burlan de ella, se oponen o la abandonan.

¿Qué pueden hacer los ministros en situaciones como ésta? En primer lugar, el ministro debe entender que los primeros signos de cambio de la innovación solo afectan al 2,5 por ciento de la sociedad pero es el momento de empezar a hablar de las implicaciones del cambio teológico, psicológico, institucional. Suprimir los cuestionamientos, sólo pueden retrasar su llegada pero, al mismo tiempo, aumentar su impacto cuando llegan. El tema del lugar de la mujer en la iglesia, por no hablar de su ordenación en la Iglesia Católica, ha sido ignorado en los más altos niveles de la iglesia, a pesar de la creciente demanda de atención de los fieles. Pero la sensación de inevitabilidad no ha disminuido y afecta las actitudes respecto a la Iglesia – lo mismo sucede con el tema del control de natalidad, con el resultado de que ambos temas ya han roto los límites de la institución.

En segundo lugar, es necesaria la apertura sobre las cuestiones emergentes y con una buena preparación teórica, tratar de rellenar la brecha entre la negativa institucional a contestar y la fatiga que se produce en las personas. Negar la pregunta será, a la larga, reducir la credibilidad del ministro sobre otras cuestiones, aparte de las que nos ocupan.

El cambio viene en tres fases. El número de innovadores - los seguidores tempraneros del cambio - que ya han dejado la iglesia por estos temas y que han pasado de ser goteo a fluir. En segundo lugar, los agentes del cambio, que se adaptaron pronto y que comprenden aproximadamente el 13,5 por ciento de la población aunque pienso que estamos mucho más allá de estas cifras. Las encuestas dicen que ya está aquí el cambio en un tercer nivel, que forma el 34 por ciento de la población, que ha comenzado a experimentar una tensión entre la creencia y la práctica.

La aceptación del sacerdocio de las mujeres por parte de la mayoría, si las encuestas son correctas, ya está en la mentalidad popular y lo malo es que el impacto psicológico de este estrés espiritual, entre los valores bíblicos y las normas institucionales, tiene un costo en el sentimiento de pertenencia. En este tiempo, que es peligroso para la institución, son necesarios constructores de puentes, que admitan la realidad de la situación y sean capaces de mantener la fe al mismo tiempo.

En tercer lugar, en estos momentos de conflicto, del ya-pero-todavía-no, entre los ideales y la práctica, el ministerio exige un compromiso con la apertura, con el análisis de las ideas, con la educación, la reflexión espiritual y la discusión. En este período, son necesarias prácticas que no sólo sostengan la fe de los fieles, sino que hagan hacer crecer las ideas y la práctica espiritual de abajo arriba - de una manera nueva a la institución pero que cabe dentro de su visión histórica – y que son esenciales para mantener el vínculo entre lo que es posible y lo deseado. El lema de este tiempo debe ser: ‘If not for us, then because of us.’

Durante este tiempo, es necesario un compromiso mayor en la vida litúrgica y la reflexión espiritual, extender a otros la educación continua y el desarrollo de prácticas espirituales que modelen, fortalezcan y aumenten la participación de mujeres y varones, para ampliar el ámbito de la comunidad cristiana. Abrir oportunidades para que las mujeres desempeñen funciones nuevas, tanto en la comunidad como en el ministerio, para sentar las bases de un laicado que está listo para ser la nueva iglesia, en una iglesia cuyo pasado se está desvaneciendo.

El cambio nunca llega a todo el mundo al mismo tiempo, de hecho, viene lentamente. Se ha dicho que se necesitan cien años para que un concilio de la iglesia sea recibido y nos encontramos a 50 años del Vaticano II. ¿Qué más pruebas se necesitan? Nuestro papel es llevar a las mujeres a que profundicen su vida espiritual en nuestras comunidades, sostener su fe, educar sus mentes, profundizar sus almas para el camino y dar rienda suelta a sus dones para el bien de la iglesia. Sin lugar a dudas: tenemos mucho trabajo en este sentido aunque parezca que no hay nada que hacer. La hora viene, y está cerca, en todas las facetas de la iglesia cuando el Espíritu Santo vuelva a cambiar la historia. Pero es importante hacer nuestra parte, con audacia y con valentía, pues el tiempo entre el Vaticano I trajo el Concilio Vaticano II y, nuestro tiempo, seguramente traerá el Vaticano III, cuando llegue su momento.

Este es el final del artículo que escribí, pero no el final de la historia: El artículo nunca fue publicado. El grupo que lo había solicitado - algunas de las religiosas mejor educadas y más eficaces que conozco - contestó que, aunque el artículo respondía a la pregunta que me hicieron, no se atrevían a publicarlo "por temor como lo vería su obispo local".

No sé si la evaluación que hacen de su obispo es correcta pero espero que no, pues si fuera cierto, estamos en un estado lamentable, como iglesia ¿Cómo pueden los laicos comprender el importante papel que el sensus fidelium juega en el crecimiento de la iglesia si los religiosos se equivocan al imponer un modelo? Y más importante aún ¿qué clase de iglesia somos- o podemos llegar a ser - si los religiosos tienen miedo de imprimir una respuesta a una pregunta importante para la vida de la Iglesia y nuestros obispos, intimidan a los miembros antes que implantar el modelo de Jesús que predican?
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